Belle Epoque 6
París y Viena: una oportunidad para un mundo mejor
El Imperio Austro-húngaro, mi hogar, ha nacido recientemente y, como mucho en mis tierras, es fruto de una derrota. No es como Francia, sin embargo, un estado moderno y unitario, sino una colección de reinos y pueblos unidos bajo la corona imperial de Franz Joseph I. Al norte están alemanes y checos, al sur serbios y búlgaros, con austríacos y húngaros en el centro, e incluso algunos pocos italianos y suizos descolocados. Es una tierra de un millar de lenguas y tradiciones, punto de encuentro y paso de imperios y conquistadores durante milenios y, actualmente, la última línea de la cristiandad ante el Imperio Otomano en el sur, aunque la situación entre ambos sea actualmente una de paz; ambos son, a su manera, vestigios vetustos de otra era, más antigua, más primitiva y menos civilizada, como la del Zar Nicolas II en el este.
No vivimos ya, sin embargo, en esos tiempos de gloria sangrienta y olvidada donde mi propia Casa Belcredi fue creada. Y ningún lugar ejemplifica mejor eso que esta hermosa ciudad que todos compartimos. París, a lo largo de estos meses, se ha convertido en un hogar para mi, como lo hace para gente venida de todos los rincones del mundo: fotógrafas españolas, hombres de negocios británicos, cineastas italianos, cantantes que triunfan pese a haber nacido sin sangre de la alta sociedad, buscavidas holandeses y tantos otros. A todos nos ha dado la bienvenida con los brazos abiertos, seamos descastados o ricos, y nos ha brindado una oportunidad para encontrar espacios para conocernos y buscar acuerdos, sea en las tertulias formales de los clubes de caballeros o en las más animadas conversaciones en sus cafés y locales más audaces como el pronto a abrir Coco Bongo. He tenido la buena fortuna de conocer a muchas de estas gentes, entre ellas a la periodista y escritora Chloe Müller, y en nuestras conversaciones trabajando en un proyecto conjunto a menudo salen estas cuestiones y es ello lo que me ha animado a escribir esta carta.
Porque he aprendido que París es más que un lugar: es una idea. Una tierra de libertad, igualdad y fraternidad, donde el arte y la diplomacia buscan alumbrar un nuevo y mejor mundo con la colaboración de todos. Frente a los rumores de nuevas armas fruto del avance tecnológico y científico en ámbitos como la química o la balística, es necesario traer al frente ese legado ilustrado para evitar una tragedia de proporciones apocalípticas. "El sueño de la razón produce monstruos" pintó el español Francisco de Goya hace más de un siglo, y no tenía ni idea de hasta dónde puede llegar la ciencia en estos tiempos de avance y progreso. Ahora los horrores que temía van camino de convertirse en juegos de niños frente a las criaturas que podemos crear con conocimientos para los que quizás no estamos preparados como sociedades.
Creo firmemente en una alianza de pueblos y naciones, libres e iguales, compartiendo Europa y el globo terráqueo en paz y prosperidad. Y creo que si en algún lugar es posible realizar esa visión es en esta ciudad que puede ser el centro del mundo del futuro, lejos de los temores y horrores del pasado. Austro-hungría es una tierra de alianza de pueblos y naciones y la visita del Emperador Franz Joseph I a París puede ser la oportunidad para que Francia aprenda a gestionar la diversidad de una nueva manera; pero también, es la ocasión perfecta para que el gobernante austríaco vea el progreso de primera mano y descubra el valor del arte y la paz para crear un mundo mejor. Y así, su futuro heredero el Archiduque Franz Ferdinand pueda tomar un legado empezado por la Revolución, por Napoleón y tantos que han seguido, y ayudar a extender esta visión de luz por todos los rincones del mundo entero.
Quizás, entre todos, podamos evitar que las pesadillas de Goya se vuelvan realidad.
Maximilian Belcredi, miembro de la embajada Austro-húngara
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