Tiempo de Anatemas 33: La senda de lo mutable y lo inevitable

 

En los salones altos de Yu-Shan, El Cuervo en su trono de cadáveres y amores rotos, grazna con ira. Pues a su orden, lo inevitable comenzará a ponerse en movimiento, para que los cielos inicien la invasión de Great Forks con sus ejércitos espirituales. Inamovible como las hebras del destino forjado, Nombre Olvidado llega a la entrada de la casa de Synn, musitando una suave plegaria: "Anata ga kowaretara, watashi wa anata no ken ni narimasu"... "cuando te rompas, yo seré tu espada"

Pero su recepción ante los solares fue cualquier cosa menos tranquila, pues la indignación de Synn a que una desconocida irrumpiese en su casa solo se vio incrementada ante la inutilidad de sus esfuerzos por expulsar a la anciana herrera, elegida de Júpiter, la Dama de los Secretos. Sagrest no contribuyó a la tranquilidad de la necromante, y fue Jun quien al final impuso orden en el lugar y con eso pudieron surgir algunas preguntas para las cuales la sideral tenía respuestas. Su consejo, hacerse con un centro de poder, expresado como siempre con Nombre Olvidado, a través de suaves y elegantes acertijos. Su regalo para hacerlo, un fragmento de su espada, con el destino de cada uno de ellos escrito en él, una bendición de la Constelación Que Guarda los Misterios.

Llevaron a Nombre Olvidado a la taberna de Ventura, donde comenzó a entrenar en las artes de combate tanto a Lagertha como a Xiao Baozi, pues las antiguas artes marciales de los siderales estaban de pronto a la disposición del presente de nuevo. Y enseñó a Synn un charm de mando y guía, pues en sus palabras, "la reina carecía de colmillos", pero a cambio modificó su destino para que la cenit siempre buscase mejorarse. Con el regalo y la información que llevaba a desentrañar el acertijo que, tiempo antes, había enunciado el kenku en las arenas del desierto del Reino, camino de la manse de la Serpiente de Ojos de Rubí, partieron en busca de su hogar perdido en el distrito de Firewander.

Este permanecía encapsulado en una poderosa cúpula mágica creada por la rectora de la Escuela de Filosofía, Iolaran, pero alimentada con la esencia del círculo. Y contra esta barrera, enfurecidas sin límite, las Buenas Gentes atrapadas en el interior se batían y golpeaban, desafiando sus encierros y buscando extender el caos infructuosamente. Con la invisibilidad tejida por Ventura y su guía fueron recorriendo el distrito que se encontraba en pie de guerra, hasta encontrar el lugar donde las ballenas vuelan y los árboles gritan, al final de unas sendas de adoquines que tenían agitadas conversaciones. Pero el centro de la plaza, donde tiempo atrás sus espadas se habían cruzado con la de Sangriento Poeta del Destierro debido a que Nombre Olvidado había hecho que el abisal despertase al llegar a aquel punto y que así se cumpliese el enigma o profecía, era ahora un lugar peligroso pues el rey de las hadas, Arefindel, estaba pasando revista a sus tropas feéricas.

Así que abandonaron Firewander para seguir una idea de Synn, crear una nueva cúpula más pequeña que las hadas no pudiesen atravesar y así poder abrir la manse con seguridad. Para ello, además de aprender los secretos del ritual original de Iolaran, hacía falta conseguir hierro frío, algo que aterra y ofende a las Buenas Gentes con su mera existencia. Así pertrechados, Sagrest y Synn comenzaron el ritual en el centro de la plaza. Pero tanto orden mágico atraería la atención de las Hadas, que habían terminado su inspección pero seguían en la zona, de modo que Jun puso en práctica sus nuevos conocimientos de hechicería para crear caos mágico alrededor del ritual y distraer la atención del fae. Y Ventura, que previsoramente había comprado una cantidad adicional de hierro frío, se dedicó a tentarlas y enfurecerlas para que le siguiesen inútilmente, distrayendo su atención de los ritos. Solo faltaba encomendarse a Júpiter, usando los fragmentos de la espada de Nombre Olvidado, antes de que, como había dicho la herrera, diese comienzo el futuro.

Fue así que, bajo el escudo mágico, la canción perdida de otros tiempos olvidados volvió a sonar. Y con ella, los solares descendieron mágicamente bajo el suelo de la ciudad, a la oscuridad inmensa de lo que era el centro del Hogar del Acuerdo, Baluarte de la Concordia... aquel sitio donde, otrora, sus predecesores se habían reunido cuando había que tratar asuntos importantes. En la inmensidad de su salón principal, rodeado por los más profundos abismos, comenzaron a brillar sus ánimas, iluminando las colosales estatuas de Ken no Shihai-sha, Okami, Yueh, Tinta Negra y Zhiyuan. Pero también las señas de la luna y las estrellas y los elementos. Cada una de ellas, con una entrada del otro lado del inabarcable vacío sin fondo. 

Pero el brillo de sus auras fue tal que erupciones solares fueron visibles en el ánima de Synn, iluminando el puente del cenit frente a la estatua de Okami. No sin que antes descubriesen que, aunque buena parte de la manse carecía de energía, no así algunos de sus sistemas de defensa, pues la estatua de Ken no Shihai-sha abrió sus ojos y potentes rayos de luz solar surgieron, destruyendo la espada infernal de Sagrest tan pronto este la desenfundó. 

Decididos, atravesaron el puente, adentrándose en los Salones del Mediodía, llenos de consolas y dispositivos apagados y sin energía. Cámaras enormes y gloriosas, esperando pacientemente. En el centro de las cuales, El Tribunal de las Cien Verdades, silencioso, con el antiguo orbe de Okami esperando en su interior, tal y como tiempo atrás habían visto en las estatuas de Jiara. Sagrest, intencionadamente, buscó picar a Synn, que pronunció en el lugar las palabras necesarias para iniciar un juicio, por primera vez en más de un milenio. La sala cobró vida mientras que, de modo natural, Jun se convirtió en el defensor de Sagrest y Ventura en el fiscal, como solían hacer en tiempos pasados sus anteriores versiones. Al final, el caso fue desestimado por falta de pruebas, pero empezaron a ver los poderes que contenían los Salones del Mediodía.

Pero lo que buscaban era reactivar el poderoso Motor de Creación de la manse, y para llegar a él Ventura caminó hasta el borde del puente del mediodía y se lanzó al infinito abismo bajo el mismo. Los demás, ante lo ocurrido, titubearon, indecisos, sin la ayuda de aliados y espíritus con los que solían contar. Tras pensar y elucubrar, fue Sagrest quien, tras transformarse en piedra, se lanzó a las profundidades, seguido de Jun. Solo Synn permaneció en el salón principal, preparando un dispositivo que le permitiese descender con seguridad.

Lo que ninguno sabía era que una fuerza casi maternal les recogía en el descenso y les llevaba apaciblemente a los senderos y vías de la maquinaria de la manse. Secretos antiguos y olvidados alimentaban unos dispositivos que permanecían a la espera y que Ventura fue explorando hasta llegar al nudo central, el poderoso Motor que apenas se encontraba durmiente. Encontró a Sagrest y Jun poco después, convencidos cada vez más de su propio poder y fuerza, pues en aquel baluarte de la Primera Edad todo era posible. Entre los tres le dieron voluntad a la maquinaria para que recobrase su actividad y tremendas cabezas de dragón emergieron de las paredes aferradas a gemas de energía y dieron fuerzas al Motor que, con una explosión de energía, fue reactivado. Y, con él, el Baluarte de la Centro del Acuerdo y el resto de salones de la manse regresaron a la vida, como descubrió Synn que permanecía arriba, mientras tronos y dispositivos emergían por todos los lugares y el sol mismo parecía iluminar aquellas estancias subterráneas.

Reunidos todos en la parte superior al pensar en estar allí, una nueva discusión entre Sagrest y Synn desató la Gran Maldición de la hechicera, que inició un juicio allí mismo sin prestar atención a consejos o guías. Iracunda, marchó al Tribunal para condenar a Sagrest, que rápidamente cruzó el puente del atardecer en dirección al Salón de la Puesta del Sol y la Maquinaria del Infinito. Su ánima, completamente despertada, mostraba su brillo de una armadura de tecnología olvidada, mientras caminaba hacia los salones de toda potencialidad, donde el anillo de Yueh volaba apaciblemente. Temporalmente intentó apoderarse del mismo pero este quemó el dedo cuando se lo puso, de modo que se centró en investigar lo que venía buscando. Y, al pensar en ello, una antigua biblioteca cobró existencia con los libros de investigaciones y tratados que la antigua Atardecer había escrito en torno a la Gran Maldición... y cómo había descubierto que la única forma de sacar a Okami del estado de Juez era permitiéndole juzgar y sometiéndose a la sentencia.

Con su ánima de sombras danzantes con el perfecto e inmaculado brillo suyo en el centro plenamente despierta, Ventura cruzó su puente en dirección a los Salones de la Noche. El espacio al que llegó, el Testamento de la Sabiduría Innegable, en el centro del cual flotaba su antigua máscara, rodeado del perfecto lugar de aprendizaje y comprensión, de meditación y filosofía. Pues aquel era un lugar donde comprender y ejercitar la virtud. Se colocó la máscara y comenzó a conversar con la conciencia de la misma y de la propia manse, despertada al reactivarse el Motor de la Creación. Así fue como forzó a Pai Mei a someterse finalmente a su voluntad, pese a encontrarse lejos de allí, en el Filo de la Virtud. De ese modo, casi profético, anunció a sus seguidores que el Maestro había regresado. Y fue así también como observó la carnicería que había tenido lugar en la superficie de Nexo, pues al reactivarse el Motor de la Creación las hadas que una vez habían habitado Firewander habían sido destruidas. Y también pudo observar lo que ocurría en los Salones del Mediodía.

Finalmente, envuelto en su ánima de palabras con halos solares y de luz reflejada por la corona del sol, Jun cruzó su propio puente hacia los Salones del Eclipse. En el centro de ellos se encontraban los Jardines de la Entidad Trascendente, y en su núcleo, sobre un dragón de fuego de nombre Esclavo Inútil Sirviente Derrotado, flotaban los pergaminos de atadura que una vez fueron de Zhiyuan. Y a su alrededor, en el masivo espacio, tierras y lugares donde elementales y espíritus de todo tipo pudiesen sentirse cómodos y tranquilos, pero también donde pudieran ser atados y sometidos a la voluntad del solar. Pues Zhiyuan forjaba pactos con los voluntarios, pero no dudaba en someter a aquellos que osasen llevarle la contraria. Así que, con la colaboración de Esclavo Inútil, Jun regresó hacia los salones principales, y de ahí hacia los del Mediodía, al enterarse de boca de Sagrest de que debía someterse a juicio de Synn para deshacer la liada que había iniciado conscientemente. Debía hacerse responsable de sus propios actos, como señaló el joven mercenario.

Y juicio hubo, esta vez con condena, en el Tribunal. Allí, fuera de si, Synn condenó a Sagrest a disculparse o perder toda su magia, y la poderosa maquinaria de la manse trató de hacer cumplir la segunda parte de la sentencia. Pero no hizo falta, pues el joven, arrepentido, se disculpó honestamente con la hechicera, cumpliendo así la sentencia y haciendo que la Gran Maldición se rompiese. Con Synn todavía hosca por todo lo ocurrido, fueron regresando hacia la sala central, donde Jun llegó la primera pues ya había dominado la habilidad de teleportación interna de la manse, un regalo de la antigua Yueh. Aprovechó ese tiempo para interrogar a Nexo, la conciencia de la enorme construcción, descubriendo que fue el Emisario quien originalmente había apagado el Motor de la Creación poco después de la Usurpación. Que el círculo antiguo de Sagrest tenía una relación de poliamor y a menudo había colaborado con el círculo al que él había pertenecido otrora, pero que las relaciones entre ambos círculos se habían ido enturbiando a medida que el otro se alejaba y la Gran Maldición se sentía más entre los solares. 

Ventura, al llegar, mostró a todos lo que estaba ocurriendo en la superficie, del mismo modo que descubrieron los poderes atados a las reliquias recién reencontradas, que les permitirían regresar a la manse desde cualquier confín de la Creación. Pero las maravillas de la manse aún no se habían terminado, sus mayores poderes aún debían ser dominados, y las salas de los lunares, siderales y terrestres aún estaban sin explorar, igual que los barracones y armerías de los Salones del Amanecer. Pero el tiempo, por entonces se acababa, y la superficie estaba convulsa con lo ocurrido. Habría tiempo en el futuro de continuar las exploraciones, hacer nuevas preguntas, obtener nuevas armas. Pues los solares regresaban a su centro de poder, a su hogar, y la Creación misma empezaba a darse cuenta de que ya no eran los débiles y los perseguidos, sino los reyes y reinas, los mensajeros y los generales. 

Pero, a medida que la cámara los abandona de momento en el Centro del Poder de la Madera, sube atravesando la tierra y nos muestra un panorama desolador. La carnicería de la plaza, donde alas de hada y patas de escarabajo se entrelazan en una dantesca escena. La llegada de los miembros del Concilio de las Entidades, de la rectora de la Escuela de Filosofía y tantas otras dignidades, pues lo ocurrido había atraído la atención de todos. Y en el centro de todo ello, invisible, la puerta abierta a las profundidades, incognoscible para los visitantes pues se hallaba bajo la protección de la Dama de los Secretos.

También vemos como la energía del Motor de Creación reactivado reverbera por todo el polo, desde el dañado motor de la otrora perdida Zarlath a otros motores en los límites, olvidados bajo la floresta infinita del polo de la madera. Todos ellos conectados y alimentados desde el centro, en la gloriosa Cuna de la Primavera, dando forma condensada y concreta, ya no negociable y mutable, a la Creación. Pero observamos además lo que ocurre más allá de los límites de la misma, en las profundidades del Caos, donde los reyes de las hadas se reforman de nuevo en entes caóticos, iracundos y violentos, dispuestos a declarar de nuevo la guerra a la Creación específica y llamando a sus huestes feéricas para la confrontación. 

Pues el futuro, al final de aquella Edad del Pesar, requiere fuego. Solo así puede llegar el atardecer de una edad y el nacimiento de otra. Y una de sus llamas se encuentra en el choque entre lo que cambia continuamente y aquello que está fijo y escrito. En el conflicto eterno, más antiguo que el tiempo, entre la Creación y la No Creación. Aquel que fue uno de los grandes campos de batalla de solares de otros tiempos, que de nuevo lo sería en el presente. Solo así, se puede dar comienzo al futuro pues el destino, como una espada, solo es útil en manos de quienes saben manejarlo.

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