Tiempo de Exaltados 51: La senda de la grulla y el pincel
La Creación lentamente se recupera de haber estado al borde del colapso y la destrucción, pero aún son visibles los efectos de los terremotos causados por el desequilibrio del mundo, los cadáveres siendo enterrados por los afectados por las plagas, la pérdida de profundidad del Mar Interior... Y aún con ello, el comercio sigue fluyendo por los ríos y en Yu-shan, nuevos dioses toman posesión de antiguas oficinas, preparados para restaurar su parte del Orden Celestial.
La Corona del Mundo lleva a los solares y sus aliados hacia el frente de batalla de Thorns, pues con su recién conseguido poder, es hora de dar fin a aquella terrible guerra, la más dañina desde tiempos de la invasión feérica tras el Contagio. Allí, las líneas de vivos y muertos llevan semanas combatiendo hasta que la zona de guerra se ha convertido en una tierra de muerte devastada por las armas usadas, llena de cadáveres animados por enésima vez para seguir luchando, y de tropas veteranas pero agotadas. Pero la maldición de los siderales a que los solares y tantos otros fueran considerados anatemas ha desaparecido y las tropas reciben con alegría la llegada de nuevo de los solares, mientras muchas de las antiguas rencillas y enemistades van lentamente desapareciendo.
Algo reforzado por el discurso que Jun pronuncia ante todos, usando la magia de Sagrest para amplificar su voz. Pero incluso ese pequeño prodigio mágico, hecho desde la seguridad de las líneas propias y en el interior del castillo volador, es respondida por la muerte misma, intentando debilitarla. Infructuosamente, sin embargo, pues el sol brilla con más fuerza que nunca y, en los campamentos y campos de batalla que se extienden durante kilómetros, los vivos cargan de nuevo con ahínco y fuerzas, con energía y valor, bajo el influjo de la Canción del Verano y la arenga del Eclipse. Las espadas chocan contra el hueso, los conjuros se enfrentan a la necromancia, mientras warstriders y golems de carne vuelven a encontrarse por enésima vez frente a frente para la batalla final entre la vida y la muerte.
Y al frente de la misma, volando sobre Meng, los solares se disponen a liderar el combate tomando y derrotando al terrible constructo de carne conocido como el Juggernaut, sobre el cual aun se veían las ruinas de la manse de Máscara de Invierno. El combate fue feroz, pues la monstruosidad no era inteligente, pero era extremadamente poderosa en combate. Su tamaño masivo era demasiado grande incluso para los poderosísimos hechizos de Sagrest, que fueron dejando cráteres en el campo de batalla e intestinos goteando ícor allá donde dañaban al monte de carne; del mismo modo, la Canción del Verano que cantaba Jun no solo se oponía a la del Invierno sino que devolvía a algunas de las partes de la monstruosidad a su naturaleza original como los cadáveres de las personas que fueron usadas en su construcción; también Ventura causaba enormes daños a la criatura, no solo con sus propios ataques de sombras, sino devolviendo los de la monstruosidad para que se hiciera daño contra si misma. Y los embites de Haz Argenta y Xiao Baozi, los poderosos golpes de Guerra, la danza sutil de fuego de Aurei y los certeros golpes de Ullr y Lagertha... todos ellos combinados fueron debilitando a la monstruosidad, colina a colina, tentáculo a tentáculo. Pero aún con todo ello los ataques de la terrible afrenta a la naturaleza que era el estúpido Juggernaut no cesaban, y su terrible fuerza podría matar a casi cualquiera de ellos de un único golpe, y de hecho incluso devoró para siempre la sombra del warstrider de Jun que fue animada por Ventura para proteger de uno de sus más brutales golpes, y la máquina de guerra jamás volvería a proyectar sombra alguna.
El daño a la monstruosidad fue tal que la propia realidad se quebró y fantasmas y espectros salieron por la brecha, destruidos al instante por los conjuros duraderos de Sagrest. Pero también, desde lo alto, comenzó a descender sobre una escalera de huesos Máscara del Invierno, con su séquito de Nemesarios. Y sus palabras fueron poderoso veneno, alentando a las ambiciones de los solares a que se le unieran y disfrutasen del poder de la muerte a su lado como reyes. Sus palabras, poderosas y seductoras, hubieran condenado a todos a una eternidad en el gobierno y la oscuridad de la nomuerte, de no ser por el poder de Jun para deshacer su mandato con el poder del sol. Y el eclipse contraatacó con sus propias palabras, mientras seguía combatiendo a la mole monstruosa, argumentando con decisión y habilidad para lograr sacar a Rostro del Verano a la superficie y la antigua solar lo logró, sin las ataduras de la máscara que hacía tanto había logrado robar Ventura. Pero mientras la batalla contra la monstruosidad llegaba a su final bajo los nuevos conjuros y golpes de Sagrest y los embites de Ventura y las argucias de Lagertha, la destrucción desatada por los tres lunares, la terrestre y la sideral, en lo alto los nemesarios se arremolinaron al rededor de su maestro para intentar someter de nuevo a Rostro del Verano ante el dominio de Máscara del Invierno.
Se produjo entonces la titánica batalla de magia y palabras por la voluntad de un alma, el combate que decidiría el porvenir de todo el polo de la madera no sería luchado con espadas sino con la gracia de la grulla y la elegancia del pincel de escribir. Y entre argumentos de un lado y de otro, entre las magias de los nemesarios y los contraconjuros solares, al final Rostro del Verano prevaleció el tiempo suficiente para deshacer todo el trabajo de Máscara del Invierno. Las hordas de nomuertos, los ejércitos de espectros, los terribles golems de carne y las monstruosidades voladoras se deshicieron en polvo una vez que la magia que los animaba desaparecía, y aquellos más poderosos huyeron de vuelta al Inframundo dejando a solas a los pocos abisales que quedaban, a merced de los ejércitos de vivos.
Y en lo alto de la torre se produjo una trágica reunión, entre Rostro del Verano y Jun/Zhiyuan, pues la antigua Cenit estaba traumatizada por su tiempo en la profunda oscuridad de la nomuerte. El cenit lidió con ella, tranquilizándola en un abrazo extraño e incómodo, mientras Ventura ideaba un plan para el que necesitaría tiempo. Sagrest le daría ese tiempo, dirigiendo una plegaria al Sol Invicto para que mantuviese a Rostro del Verano en control un poco más, mientras el noche desaparecía para aparecer en el Nexo de Encuentro y, teletransportarse desde allí velozmente a su propia tumba. Al lugar blanco y negro donde Tinta Negra se había suicidado para quitarse toda su parte negativa y quedar puro. Un ritual fallido para el antiguo solar, que no esperaba morir en el proceso, pero que serviría perfectamente para Rostro del Verano, librándola del tormento de la nomuerte y permitiéndole regresar a la Rueda de la Reencarnación. De camino a allí, la antigua cenit les habló de cómo para dominar el Inframundo y someter a los Nonatos no podían servir los solares, ellos eran reyes de la Creación y no del abismo de la muerte, para ello sería necesario convencer y reclutar a los abisales pues ellos eran quienes tenían el poder de dominio sobre el reino de los que yacen sin reposo.
Finalmente se reunieron en la tumba de Tinta Negra para el funeral de la antigua solar convertida en Señor de la Muerte, y las palabras de aliento y despedida se pronunciaron. Y ella, regia como la reina que una vez fue, pidió a Xiao que cuidase y protegiese a Jun y le deseó a este que le perdonase por haberle fallado tantos siglos atrás. Con ello, se dejó guiar por Ventura hacia el centro de la sala, apartando las sombras de la propia negrura de Tinta Negra a su paso, donde la Daga Doble de Luz/Sombra les aguardaba. Y con firmeza pero también dulzura, el noche empuñó el arma y perforó el corazón de Rostro del Verano, dándole con ello el descanso que merecía... y liberando toda la Nomuerte condensada en su interior.
El combate por venir hubiera sido verdaderamente terrible, pero el poderosísimo espectro, la naturaleza real del Señor de la Muerte, no podía iniciar el combate ante el imparable sello del Eclipse. Así que recurrió a las palabras, provocando a los solares para que entrasen en la Gran Maldición e iniciasen ellos la lucha, pero sus palabras cayeron en oídos cerrados y la firmeza de la voluntad de los presentes no flaqueó. Y allá donde los argumentos de Jun no fueron suficientes y Sagrest se aprestaba al combate por si se desencadenaba, fue Ventura el que logró intimidar a la muerte misma y convencerla de regresar al Inframundo a donde irían a buscarla en el futuro para luchar en su propio terreno y su propia forma.
Pero eso sería en el futuro, hacía falta investigar las propiedades de ese lugar, y al misterioso agente de los nonatos que había creado a Máscara del Invierno. Y quedaban viajes por Malfeas y otros reinos, y reordenar la Creación. Todo ello, sin embargo, debería esperar a después de los festejos, pues los vivos habían derrotado a los muertos, y el polo de la madera estaba finalmente libre de los tres grandes enemigos de la Creación: las hadas, expulsadas y derrotadas en batalla; los demonios, vencidos con argucias; los nomuertos, vencidos con palabras.
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