Belle Epoque salto temporal: Escenas desde la balaustrada
René mueve lentamente el pincel sobre el lienzo, los fuertes contrastes de su pintura ilustrando la imagen de la madre llorando sobre la cuna vacía de su hija muerta por la enfermedad, la pose exagerada de la figura central mostrando el surrealismo del escorzo en un acto de profunda pena y humanidad. A su lado, Elise hace pequeños puntitos de colores que muestran un prado iluminado por un brillante sol e inundado de árboles en flor, figuras de animales y amantes campan a sus anchas en ese espacio de felicidad perpetua. Los dos intercambian una mirada tierna, cruzada sobre las paletas de colores tan distintas como ellos dos, pero igual de complementarias. Y con una sonrisa siguen dejando su creatividad libre, uno aprendiendo de las lecciones de Goya, la otra del creador Seurat...
Los colores de la escena se emborronan y cuando se presenta el siguiente retrato la pareja se encuentra sentada en la casa de ella, a la mesa. Los padres de Elise, los muy conocidos De Vries de Holanda, están sentados frente a ellos y les miran ceñudos por encima de los platos a medio comer de una cena formal. No parecen contentos. Y con firmeza y rotundidad, Daan de Vries se niega a que su hija contraiga matrimonio con un pintor pobre y sin futuro, más centrado en los estudios que en labrarse un porvenir. El amor no es importante para los padres de la pintora, que no pueden ser disuadidos de modo alguno...
De nuevo se entremezclan los colores para dar una escena nocturna en París, con los dos enamorados cogidos de la mano frente a una ventana donde golpea la lluvia. La negativa ha sido dolorosa, pero eso no logrará separarlos. Elise confía en que René logre convencer a sus padres con el tiempo y el trabajo, pues en modo alguno ella quiere casarse en secreto o en contra de la voluntad de los mismos. Así que esperará el tiempo que haga falta, sus dedos entrelazados con el cariño sincero de quienes tienen esperanza en que el futuro proveerá una oportunidad que ahora es invisible...
El salón del Louvre se muestra, bien iluminado con la luz de la mañana, sus cuadros revelando belleza sin par, ventanas a mundos de creatividad y originalidad sin par. René ha estado pasando de una de las obras a la siguiente, analizando, estudiando y aprendiendo. Aquí los trazos de Monet, allí los de Velázquez. Y ahora se encuentra frente a la reciente Pallas Athenea de Gustaf Klimt. El fuerte contraste entre su fondo negro y el dorado de la armadura y el casco, el realismo irreal, el simbolismo clásico. No es su estilo, pero hay algo que le intriga en esos trazos maestros, en esa vida que el pintor otorgó a la diosa que mira desde el lienzo. Algo nuevo y distinto en algo clásico y manido...
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¿Qué cómo es el día de un miembro de la embajada y a qué me he estado dedicando? Frauline, me sorprende pero me encanta la pregunta, aunque he de reconocer que probablemente no sea tan interesante como creéis. Primero, siempre está lleno de burocracia y papeleo, con las tareas administrativas ocupando más tiempo del que nadie querría dedicarles. Ocasionalmente hay ocasión para hacer algo más instructivo, pero comedidamente y con decoro pues no solo se hace en el nombre de uno sino en el de Bohemia y el Imperio. Organizar la venida del Emperador a París, la ópera nueva en el palacio Garnier, el elenco y sus preparativos, conseguir los materiales necesarios para los eventos que rodearán a su llegada... todo eso es agotador y me roba más energía de la que me gustaría admitir.
No todo es trabajo, por supuesto, o al menos no de esa clase. He estado viendo en ocasiones a la escritora Frauline Müller por un proyecto que tiene de una obra nueva ambientada en Austria. Y a Frauline Lecat para que entienda bien su papel como fundadora legendaria de mi querida Bohemia. ¿Celosa, Frauline? No lo estéis, mi corazón no pertenece a nadie pero es robado con facilidad, y compañía buena nunca falta. Pero justo esas dos damas tienen ya puestos en otros sus ojos y mejor no entrometerse en los asuntos del amor, es siempre demasiado farragoso y complicado y se interpone en lo bueno de la experimentación, el cambio y la vida.
Pero no toda compañía debería generaros esos celos que os ruborizan tan hermosamente. He compartido tiempo por ejemplo con Herr Proust, debatiendo en su hogar sobre toda clase de posiciones filosóficas y literarias. Y con otros como Herr Zola he discutido a menudo apasionadamente en un local cuyo nombre no debería decirse en compañía educada como la vuestra. También en otros clubes de debate y sociales he pasado tiempo, pues encuentro las conversaciones de los formados y los artistas completamente inspiradoras. ¿Sabéis del famoso director Herr David? He tratado de colaborar con su película en lo que ha solicitado de la embajada, aunque lamentablemente ha sido sin duda menos de lo que me hubiera gustado, pues mi tiempo y recursos escasean como os decía al principio.
Y, por supuesto, otros eventos y deberes de la representación imperial en París, como esta gala en la que nos encontramos. Aunque, si ya he satisfecho vuestra curiosidad, quizás podríamos continuar la conversación en un sitio más tranquilo donde la música no interfiera con la conversación, ¿no creéis? Seguro que sino la Florista pronto nos sacará el chisme de que nos vimos aquí y estando vos comprometida sin duda sería incómodo en los círculos sociales en los que os movéis.
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Trabajar nos hace libres. Y la libertad es lo que nos hace americanos. Es esta libertad la que traemos al mundo; un faro en lo alto de la colina que guía a otros países a ser mejores y a sus poblaciones esclavizadas a levantarse contra sus opresores. Por eso, en mis manos, estoy dando forma a unos eslabones para encajar a los pies de la figura. Según quien me lo vendió, el acero que estoy moldeando es de unos clavos sacados de la Bastilla. No se si es verdad, pero a mi me sirve. No importa la realidad, sino el símbolo, y la caída de esa prisión es uno perfecto para mi obra.
La gente no entiende mi gusto por la escultura hecha con piezas y restos. Suelen pensar que el arte debería ser en madera tallada o mármol labrado. Pero hay vida en estos pequeños materiales, tienen sus historias. Probablemente nadie compraría mi maltrecha águila en proceso, pero como es para mi, mi pequeño hobby, pues no me importa. Ella solo es una pequeña muestra de la libertad, quizás capaz de llevar a la emancipación de mi tiempo de ocio, simplemente.
Y no he tenido demasiado de ese últimamente. Así está mi habitación de hotel llena de partes de la estatuilla a medio hacer. Primero el viaje a Londres en busca de ampliar allí el mercado de petróleo. Luego al Ruhr alemán, quizás más dado a aceptar el riesgo y la innovación que los ingleses. Después que si cenas con magnates franceses; o charlas con industriales italianos y británicos sobre las posibilidades del petróleo de las colonias africanas y del medio oriente. Todo lleno de rituales y tradiciones apolillados y viejos. El continente entero parece atrapado por los fantasmas de su pasado. Incapaz de sacudirse el siglo XIX de encima, u otros anteriores, y darse cuenta de que ha empezado el XX.
No como mi pequeño águila con su bandera. Aun tengo que pintarla y llenarla de rojo, blanco y azul, pero ya es libre a su manera. Somos gente de la frontera ella y yo. Hechos a nosotros mismos, lejos de esos espectros que encadenan a otros. Una promesa de un futuro mejor que construir. Un universo libre de volar como los aparatos experimentales de los hermanos Wright. Iluminando el mundo como las bombillas de Edison. Y quizás, si mi viaje tiene éxito, pronto llevando la promesa del petróleo y sus infinitas innovaciones hacia una realidad innegable.
¡Oh yeah! La vida es buena y el futuro prometedor.
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Fumando espero, tranquila, a mi siguiente expedición. Arcos de firme piedra, paredes de resplandeciente mármol, mampostería de cómodo ladrillo, suelos de reluciente caoba. Cada una con su belleza y su utilidad, su funcionalidad y su engalano, decoran las calles de París como joyas dejadas caer por Dios sobre el mundo. He pasado horas dejándome seducir por el trabajo de siglos en Notre Damme, viendo como la luz danza a través de los cristales de colores de su rosetón y baña la nave de misterio y pureza. Normal que lugares como este inspiraran historias como la del jorobado, aunque aparentemente era un escultor en vez de un arquitecto.
Hace unas semanas, Mucha me acompañó en una de mis expediciones. He pasado más que unas pocas horas en su taller y me agrada su compañía y el continuo flirteo. A veces le dejo retratarme, pero siempre con algo de ropa, una mujer debe dejar un poco de misterio siempre al fin y al cabo. Tengo notable certeza de que no es hombre de una única mujer, igual que mi corazón pertenece al maestro catalán, pero el juego no nos lo quita nadie. Así que hasta que alguien se moleste ¡que nos quiten lo bailao, quilla! Creo que su forma de decorar con pintura la arquitectura puede usarse de algún modo en el Parque Güell que estamos construyendo en la ciudad condal, pero aun no se exactamente cómo.
Pero eso, que juntos nos fuimos a uno de mis viajes, ¡al centro de la tierra, como diría el fallecido Julio Verne, descanse en paz! Bueno, quizás no tanto como el centro centro, pero las catacumbas de la ciudad desde luego se sienten como otro mundo. Uno de piedra antigua, de secretos ocultos y reuniones clandestinas. Puede que fueran canteras antes de ser el osario que son hoy en día, pero ello no niega su belleza y lo tétrico de su entorno. Seguro que Becquer se dejaría llevar por su halo de muerte y descanso.
En cierto sentido son lo contrario a lo que el maestro y yo (y el resto del personal que trabaja en Barcelona) estamos intentando conseguir. Siempre me he preguntado cuál es la vida de las obras maestras después de que sus creadores hayan acudido a la puerta de San Pedro, como perduran más allá y huérfanas de sus padres deben aprender a vivir por si mismas en un mundo cambiante. Solo la Virgen del Pilar sabe cuántas cosas habrá visto la catedral de Sevilla, desde su tiempo como mezquita a su lugar ahora como templo, y cuántas verá nuestra Sagrada Familia cuando yo y todos los que estamos trabajando en ella nos hayamos ido. Estas catacumbas son el reflejo de ello, y con su paso de canteras a túneles y osarios han encontrado sentido en la profundidad, en lo oscuro, en lo oculto; mientras que nosotros trabajamos para alzarnos a los cielos y llevar con nosotros el alma de la humanidad, inspirada a alcanzar el más allá en este mundo.
Así que de momento fumo, espero, y sueño con tiempos por venir y expediciones que emprender.
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Técnicamente sería Shawthorn
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Un sonido puede cambiar una vida, una simple nota cambiar el mundo. Lo sé, porque me ha pasado. Fue el deslizar el arco por las cuerdas lo que me encaminó de adolescente, y lo que me permitió respirar en un matrimonio gélido. Y fue su música la que me permitió sobrevivir a la tragedia, a la muerte, a la pérdida. Darle una dirección, un foco, un sentido, algo más que la queja y la ira ante la amarga mano que Dios me repartió para este mundo. Porca miseria es un pensamiento que me acompaña a menudo, pero sin salida solo lleva al foso profundo de la melancolía. El violín me dio un lugar donde vivir apresada, pero también las herramientas para huir y ser libre.
Así que, lejos de los palacios y salones de conciertos, toco en calles y plazas, para devolverle al mundo esa libertad que yo he encontrado. Un allegro que sigue su crescendo en las calles de los barrios obreros, y los operarios de las fábricas se cargan de energía para sus días de labor y esfuerzo. Un adagio suave y romántico para las parejas que intercambian sus primeras miradas en los parques de la ciudad, para permitir que su amor se manifieste con fuerza. Notas capriccioso para los niños que juegan en la calle llenando el aire de risas y caos. Un lento lacrimoso funebre para aquellos que necesitan ayuda con su duelo, que bañan las calles de lágrimas y gemidos de dolor. Eroico, sotovocce, ostinato... piezas de toda clase conectadas con su legato al mundo de la gente que vive, siente y cambia. Mi propia música, no las partituras de los grandes compositores del pasado, sino mi sonido y mi sentir ante lo que tengo a mi alrededor. Improvisado y experimental, a menudo fallido, pero por primera vez mío.
Y ocasionalmente, alguien me deja alguna moneda en el estuche de mi violín. A veces un noble o un magnate, con capacidad de sobra y ninguna preocupación; pero la mayoría de las veces son las personas humildes, que nada tienen y aun así comparten sus migajas. La mayoría no me ve, apartan la mirada o permanecen absortos en sus cosas. A mi eso no me importa, como buena signora he sido invisible toda mi vida, es el orden del mundo. Pero aunque no me vean, me escuchan, y eso es suficiente para mi. Mis acordes, mis penas e iras, les tocan brevemente durante el tiempo que compartimos, antes de que nuestras vidas se alejen de nuevo cada una en su propia cadencia y composición.
Esos instantes son suficientes para decirles que les quiero aunque no les conozca. Que la vida está llena de miseria e injusticia pero se puede seguir adelante. Que pueden ser más de lo que el mundo les dice que son y sus sueños son valiosos. Que hay esperanza aún en el fondo de la tristeza, el dolor, la ira. He estado allí, lo se bien, son íntimas amigas en mi viaje; pero también se que hay un camino fuera de ese lugar oscuro, aunque a veces requiera arriesgarlo todo para empezar de nuevo lejos del hogar.----------------------
Dicen que la cuestión es ser, o no ser, pero las ampulosas palabras de Shakespeare no hacen más que retorcer e ignorar la realidad. No es cuestión de vida y muerte, de la grandilocuencia de los momentos épicos y trágicos, sino de qué vida y qué muerte tenemos. A todos nos llega el final, en soliloquio profundo o en silencioso abandono. Sombras somos, reflejos distorsionados de lo que tenemos alrededor y lo que tenemos dentro. Y danzamos. O sí, sin duda danzamos. ¿Quien soy, el hombre o la máscara que me pongo ante los demás? ¿Soy acaso un hombre vacío y una máscara llena? ¿O un hombre lleno que luce una máscara vacía? Sombras y espejos, retorcidos ante los demás que nos contemplan, nos juzgan, nos observan como quienes son espectadores de una obra infinita que nunca llega a su conclusión.
Así que este dramatis personae, más máscara que hombre, más hombre que máscara, sale al mundo a buscar a las personas que adormecen bajo los rituales de la cotidianeidad y de las falsas apariencias. Puedo ser el viejo Diógenes con su farol, o quizás el predicador que parodiando a Marx cuestiona a la gente sobre el espectro que recorre Europa. O quizás el inocente recién llegado a la ciudad que quiere saber qué es la bondad y el amor. O tantos otros rostros, como personas y máscaras hay en el mundo, pues todos somos una colección de facetas, como un espejo mágico que refleja distintas imágenes según quien lo mira.
El sol y la luna nos iluminan a todos, atrapados en palacios y salones, donde los mediocres y los excelentes buscan atarlos con falsas burocracias e irrelevantes trámites. Talento y belleza desperdiciados lejos del escenario que es el mundo, acosados por sonrisas falsas y puñales envenenados. Es su decisión interpretar a sus personajes ante el público de los recluidos y reclusos, privando a París y al mundo de su brillo como si las nubes se hubieran interpuesto en su luz. Es comprensible, el sol llora la muerte de si misma, la luna debe acompañar pero nunca puede compensar. Y las estrellas hacemos lo que podemos, pequeñas motas de luz, cada una con su haz para iluminar tenuemente en la noche. Algunas disfrutan de vanos reconocimientos, otras de la ignominia del olvido. Me gustaría poder hacer más por todos ellos, pero su senda no es la mía, mi voz canta otra canción diferente y declama poemas obscenos o heroicos que no pueden ser contenidos en prisiones de mármol y oro. Mis pasos son para las tabernas abarrotadas y los ecos de mis palabras resuenan en las plazas y burdeles.
Construyamos juntos pagodas de madera que se lleve el soplo del lobo, para así descubrir que siempre fuimos pintores de fotografías amargas y bellas, que se ponen en movimiento ante el camarógrafo que recoge a las esculturas que han olvidado que deben permanecer estáticas. Pues todos somos meras sombras, reflejos, humo entre los espejos, con una infinidad de papeles de irrelevante importancia que interpretar. Pues el espectáculo más grande del mundo es la vida en si misma, infinita y magnífica, antigua y futura; y nosotros, nosotros somos solo espectadores y extras en su función bajo el cielo, aquellos a los que el mundo cuenta su historia, su dramaturgia, su magna opus.
¿Y tú, cuéntame con la confianza de los amantes que susurran palabras de amor o los conspiradores en un salón oscuro, cual es tu máscara? Esa que te dispones ante el mundo para ocultar la fragilidad de tu persona. Y dime si no es acaso esa máscara ensayada más real que lo que supuestamente hay debajo, en carne y hueso.
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¡Mon dieu, mon dieu! Menudo marrón, corre y corre, más rápido. ¡Putain! ¿Qué diablos fue eso? Una explosión, pero como de luz o algo. ¡Putain! Pierre me va a matar cuando se entere. O bueno, quizás no, menos para repartir supongo. Bueno, eso si logro salir de esta con vida, casi ni siento ya los pies de tanto correr. Necesito botas nuevas, si salgo de esta con mi piel intacta me compro unas o las robo o algo. ¡Putain!
¿Qué era esa cosa? ¿No se suponía que el Louvre estaba protegido por no se qué movidas y por eso había que controlar al guarda que vivía aquí? Un damné mes de preparaciones y a tomar todo por culo. ¡Merde! Esto me va muy grande. Sabía que meterme a robar a los ricos era demasiado, pero no pensé que tanto. Ahora todo está patas arriba. Hecho un caos. Tengo que salir de la ciudad, pero como me alejé Pierre me va a matar. No, algo peor que matar. Si las historias son ciertas...
Mejor no pensar ahora en eso. Recupera la respiración, estamos escondidos y a salvo. Esa cosa no nos sigue, ya casi puedo ver la salida del museo. En el fondo aún se oyen algunos gritos y supongo que la pasma pronto aparecerá en el lugar. Y dudo que el guarda siga controlado mucho más ahora que todo se ha ido a la merde. ¿Qué hago ahora yo? Tengo un cuadro que todo el mundo va a buscar, pero nadie va a querer comprar. Putain de mercancía caliente. Tenía que haber seguido robando en el mercadillo o en las galerías. Ahora solo estoy al borde de la muerte, ¡nada grave! No señor, solo un día como cualquier otro.
Vamos, en movimiento de nuevo, los gritos parecen más cercanos. Mejor salir del edificio cuanto antes, ya veré después qué hacer. Tengo que desaparecer, como los fantasmas de las historias de la mamie, Dios la tenga en su gloria. ¡Corre, corre, que parece que vienen!

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