Edad del Fuego 34: Requiescant in Lumine

Los muertos guían a los descendientes de la Casa Chauki, ofreciendo una senda para la venganza y la justicia. Requirió tiempo y paciencia, pero la espera había llegado a su conclusión y la primera víctima de lo mismo fue Augustus. Ensangrentado, torturado, roto, el eclesiástico encontró su final en un sótano o mazmorra perdido de Iver, una vida trágicamente perdida que se sumaba a la larga cantidad de muertos que aquellos días se producían.

Mientras tanto, de camino de regreso a Castillo Furias, Lázaro tuvo una conversación con Macarena. Las cosas estaban demasiado dañadas con los campesinos y el inquisidor pensaba que se necesitaría más que un gesto para que la paz regresase a los mundos Hazat. Él creía que era preciso que el Príncipe abdicase en su hija, antes de continuar causando daños y división. Pero para la heredera de la Casa Durán, buscar la paz no podía hacerse unilateralmente, la Iglesia debería comprometerse a dejar de agitar el avispero y causar malestar entre campesinos y villanos. 

Fue con ese entendimiento que llegaron al palacio Hazat, donde Lázaro buscó al Arzobispo del planeta entre los invitados a la gran fiesta que, en honor a la fallecida Princesa, Juan Jacobi había organizado con todas las Casas finalmente reunidas bajo su techo. El Arzobispo, sin embargo, tardó en hacer su entrada y cuando lo hizo, llegó con su séquito y estuvo demasiado ocupado como para atender así al joven inquisidor. No así la Gran Inquisidora Luccana Iratia que departió con gusto con el joven inquisidor y este le comentó su plan de que el Príncipe abdicase. Pero en el palacio, en medio de la fiesta, tales palabras causaron conmoción y no era aquel el momento para tratar aquel tema. 

Macarena fue a cambiarse de ropa por una acorde a la fiesta, encontrando a Gurney en su habitación esperándola. El Maestro de Armas la saludó con cariño y efusión pero su encuentro se vio recortado por la interrupción de la madre de Macarena, que estaba estresada con todo lo que estaba pasando y les exigía que se diesen prisa con sus preparativos para bajar pronto a la recepción. Y cando Macarena sacó el tema de su rechazo al matrimonio con Leónidas Castillo, su madre le recordó que el deber de la nobleza era casarse para garantizar alianzas y beneficios políticos, especialmente en tiempos tan complicados.

Astra mientras tanto había tenido un plan para resolver la desaparición de las armas y encontrar a los conspiradores detrás del atentado contra el Príncipe Hazat. Si bien sus planes iniciales debieron ajustarse, finalmente consiguió que el Chambelán Mayor le diese acceso a la principal forja del planeta. Y allí, trabajando de noche a solas, comenzó a fabricar el dispositivo que, esperaba, le permitiría localizar las armas robadas.

Macarena encontró a Lázaro hablando con la Gran Inquisidora y se lo llevó a parte para transmitirle su enfado con la situación y su voluntad de suicidarse antes de contraer nupcias con el hermano del inquisidor. Dramática e intensa, al joven le llevó un tiempo tranquilizarla y convencerla de que había posibilidades para arreglar todo con tiempo... algo que, desgraciadamente, escaseaba, como atestiguaba el sonido de las trompetas anunciando la llegada del Príncipe y su familia y el comienzo del banquete. Uno que tuvo múltiples ocasiones de descarrilar, como por ejemplo durante los brindis en honor a la Princesa, cuando por política unos y otros empezaron a tirar de la manta a su favor y el enfrado de Juan Jacobi fue in crescendo. Pero Macarena evitó que la sangre se derramase enviando una nota al joven heredero Hazat para que distrajese a su abuelo. 

No sería una fiesta Hazat sin esos momentos, pero el más duro llegó al poco de que Astra terminase su invento y se incorporase a la fiesta durante los postres. Ante las miradas y soberbia de Leónidas, Lázaro besó la mano de su novia y su hermano mayor no se lo tomó bien. Cruzó el salón y abofeteó al inquisidor y le lanzó diversos insultos, pero Macarena rápidamente salió en su defensa como lo hicieron las palabras de Astra. Y, antes de que el oficial de la Armada Imperial entendiese qué estaba ocurriendo, se encontró batiéndose públicamente en duelo a primera sangre con la Durán. La habilidad de ambos espadachines hizo las delicias de los espectadores que seguían con atención el intercambio de lances, pero sería la espada de la dama la primera en morder la carne de su rival y, con ello, dar el duelo por sellado. Y para vergüenza del Duque Castillo, su heredero hizo toda una escenita para no tener que disculparse, algo que solo su padre pudo solucionar al ponerle en su sitio.

Se siguieron bailes y entretenimientos, conversaciones y chismes, como el romance inesperado que había encontrado Rosalía. Y fue durante estos que a la Duquesa de Hira la informaron sus caballeros de que sus tierras se encontraban bajo ataque de una turba de campesinos enfurecidos. Astra fue rápida en la reacción, conectado, gracias a las indicaciones de Gurney, con la Legión de los Conquistadores de Hira, un ejército mercenario de alquiler del Muster. Los contrató a todos por una cantidad exorbitante, para intervenir y pacificar la situación con la menor violencia posible, algo que contentaría a mucha gente cuando lo escuchasen. 

Lázaro por su parte tuvo una conversación con la Gran Inquisidora, ahora ya lejos de los oídos indiscretos, sobre la complicada situación de la Iglesia en los mundos Hazat, la cobardía del Arzobispo y los pecados del Príncipe. Pues, por mucho que lo quisiese justificar, su orgullo y temperamento le había llevado a asesinar a un Metropolitano que nada había hecho para merecer ese trato. Y tras ello, Lázaro se armó de valor para informar a su padre de que pretendía casarse con Astra, pero el Duque de Ptah-Seker no se lo tomó bien, aquello podía interferir severamente en los planes de Seth. Ni siquiera la intervención oportuna de la joven solucionó del todo el desaguisado, teniendo que ir juntos a la radio a buscar la aprobación de Seth. Pero el Gran Inventor no cogió la radio ni entonces ni en toda la noche, algo inaudito, y la preocupación afectó sinceramente a Lisandro Castillo ante la posibilidad de que algo le hubiese ocurrido a su gran amigo.

Mientras tanto, Macarena danzaba con el heredero Hazat ante toda la corte y en una de las vueltas y giros, entre piques y seducciones, el principito la besó públicamente. Algo aplaudido por la corte pero, cuando se trató el tema con el Príncipe Hazat, este se mostró contrario. Estaba muy bien el romance y esas cosas, pero el matrimonio era una cuestión política, de alianzas y pactos, un deber para con la propia Casa y, cuando se hacía bien, la recompensa era un matrimonio feliz con una pareja que te compenetraba, como había sido el suyo. 

Las noticias del desenlace de los combates en Hira llegaron próximas al final de la fiesta, muy avanzada la noche. Eran buenas nuevas de los combates, pero el muchacho que permanecía en el castillo había desaparecido. Y para Astra, eso señalaba claramente que era la Casa Chauki la que se encontraba detrás del asalto. Informar de ello a la Duquesa de Hira cuando ya estaba en la cama sembró las bases para las acciones futuras en esa línea. Y también informar a Ana Elena, la heredera de la Casa Hazat abrió puertas de intrigas por venir y acciones por tomar. Pues el tiempo apremiaba, las piezas se movían en sus distintos teatros y la realidad era que la sangre hacía mucho que había llegado al río.

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