Edad del Fuego 42: El sendero del futuro está envuelto en niebla
Unos de nuestros protagonistas abandonan las ruinas subterráneas con sus oscuros secretos del pasado de los Al-Malik. Los otros abandonan las recientes ruinas en las que ha quedado convertida la pirámide de los Chauki. Pero no son las únicas ruinas del Imperio, la Liga se encuentra en ruinas figurativas, mientras que los campos de Criticorum lo están en ruinas físicas. Pero las peores estaban por llegar, en la forma de la sombra de las naves de guerra de la Casa Decados, duramente bombardeando Kish. Entre los cañones láser y bombardeo de mesones que impactan contra el escudo de la ciudad, una lanzadera despega de entre las fauces de la mantis y comienza a descender aceleradamente. Convertida en una bola de fuego atraviesa la atmósfera y maniobra hasta liberar una esfera que, a cámara lenta, desciende sobre Escoral. Y al contacto, la detonación masiva sacude la superficie planetaria, allá donde materia y antimateria se encuentran. La gran urbe de la Casa Li Halan es destruida en instantes, dejando sólo la sonrisa cruel de Pietre Vladislav Decados mientras observa desde la atmósfera la lluvia de cenizas que sacude el lugar donde ahora solo queda un enorme cráter humeante.
Las exploradoras de las ruinas de Medina regresan a Acheon, al palacio del Príncipe Al-Malik. La corte se encuentra reunida para debatir sus asuntos militares, pero la llegada de la información de la expedición hace que la corte tome un descanso y el gobernante y su Consejo se reunan con ellas en privado. Allí Astra e Yrina les cuentan lo encontrado bajo el suelo de la ciudad en ruinas, ante la sorpresa y reverencia de los presentes, pues la Senda de Munir era legendaria entre ellos. Pero interpretar el futuro siempre es complicado y las tres posibles sendas que apuntaba el fundador de los Al-Malik eran complicadas de diferenciar los caminos a cada una de ellas y aquellos que se encontraban entre los resquicios. De los tres, la Talebringer quería aproximarse a la senda de la paz imperial, pero sin ser exactamente como se había mostrado, y por ello los siguientes pasos la dirigían a Byzantium Secundus. Pese al desacuerdo, el Príncipe estuvo más que dispuesto a colaborar en lo que hiciera falta, como cuando comentaron lo difícil que sería encontrar el legado de Munir ibn Tarif, pues su última descendiente conocida había muerto a bordo de una nave Castillo cuando los Al-Malik la habían atacado, una veintena de años atrás. También Fátima juró que, cuando la necesitasen, acudiría a la llamada, si bien de momento debía permanecer en Criticorum por la Cruzada.
Mientras tanto, en Iver, tras la batalla el reencuentro era necesario, pero también tras el horror era imprescindible rendir cuentas. Mientras los Hazat regresaban al hotel donde estaban hospedados, Lázaro y Macarena junto el resto del personal de la Iglesia retornaban al tribunal inquisitorial para rendir cuenta de lo ocurrido. Todo el personal del Santo Oficio se encontraba presente para escuchar lo ocurrido, pues los informantes ya habían llegado con la historia de la muerte de la Inquisidora Isadora Vellana. Y fue ante las preguntas del Gran Inquisidor Segismund Trevenne que la sinceridad de Lázaro le jugaría una mala pasada cuando deja caer por error que el Príncipe Hazat había participado en los eventos y se encontraba en el planeta. Aun pesaba sobre el noble el crimen del asesinato del Metropolitano Khan tantos meses atrás, pero la Inquisición de Iver, siempre tan seria y concienzuda, no pensaba dejar pasar la ocasión y el Gran Inquisidor Trevenne mandó detener a ambos para ser inquiridos, así como al resto de los Hazat. Pero no logró hacerlo antes de que Macarena diese la voz de alarma por su pinganillo tecnológico. A solas en su celda, ambos tuvieron una conversación sentida, entre el amargo enfado de Macarena y la disculpa sentida de Lázaro que no sabía mentir ni ocultar sus intenciones. Pocas horas después algunos Hazat, con el Principito el primero, fueron encerrados también, pero el joven le entregó una nota a su amada contándole que se había entregado para dar tiempo a su abuelo a marcharse y evitar un derramamiento de sangre innecesario.
Tras la corte, Yrina fue a conversar con el Gran Maestre Claudius y la Maestre Theafana sobre lo descubierto en las ruinas de Munir ibn Tarif. Y lo encontrado sin duda no hizo gracia a Claudius que desconfiaba de falsos profetas que hubieran conseguido su iluminación con tecnología prohibida como aquel Luxdei-3. También quedó establecido que Yrina iría con Astra cuando esta partiese para Byzantium Secundus, así como dio el comienzo a los días de abstinencia, meditación y purificación necesarios para enfrentar su fe a la siguiente prueba como Hermana de Batalla.
Astras empleó esos días para discutir largo y tendido con el Gran Ingeniero Ehsan Alt Alsuds, mientras discutían sobre las especificidades técnicas de la armadura. Y el anciano, apoyado en su bastón, estaba fascinado por las innovaciones, pero también había percibido que Égida sólo pretendía ser tonta. Lo cual les llevó a una conversación sobre el mundo donde Égida había tomado independencia, de la naturaleza de los espíritus máquina, y tantas otras cosas. E incluso en esos días tuvo tiempo de ver como un muchacho notificaba a Ehsan de la existencia del cónclave Talebringer al mes siguiente, para elegir nueva Gran Inventora.
El primero llevado a ser inquirido por el tribunal fue Lázaro, en deferencia a su posición como inquisidor. Una de las principales acusaciones recaía sobre sus hombros, al fin y al cabo, como posible peón de una manipulación Hazat para destruir a la Casa Chauki. El tribunal era duro, pero justo a su manera, y escucharon, preguntaron y tomaron notas de todas las verdades que el Inquisidor iba compartiendo con ellos. Y el joven pudo enterarse de que, aunque Iver no tenía jurisprudencia o control sobre lo ocurrido en Aragon, era el Gran Inquisidor Gondo Ortiz quien había autorizado aquello desde el Sínodo de la Inquisición en Urth.
Con Macarena, hija heredera de la poderosa Duquesa de Hira, la Inquisición también fue justa y respetuosa, tan diferente del tratamiento que meses atrás Yrina había tenido en Gwynneth. Pero las preguntas fueron duras, sobre su honor y deber, sobre la traición del Príncipe contra el Metropolitano y su naturaleza violenta e incontrolable. Solo cuando los miembros del tribunal estuvieron satisfechos con las respuestas a sus preguntas, parábolas e hipotéticos, fue Macarena devuelta a la prisión con los demás. Menos Lázaro que, por deferencia a su posición de inquisidor, tenía libertad de movimiento mientras no abandonase Iver.
Yrina, al segundo día de ayuno y purificación, se vio interrumpida por la llegada de seis Hermanos anónimos, en ropajes ceremoniales. Así dio comienzo el rito secreto, entre juramentos y enigmas, danzas de espadas, griales y santos. Con el escudo para protegerse de las agresiones sagradas y su fe para guiarla en las pruebas de su alma. Y más cosas, pero mejor no hablar de todo ello, que ya se sabe que todo era secreto tal y como estipula la Regla de Batalla y está mal que yo vaya publicando lo que nadie puede conocer. Baste decir que, herida pero triunfante, Yrina emergió de aquella ordalía como una Adepta de la Orden y rápidamente le contó a Astra que había sobrevivido a una prueba de fe y se había jugado la vida, pese a las chanzas y sanciones de su amiga.
Fue terminar su conversación con su amiga que Astra recibió otra llamada de Kamina que se encontraba ya en el espacio, en ruta a Criticorum. Y allí se había enterado del terrible destino que le había tocado a la ciudad de Escoral en Kish. La Talebringer rápidamente abandonó su taller para ir a informar al Príncipe Al-Malik y conversaron en un patio tranquilamente, aunque el temor estaba más que presente. Demonios, que los malditos parecen estar hasta en la sopa (¿quien lo diría?), armas antiguas, profecías del futuro, todo ello y más se entrelazó en las rutas a seguir. Y si bien Astra seguía apostando por acudir a la Emperatriz con todo aquello, Fa'adim opinaba que quizás fuese hora de liberar a su madre Salandra Decados y plantar cara conjunta contra el Príncipe de la Mantis.
En Iver, al día siguiente, entre chanzas, Macarena y Manuel consiguieron que Lázaro llamase a Astra y ambos amantes, además de señalar que se echaban de menos, tuvieron una larga conversación sobre todo lo que estaban viviendo y lo que estaba ocurriendo. Y vieron de, si era posible, encontrarse en el futuro en Byzantium Secundus. A mayores, el inquisidor consiguió contratar una abogada Reeves para el Principito y tuvo que testificar de nuevo ante el tribunal para continuar aclarando dudas y cuestiones de importancia para esclarecer culpabilidades y obligaciones.
Sabiendo que el Príncipe Hazat se encontraba de camino a encontrarse con su armada y volver para rescatar a todos en lo que sin duda sería un baño de sangre, Macarena que, en el día anterior, había convencido al tribunal de su capacidad actual para mediar con el Juan Jacobi, usó sus cartas para crear una posible salida para todos los involucrados. En conversaciones con Lázaro y Manuel se le ocurrió que si se restituía a un nuevo Metropolitano para los mundos Hazat quizás se pudiese conseguir que la Inquisición de Aragon se encargase del juicio que le correspondía por localización y la situación en Iver fuese desarmada. Convencer a los inquisidores probó difícil, pero la joven triunfó en ello, si conseguía que el Príncipe firmase todo aquello con su juramento, estaban dispuestos a dejar la situación en manos de la Gran Inquisidora de Aragon. Eso la llevó de nuevo a la esfera de la Reeves de Iver, con quien en el pasado ya había hecho negocios sobre el futuro de los Chauki, para redactar el acuerdo y de paso ver si sería posible usar al único Chauki superviviente (convenientemente su prisionero en tierras Hazat) para hacerse con el control de las naves de la Casa así como las reservas monetarias que esta tenía en el Banco de la Liga en Leagueheim.
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