Edad del Fuego 41: Legado de ángeles y demonios
Astra, tras terminar la llamada, se reunió con Yrina y junto a Aaliyah fueron a ver al Príncipe Al-Malik. Fue una conversación agradable, donde los buenos entendedores de la corte (y muchos hay en esa Gran Casa) pudieron comprender que la Talebringer había abandonado la neutralidad finalmente. Confirmado eso, discutieron los detalles de la expedición que ahora emprenderían a las ruinas redescubiertas bajo la superficie de Criticorum. A la guardiana de la misión la conocieron en la salida, la noble Fatima Fahrir Al-Malik, una conocida guerrera a la cual la edad no había mermado la disciplina ni la capacidad. Ella se puso a disposición de la gremial y de la obun, reconociendo a ambas el mérito y la sabiduría que les correspondía. Pero antes de partir habrían de hablar con el borde del Decano Maaravan Hilden, quien no estaba nada conforme con que Astra tomase un papel tan preponderante siendo alguien que estaba por debajo de él en la jerarquía gremial. Diferencias de ideología y status que no evitaron, sin embargo, que el arqueólogo se uniese a la expedición y tuviese su parte organizada, pues el contrato incluía demasiado dinero. Así que primero se adelantaron los Al-Malik con Astra, Yrina y Wulfgar, sobrevolando miles de kilómetros hacia el oeste y sorteando las muchas zonas donde combates y conflictos se estaban desarrollando en la superficie planetaria. Pues si a esas alturas había un mundo severamente castigado por las consecuencias de la Cruzada, ese era Criticorum. Llegaron al crater y las ruinas devastadas por los bombardeos orbitales de lo que no hacía tanto había sido la pequeña ciudad de Medina al-Mahrar y en ella el crater que revelaba lo que se encontraba bajo la superficie. Astra hizo descender su dron para analizar y poco después bajaron en una primera exploración del lugar. La cámara subterránea era enorme y entre restos y cascotes encontraron decoraciones lujosas y frescos en las paredes, la mayoría borrados por los daños y el tiempo. Pero un fragmento imposible de uno quedaba, mostrando la luz de un agujero en la parte alta por el cual descendía un dron, una decoración de miles de años atrás, que hablaba de algo que acababa de ocurrir. La primera señal del genio visionario en todos los sentidos de la que fue una de las mentes más brillantes que la humanidad jamás tuvo, Munir ibn Tarif.
En las dependencias dedicadas al Alto Tribunal Inquisitorial de Iver, Lázaro y Macarena volvieron a entrevistarse con la inquisidora Isadora Vellana, que rápidamente quedó impresionada por los hallazgos hechos en tan poco tiempo. La cabeza y el ritual llevaron a que hubiera que desvelar la identidad real de Macarena, oculta hasta entonces con el disfraz como la del resto de Hazat, pero era preciso para justificar cómo sabían de los secretos de aquellos rituales antinómicos y sus implicaciones. Convencida, la inquisición quedó preparada para presentarse en la mansión de los Chauki cuando estos se encontrasen reunidos para su ceremonia secreta, que temían (acertadamente, he de decir) que sería terrible y oscura y tendría lugar en la pirámide que había en el jardín trasero. Y allí, completados los preparativos, se presentaron Hazats disfrazados e inquisidores dispuestos, un contingente numeroso y nutrido que accedió al recinto con los papeles de la inquisidora. La mansión en si misma, a aquella hora previa a la comida, se encontraba solo ocupada por los sirvientes, vestidos con extravagantes conjuntos de plumas y telas, y con peculiares pinturas en la cara. Pero no opusieron resistencia ni en combate, ni cuando Macarena se adentró en la mente de uno de ellos y confirmó las sospechas de que los Chauki se econtraban en su oscura construcción del jardín. Mientras la inquisidora organizaba la toma de los papeles y documentos y los Hazat aseguraban algunas localizaciones claves como la sala de comunicaciones, los líderes de aquella expedición de justicia abandonaron la mansión para encarar la extraña pirámide. Ascendieron sus peldaños de oscura piedra de extraños trazados, decorados con la Puerta de Salto en diferentes lugares, arriba de los cuales les esperaba una puerta y una cuidadosa serpiente de piedra, de brillantes ojos verdes. Subir la gárgola que el Príncipe había traido a lo largo de todos aquellos escalones resultó complicado y cansado, pero se logró aunque fuese a fuerza de voluntad. Ese ascenso sería el que traería el final de la vida de la inquisidora Vellana que lideraba la agrupación, pues al llegar a las cercanías de la serpiente, sus ojos se tornaron rojos y la inquisidora explotó en sangre y fuego por el ataque de aquel guardián de tecnologías peligrosas y antiguas. Hizo falta la espada de Macarena y su psíquica para destruir uno de los ojos, y un disparo certero del Príncipe para acabar con el otro, y el grupo pudo ascender mientras uno de los miembros del séquito inquisitorial era enviado con prisas a avisar y contar lo que acababa de ocurrir. Para forzar la puerta en lo alto de la pirámide, nada mejor que convertir aquella sierpe de piedra en un ariete y del interior surgieron tres guerreros nobles en ropas igualmente extrañas y máscaras de madera, pero ninguno de ellos fueron capaces de oponerse a los aceros Hazat; sin embargo, a medida que su sangre empapaba el lugar y caía en extraños surcos de drenaje que se encontraban por toda la superficie, Lázaro vio que los cuerpos de los muertos se reanimaban, y mientras corría a bloquear los conductos y llevar a los inquisidores a quemar y secar la sangre, los nobles procedieron a desmembrar y destrozar los cuerpos, desacrándolos hasta que solo piezas inofensivas quedaban, y aun así estas seguían moviéndose y actuando. Y aquella primera sala, bañada por la luz del mediodía que se reflejaba en lentes y espejos, iluminaba un camino de descenso por empinadas escaleras a las profundidades de aquella terrible construcción, un camino que habrían de hacer parcialmente a oscuras después de que Macarena destruyese aquellos generadores de reflejos que canalizaban el sol hacia las profundidades.
La inestabilidad de las ruinas subterráneas llevó a aquella primera expedición a un final temprano, y hubo que esperar a la llegada de los Talebringer para que pudiesen preparar, disponer y asegurar un descenso seguro, ya para el día siguiente. Gremiales y nobles pudieron descender entonces a las ruinas de nuevo, y si bien el Decano Maaravan estaba más que decidido a explorar unas de las grandes puertas laterales (la otra, en el lado opuesto, estaba destruida), Astra guió a los suyos a explorar la puerta pequeña al lado del fresco, mientras su "superior" luchaba infructuosamente por conseguir abrir aquellos portones. El controlador inalámbrico de aquella primera puerta tenía suficiente energía para operar y, con la ayuda de Cetro, Astra consiguió ganar acceso a través del mismo. Un largo pasillo, jalonado de estatuas, les guiaba en un viaje del pasado al futuro, pues aquellos reflejados en aquellas decoraciones eran todas personas que no habían nacido para cuando Munir ibn Tarif había muerto. Y, al final, las estatuas de Astra e Yrina, Aurora y Alexius, franqueaban aquella siguiente puerta en aquel portento imposible. Si recordasen la antigua literatura quizás habrían llamado al fundador de la Casa Al-Malik con el título de Kwisatz Haderach, pero como tantas otras cosas, aquellas novelas revolucionarias se habían perdido a la memoria y el tiempo. Las puertas siguientes ya no tenían energía pero, con el uso de su psíquica, Yrina logró abrirlas y descubrir una sala sin iluminación propia. A oscuras, las figuras casi entrevistas a la luz de la everlight, de unas estatuas grandes les miraban con facciones oscurecidas: Pietre Vladislav Decados, Seth Talebringer, Lisandro Castillo, la Dama Winters... y una buena cantidad de personas que no supieron reconocer, bien por no conocerlas o, acaso, porque tal vez aún no hubiesen nacido; pero había ausencias allí, pues ni Jackson ni Antonia se encontraban en aquella colección de poseídos y endemoniados. La puerta del otro lado estaba caliente e hizo falta los conocimientos de geomancia y líneas ley (fuertes en aquel sitio) de la obun para abrir un camino lateral que mostró canalizaciones magnéticas de flujos de lava que mantenían aquella zona activa. Wulfgar fue el primero en cruzar e inmediatamente fue asaltado por un fantasma tecnológico, un holograma de un caballero con la señal de la puerta de salto y la bandera de la cruzada, programada en un tiempo en que el Profeta aún no había expandido su palabra. Avanzaron a través del espectro, por la ruina de mundos que serían arrasados por la armada y la guerra, hasta una trifurcación, y el primer camino tomado sería el izquierdo. Este les llevó a un pasillo donde un segundo espectro les asaltaría: la Emperatriz Aurora I, con la armada imperial a sus espaldas y los mundos arrasados de Aragon y Kish, Criticorum y Gwynneth y alguno más. Siguieron hasta una puerta que Astra reanimó sustituyendo la batería, revelando el sello del fénix emblemado en su superficie, y lo que esta reveló fue una sala redonda con sillas. La gremial, primera en tocar una silla mientras las demás avanzaban con precaución, vio iluminarse en esta la palabra "estrella" y tomó asiento, como Yrina lo haría en la silla de la "guardiana" y Wulfgar en el "gran guerrero" pero Fatima tuvo problemas para tomar la suya ante el oscuro mensaje "muerta" que esta mostraba. Y aquellos que se sentaron primero pudieron oir, inicialmente a un volumen escaso, unas voces de otro tiempo, emitidas por los asientos. Una declaración de Aurora Alecto I que sometía a las Casas al Imperio, constituía una cámara para su gobierno (su particular landsraad) y centralizaba el poder bajo el emblema del Fénix. Y en un segundo mensaje, Aurora hablaba con una Astra que le decía que todo aquello, que la guerra, la destrucción de Ptah-Seker y la violencia de la intervención eran necesarias, pues sin un Imperio unificado sería imposible superar la Prueba. Aquellas revelaciones de violencia y destrucción dejaron un peso en los presentes, uno que se agravaría con los otros dos pasillos...
El descenso de las escaleras empinadas del interior de la pirámide fue revelando, con cada piso recorrido, el horror y la escala de lo que allí ocurría. La señora de la Casa Chauki practicaba un oscuro ritual con las decenas de nobles de importancia a su alrededor jugando sus propios papeles. Un ritual blasfemo que iba más allá de la herejía de la tecnología prohibida y la fe desviada, para caer de lleno en la antinomia de la necromancia. Algo que incluso yo siempre he considerado, como mínimo, de mal gusto. Los cánticos en retorcido latín hablaban de la comunión con los muertos, y el primero de los sacrificios fue traído ante la caída noble que le arrancó el alma con sus palabras y ritos, creando un fantasma. Incapaz de seguir avanzando con cuidado, Macarena concentró su voluntad para paralizar a la noble y el infierno se desató. Los Hazat abrieron fuego desde los escalones contra los Chauki reunidos abajo, mientras Lázaro convencía a los portadores de tirar la gárgola sobre el altar para intentar detener el ritual, pero la sala era demasiado grande y la gárgola demasiado pesada y esta acabó cayendo sobre algunos de los reunidos pero alejada del centro del ritual. La sangre de estos muertos, como la de los que caían bajo los disparos, fue bañando el lugar y activando los surcos y ritos antiguos de aquel ingenio necrotecnológico. Viendo la escalada de la situación, Macarena, el Principe y el Principito abrieron la marcha en una carga escaleras abajo mientras Lázaro recitaba salmos para dar valor a los que lucharían en aquellas tierras mancilladas. Cuando las espadas chocaron en violento enfrentamiento, la sangre continuó regando el interior de la construcción y el altar se abrió, revelando bajo el mismo el sarcófago, la cámara de criogenia, donde se encontraba el cuerpo del fundador de la Casa Chauki.Y del mismo, el poderoso espectro abandonó su descanso como hacía todos los años, para tomar el control del cuerpo de su descendiente que gobernase la Casa, rompiendo así el control que Macarena había logrado crear. Ahora, en medio del creciente combate y sangría, su escudo cinético bajo ataque de los guerreros Chauki, Macarena no estaba como para concentrarse en aquello, sino que luchaba con ferocidad y fuerza por abrir un camino hacia el altar al lado de sus señores. Fue Lázaro quien arrojó el regalo que con tanto amor le había fabricado Astra y el medallón voló con sus giroscopos a través del aire hasta golpear el cristal de la cámara criogenizadora y clavarse en la frente del cuerpo vivo a duras penas del necromante. La sangría continuaba, una masacre en toda regla, donde los lanzallamas y las espadas recogían la muerte que sembraban, y los espectros comenzaron a alzarse de los cadáveres ante la llamada de su señor no muerto pero tampoco vivo. Incluso las exhortaciones de enviarlos al descanso del joven inquisidor y los cánticos de Jabir solo lograron romper el embrujo de algunos de los muertos, pues los demasiado pecadores (que no eran escasos) se negaron a seguir el Retorno Lumínico al que los exhortaban las palabras. Pero Macarena, concentrando de nuevo su voluntad mientras los escudos de energía finalmente colapsaban, logró paralizar y detener al espectro y, con todo su control, obligarle a retornar a su cuerpo y abandonar inconsciente el cuerpo de su descendiente, que cayó inconsciente al suelo. Entre golpes y estocadas consiguieron abrir paso para que Lázaro, activando con su fe el regalo de Astra clavado en la frente del cuerpo, hiciese estallar todo aquello y condenar a aquella alma pérfida al Iehennus que le correspondía, quedando la quemadura circular para siempre grabada en su palma derecha. Tanta batalla, muerte y destrucción amenazaba con colapsar la pirámide, de modo que hizo falta que los supervivientes del combate huyesen como almas en pena y, ante los dolores y heridas sufridos, Macarena tuvo que cargar a Lázaro de vuelta al exterior o el sacerdote no habría logrado escapar. Como no salió la gárgola, precio a pagar por aquella venganza que, sin embargo, dejaría desprotegido el palacio Hazat y a su Príncipe al perderse bajo los cascotes y ruinas del lugar. Si bien se había hecho violenta justicia, el precio de la misma no había sido escaso, como contemplaron a sus maneras tanto el inquisidor como la derviche, y si bien la Casa Chauki definitivamente estaba aplastada, las consecuencias de todo aquello resonaban con importancia en todo lo que vendría. Como resonaban las palabras, pronunciadas por el demonio en Gwynneth, advirtiendo al sacerdote de que aquella lejana sangre no sería más que la primera que mancharía sus manos, ahora cubiertas por las de infieles y creyentes por igual.
En Criticorum, la expedición arqueológica regresó a la trifurcación y tomaron ahora el sendero de la derecha, donde les recibió el holograma de Pietre Vladislav Decados y los mundos arrasados de Byzantium Secundus a tantos otros. Reactivar la puerta detrás mostró el sello de la Mantis en ella, y los nombres de las sillas habían cambiado con la sala. "El muerto heroico" para Wulfgar, "la insuficiente" para Fatima, "el escudo partido" para Yrina y "la estrella sin luz" para Astra. Y las voces sonaron, desconocidas para los allí presentes, discutiendo eventos oscuros y terribles, desde el asesinato de un padre a la destrucción de Ptah-Seker con Lisandro Castillo o la destrucción absoluta de la capital imperial. Y una voz religiosa que hablaba con una voz de un noble, que los espectadores avispados identificarían como el Príncipe Decados, hablando del precio aceptable por la victoria. Y más tarde, imitando la voz de un demonio (espero que esa no fuera una impresión de cómo hablo yo sino de alguno de mis hermanos, aunque fuese como fuese era algo decepcionante) hablando en un monólogo sobre el fallar la Prueba y los juegos por venir. Abandonaron aquel pasillo de posibles futuros con negros pesos en sus hombros y almas, adentrándose en el central donde les recibieron sendos espectros: Theafana al-Malik y los suyos, Sigmund Drual y sus seguidores, sobre mundos arrasados en nombre de la Cruzada. De nuevo "muerte" era el nombre para Fatima, pero a Wulfgar su nombre le desató el enfado pues "anodino" no era algo que estuviese dispuesto a ser, como "fracasada" para Astra o "alma dividida" para Yrina. Y las sillas reprodujeron una conversación que acaso llegase entre los dos espectros que les habían dado la bienvenida, negociando una paz que fracturase el Imperio para siempre en cuestiones religiosas, construida sobre la pérdida, la muerte y la desesperación. Y una segunda conversación, en que un Sigmund Drual muriendo solicitaba a un Lázaro mayor que tomase su puesto como Patriarca para poder deshacer todo lo que había ocurrido y tratar de reunir a la Iglesia en su doctrina novedosa. Ninguno de los tres senderos gustaba a los que los escucharon, las visiones incompletas y fraccionadas del único que había roto las barreras que limitan la percepción temporal humana gracias a su prodigioso suero. Pero Munir ibn Tarif y su misteriosa senda aun guardaban un último as, pues él mismo apareció ante el grupo mientras este se encaminaba de regreso. Y les habló, desde el mismo lugar pero un tiempo muy lejano, acerca de cómo el futuro no sería ninguno de los tres vistos, pero tendría los elementos de esos, en base a las decisiones que se tomasen. Que si él había tenido que perder su vida para reencontrar su alma, ellas tendrían que arriesgar ambas en una senda de la que dependía el porvenir de toda la humanidad. Y que, si todo había salido como debía, algunas personas quedarían de su sangre con el don del suero en sus venas, que acaso pudiesen ayudar. Esos pasillos colapsaron al poco de cruzar de nuevo la puerta alimentada por lava, pero todo viviría en las grabaciones de Astra, que pensaba acaso usarlas para crear un nuevo camino entregando aquella información a Kamina, aunque Yrina no estaba del todo de acuerdo con aquella senda, demasiado peligrosa quizás. Terminado el tiempo de portentos y profecías, ¿quien sería capaz de diferenciar lo que eran ilusiones ciegas, de los pasos innegables del porvenir correcto? Sin duda no el Decano Maaravan, aun trabajando con los suyos en los grandes portones, dejando tiempo a que las otras explorasen la puerta opuesta, que reveló extraños aposentos y salas hechas para ver con una percepción que no era las que ellas tenían, donde en tiempos antaño habían vivido varios cientos de personas. Finalmente, con la fuerza de la psíquica, el enorme portón fue abierto, revelando amplios túneles por donde otrora habían circulado los trenes maglev que conectaban los distintos complejos de la vía de Tarif, como reveló el mapa allí encontrado y que acaso, para el Príncipe Al-Malik fuese lo de mayor valor por encontrar. También se abrió el otro gran portón, colapsado tiempo ha bajo cascotes y piedras, pero aunque transitable recorrer aquella senda sería complicado y lento.
Y aquí, de momento al menos, debemos dejarles. Pues si bien habían obtenido respuestas a preguntas que acaso no se hubieran formulado, ahora deberían tomar complicadas decisiones sobre sendas vislumbradas, de masacres y presagios. Ya que no hay duda que los pecados de los padres siempre se visitan sobre sus hijos y aquellas dos sendas tan distintas no eran más que el resultado de los terribles legados de ángeles y demonios. Pero ¿cómo diferenciar unos de otros?
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