Edad del Fuego 31: Purificación en el pecado


Algunos justificarán la personalidad de Pietre Vladislav Decados como resultado de una crianza sin cariño, o a las palizas de su padre para enseñarle "carácter" y "fuerza". O quizás responsabilizarían de ello a las brutalidades que vio durante la guerra a tan tierna edad, aunque el Príncipe fue el que causó buena cantidad de ellas. Sin embargo, al gobernante de la Casa Real esas cuestiones no le preocupan ni le importan, él está orgulloso y cómodo con quien es y con haber triunfado contra la única cosa que su padre, el maestro del miedo, realmente temía: la Oscuridad. No solo la exterior, nosotros, sino abrazando la que reina en el interior del corazón de los mortales con la determinación férrea con la que hace todo, pues a sus ojos, la verdadera y terrible oscuridad es la que anida en las almas de la gente, no los demonios de los espacios vacíos.

Y un poco de esa oscuridad, la que vive en la crueldad y la miseria mundana, es la que iban a encontrar Lázaro y Astra, sin saberlo, cuando partieron a encontrarse con el abad del Monasterio de los Diez Sellos, Francisco Valdern. No porque el historiador eskatónico, con su millar de manías, fuese a causarla ni mucho menos, el hombre estaba preocupado por el devenir del futuro no visto en profecías sino en dinámicas previsibles: el inevitable alzamiento de una terrible Tercera República sobre la fuerza de un Imperio unificado. Quien había actuado muchas veces como consejero en ciertos asuntos para la Emperatriz, se ofrecía como un aliado en los tiempos por venir, cuando hiciese falta, pues los enemigos empezarían a reunirse alrededor de los dos jóvenes ahora que empezaban a resultar actores de importancia en la corte imperial. Astra no temía la llegada de una república sino que pensaba que acaso la consolidación del poder diese lugar a una dictadura, y se planteaba la pregunta de si no sería mejor para todo el mundo traer un eskaton cuanto antes y reunirse con el Pancreator en el Empíreo. Una pregunta que aún dividía a la Orden mistérica en torno a su respuesta, sin duda, aunque el Abad Valdern creía que la humanidad cargaba demasiados pecados como para que el eskaton resultase en un venturado final en aquellos momentos. También Lázaro introdujo acertadas reflexiones sobre el pecado y la historia, un tema en que tanto él como el abad se perdieron un buen tiempo de conversación. Y, al final de la entrevista, reunidos con Jabir y con un inesperado aliado de su lado, salieron de la abadía para encontrar a cuatro matones dispuestos a hacerles daño, claramente salidos de los más bajos barrios de Byzantium Secundus.

Mientras tanto, en Stigmata, Yrina llevó a Macarena, Manuel y Wulfgar a un paseo para que conociesen la ciudad. La tensión ante una posible invasión se palpaba en el aire, la inminencia de una guerra fratricida que se aproximaba cada día se desataba ya en peleas en bares y calles. El Muster tenía gran presencia por aquel entonces, esperando contratos y oportunidades, algo que la Obun tomó nota por si llegaba el momento de que fueran necesarios. Comieron juntos en el mejor restaurante de la ciudad, el Apetito del Guerrero, con sus elegantes decoraciones militares y sus mesas esparcidas para dar intimidad a los distintos grupos. En una mesa, avanzada su comida, estaban unos altos oficiales de la Guarnición Imperial, en otra comía solo un miembro de clara riqueza del Muster. Y en la tercera se sentaron ellos a comer y a planear, pues Yrina quería adentrarse en la selva al este a visitar a Cornelius, que guardaba el lugar donde Antonia había hecho su ritual. Pero aquella posición, en el frente, era potencialmente peligrosa para los que allí viajasen, y Macarena pensaba no ir para no arriesgar a Manuel a una empresa como esa. Sin embargo, el propio heredero tenía su propio plan para usar su posición y conversar con la Almirante Hazat al mando de la Guarnición Imperial en el planeta y poder negociar alianzas y tratados que ayudasen a la causa de la alianza con los Hermanos de Batalla. Así que Macarena, Yrina y Wulfgar viajaron hasta la selva del este, donde encontraron un pequeño campamento de los Hermanos y de la Orden Eskatónica, encargado de entender lo ocurrido con el huevo del mundo y el ritual. Y tras el reencuentro emotivo con Cornelius e investigar del Sabio Fieedlum lo que la Orden había encontrado, contribuyeron usando sus poderes para notar el alivio que el lugar emanaba ante una tragedia evitada. Fue tras la comunión, cuando el bosque a su alrededor comenzó a vibrar y a moverse de manera imprevista.

Los cuatro matones que esperaban a la puerta del Monasterio de los Diez Sellos no fueron rivales para las incendiarias palabras de Lázaro ni para la volante amenaza de denuncia de Astra, y rápidamente revelaron que el Alguacil les había enviado. Usando el sello inquisitorial, Lázaro les unió a su séquito como los Redencionistas, y juntos viajaron a Sitio de Mierda, el slum más cercano a donde se encontraban, localizado en la orilla de la isla. Antes, sin embargo, se les unió Rauni, preocupada y enfadada porque alguien hubiese osado molestar a su hermana justo cuando ella no estaba cerca. La comisaría del Alguacil era un antiguo edificio de la Segunda República que resistía estoicamente los embates de las continuas olas y crecidas del mar, convertido en un refugio de drogadictos y traficantes con placa de la guardia. En medio de esa abyecta pobreza, el propio Alguacil era la peor clase de persona, la que no tuvo nada y cuando le dieron un poco de poder lo usó rápidamente en su propio beneficio a base de explotar y abusar de los más indefensos, aquellos que más le necesitaban. Crecido e ignorante, les recibió en el despropósito que consideraba su despacho, donde demostró ser demasiado estúpido para saber siquiera quienes eran aquellos que había mandado atacar, ni creerles cuando estos se lo dijeron. Y entonces, las cosas se descontrolaron, pues Astra en broma llamó a su padre mientras el Alguacil se ponía violento y como Lázaro mandó que los Redencionistas le detuvieran, este sacó una pistola. Todo lo demás sucedió en un instante: Rauni saltando sobre la mesa para partirle la nariz de un puñetazo, los matones reduciéndole y Seth apareciendo en mitad de la sala y reduciéndole a pulpa con sus poderes. Obviamente, yo fui el encargado de que pudiese llegar allí el antiguo Consejero Imperial, preocupado y enfadado de que alguien le pudiese hacer algo de daño a su hija, igual que antes de que pudiese descomponer al Alguacil me encargué de leer su mente como siempre hago. Lázaro ante la brutalidad, igual que Jabir, tuvieron una fuerte reacción de incomprensión y horror, mientras Astra intentaba hacer entender a su padre que aquel hombre no era una amenaza real, que solo había sido una forma de demostrar un punto, casi una broma. Y antes de que me echéis la culpa, yo ni le sugerí lo más mínimo que hiciese falta pedirme un favor, salió directamente de él como siempre, aunque he de reconocer que me alegro porque, como dijo una antigua celebridad, por Astra ma-to. En cualquier caso, le revelé que al Alguacil le había asignado esa misión el Barón Vartyl Cameton, el señor de aquellas tierras, y mientras el padre regresaba de modo habitual a la sede de los Talebringers, sus descendientes y amigos viajaron a la torre castillo del noble a continuar la conversación interrumpida por la carnicería. Pero antes, Lázaro se detuvo con el párroco local para buscar una forma de ayudar a aquellas pobres gentes afligidas por las drogas (que él previamente había lanzado al mar) y encontró a un ortodoxo encargado de una parroquia que no tenía recursos para ayudar a toda esa población, con lo que tenía que concentrar aquellos pocos que tenía en intentar ayudar a los infantes a tener una vida mejor, lejos de toda aquella corrupción, violencia y decadencia. Así que el inquisidor, que inicialmente había ido a exigir explicaciones, pronto vio la magnitud del drama humano que se produce en los slums de Byzantium Secundus y comenzó un proyecto de buscar apoyos y ayudas de la Iglesia para ayudar a aquellos que la luz del Pancreator parecía haber olvidado, mientras Astra luchaba contra la idea de la respuesta más práctica: lobotomizar a toda aquella población. Lo que sí que no tuvo dudas alguna la muchacha fue de organizar un encuentro con las Águilas Férreas, una compañía mercenaria del Muster de renombre, de entre los cuales contrató a un buen grupo para eventualmente actuar como sus guardaespaldas y protectores de su futura nave hospital.

Mientras tanto, los Hermanos de Batalla se preparaban junto a los Eskatónicos para el inminente ataque simbionte del bosque, pero no estaban preparados para que el árbol más cercano desarrollase algo que intentaba ser una cara, y hablase con el sonido de hojas arrastradas por el viento. Y menos aún para que hablase de agradecimiento, y de que ellos protegerían Stigmata cuando llegase el momento y que hasta entonces habría paz. El enemigo brutal durante más de un siglo, transformado en aliado temporal, pues la guerra regresaría innegablemente. Tras entregar aquel extraño mensaje, el árbol regresó a su estado anterior y todos los aparatos de investigación dejaron de registrar ninguna actividad metafísica en el lugar. Incluso la reliquia ukari de Kordeth parecía haber perdido temporalmente su energía, como descubrió Macarena. Así que regresaron rápidamente a la ciudad a informar a la Maestre Theafana y a recoger a Manuel al que encontraron en una taberna después de haber tenido cierto éxito en su misión diplomática y, entre bromas y pieques, acabó besando a Macarena. Juntos fueron a ver a la Maestre que fue tan sorprendida con lo ocurrido como todos los demás, pero era consciente de cómo aquello podía cambiar toda la posición de los Hermanos en la Cruzada. El problema, como señaló la Maestre, era que convencer al Gran Maestre y los dirigentes de De Moley de lo ocurrido y de la sinceridad de los simbiontes era muy complicado, pues no había pruebas de nada de todo aquello. Pero eso no desanimó a Yrina, que solicitó permiso para visitar el monasterio principal y llevar con ella a Cornelius. Lo que no consiguió fue que la Al-malik le ordenase hacerlo, por cuestión de diferencia en el entendimiento de los votos que ambas habían juramentado. 

El Barón Vartyl Cameton no se encontraba en la torre de tiempos de la Diáspora que era su castillo, sino en una discoteca de sus tierras que había conseguido bastante renombre, conocida como el Ojo del Dragón. Allí lo encontraron en la parte de arriba, con el sonido de la fuerte música atenuado, en compañía de su esposa, un miembro de la Iglesia de cierta relevancia y varios de sus caballeros, todos ellos disfrutando del alcohol, la música y algunas drogas. El encuentro, que inicialmente esperaban que fuera complicado y tenso, resultó muy diferente a eso, pues los nobles se encontraban allí divirtiéndose y nada sabían de lo que había ocurrido. Para sorpresa de todos, mientras el Barón bailaba con su esposa, uno de sus caballeros reveló que el noble no había ordenado ataque alguno a los dos, sino que se les entregase un mensaje de su parte, y debía haber sido el Alguacil quien había malinterpretado las palabras con su zoquedad evidente. Pero eso no quitaba que se había cometido un asesinato con uno de los siervos del noble Cameton, aunque se acordó olvidarlo del mismo modo que se olvidaría el insulto de atacarles frente al monasterio. Aunque mal, el mensaje para organizar un encuentro había tenido éxito, y de esa conversación salieron algunas posibles formas de intentar allanar las diferencias entre el trono imperial y la Casa Cameton. Y después, ya de vuelta en la sede de los Talebringers, Astra organizó una pequeña fiesta con amigos y cortesanas a la cual Seth se unió por su cuenta. Y la joven dejó una pequeña sugerencia a Lázaro para que se reuniese con ella esa noche en su dormitorio, pues dejaría la puerta entreabierta. Sin embargo, cuando el joven se disponía a acudir al encuentro, encontró a su padrino vigilando la puerta y, guasón, le envió de vuelta a su dormitorio con un mensaje silencioso pero claro: no con mi hija, no en mi casa. Era una prueba que yo sabía que el inquisidor iba a superar, Seth no tenía esa certeza pero siempre se le dio bien juzgar a las personas, así que cuando se retiró tenía la seguridad acertada de que el joven esperaría unos minutos antes de intentar colarse de vuelta en el dormitorio donde Astra lo esperaba. Y si no hubiese tenido el valor, bueno, entonces habría demostrado no merecer a su pequeña estrella.

Antes de viajar a De Moley, el otro grupo fue a visitar a la abadesa Baskerville de la Orden Eskatónica, para solicitar que el Sabio Fieedlum se les uniese como testigo de lo ocurrido con los simbiontes. La abadesa era extraña, no al modo maniático y tierno de Francisco Valdern, sino de una forma mucho más incomprensible, con sus extraños experimentos de sangre y sus calaveras tecnológicas flotantes. Aún con sus enigmas y misterios, estuvo dispuesta a colaborar y el Sabio acudiría con ellos al astropuerto para partir hacia De Moley junto con Cornelius. El viaje, sin embargo, no fue carente de incidente, y uno peligroso, pues la nave fue detenida en Shaprut antes de poder saltar a Kordeth por falta de papeles y documentación. El Duque de Shaprut había rechazado el dictamen imperial y reconocía al Duque de Istakhr como Príncipe Al-malik y se inclinaba ante la Iglesia y la Cruzada. Visitar Kordeth, como habían hecho en el pasado, requería autorización del Príncipe y estos no reconocerían los documentos firmados en Criticorum. Los primeros subterfugios, haciendo que Wulfgar se hiciese pasar como el encargado de la nave ya que era miembro de la Casa Eldrid, demostraron fallidos, igual que el intento de negociar de Astra por la radio. Mientras la joven en Byzantium Secundus intentaba conseguir una audiencia radiofónica con el Patriarca de Urth, Yrina se teleportó al exterior de la nave en su lado invisible para las naves Al-Malik y el resto de cosas peligrosas se escondieron en un compartimento, incluyendo a Manuel y Cornelius. Pues los Al-Malik habían ordenado un abordaje, y Macarena rápidamente tuvo que organizar el interior de la nave para parecer ella una ronin sin señor y Adriana una paje que la seguía. Todos en una simple misión gremial para llevar setas de Kordeth a Sutek. La inspección llegó sin demasiado interés, temían que la nave fuera espía pero podría ser simplemente fallo de rutina, pero lo que encontraron les convenció de que en efecto eran espías pero de su bando. Y el hecho de que el Patriarca en persona llamase al Príncipe de Istakhr para exigir que se liberase la nave, devolviendo con ello el favor por la salvación de Urth, convenció a los guardas y al servicio de inteligencia Al-Malik de que aquella tenía que ser una de las naves secretas del Synecullarum o alguno de los otros órganos secretos de la Iglesia. Una nave que ya nunca volverían a molestar, consiguiendo de ese modo la Suddenhammas un poder que nunca antes había tenido una nave vuldrok de la Casa Eldrid. Y lo que empezó como una ocasión de mala fortuna, una traba burocrática y una posible amenaza, acabó resultando en una oportunidad que les acompañaría en su viaje a De Moley y en todo lo que viniese después.

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