Edad del Fuego 40: La danza de los mil velos
Criticorum, uno de los más antiguos planetas de los Mundos Conocidos, un legado de gloria y progreso como pocos pueden reclamar. Sus universidades compiten e incluso vencen en ocasiones a la Academia Interata de Leagueheim, sus teatros y restaurantes causan la envidia de las clases altas de Byzantium Secundus, su riqueza en historia compite de cerca con la de Sutek y su prosperidad económica hace sombra por si misma a múltiples mundos combinados. Ese legado, que una vez estuvo llamado a ser el centro del espacio humano, ahora está sepultado bajo los horrores del fanatismo y la brutalidad desatada durante la Cruzada. Pero aún, al menos durante una noche bajo la tregua del brillo de Apollo en los cielos, hay espacio y tiempo para la belleza en el palacio del Príncipe Fa'adim Anuch Al-Malik en Acheon, un recuerdo o ensueño sobre los tiempos que vendrán acaso con el final de la guerra.
Yrina, Astra y Wulfgar se encuentran en los jardines del palacio, invitadas entre poetas y escultores, filósofos y gremiales. Y mucha de la nobleza leal al Príncipe. Una celebración, eso si, muy diferente a las vividas en Aragon, pues en lugar de las grandes coreografías de bailes y juegos de los Hazat, los Al-Malik prefieren llenar los jardines de pequeños espacios para conversaciones distendidas, para pequeños recitales y encuentros. Antes de esos momentos, sin embargo, el Príncipe se dirige ante todos los invitados, relatando la historia de lo ocurrido contra la flota de suministro Hawkwood y concediéndole un título a Yrina: Haris Alhayaa, la Guardiana de la Vida. Un nombre sin tierras pero con un poder importante entre los Al-Malik pues Fa'adim ordenó a todas sus Casas vasallas a que siempre cooperasen y diesen amparo y sustento a la obun, mientras caminase en el complicado sendero de la paz y proteger a la gente. Un camino bien complicado en aquellos tiempos, que los Al-Malik habrían de facilitar si no querían incurrir en deshonrarse ante su Señor. Fueron tras esas palabras e intercambios, donde la educación y modestia de la Hermana de Batalla salieron a relucir, que los invitados pudieron finalmente dispersarse por los jardines a participar en los encuentros y actividades que se celebrarían para su solaz.
Astra, seguida de Yrina, fue en busca del Gran Ingeniero Ehsan Alt Alsuds, para retomar la conversación iniciada esa mañana en la sala del trono. Lo encontró en torno a una fuente de suave arrullo, compartiendo ideas con dos nobles Al-Malik y un filósofo itinerante. Un hombre libre que recorría Criticorum y otros lugares en busca de datos e información sobre el pasado, para poder construir un algoritmo que permitiese predecir el futuro y así facilitar que la gente obrase con virtud. Fue una conversación distendida, que progresó de los debates sobre la capacidad de un algoritmo de ayudara a la entrega de la armadura con Aegis para que pueda ser estudiada por la Suprema Orden de Ingeniería. Pero la charla también tomó tintes oscuros, incluso peligrosos, cuando Astra planteó el hipotético del demonio, sacando a relucir la posibilidad de que el Príncipe Pietre Vladislav Decados estuviese poseído por uno. Fue en este momento que la danzarina Aaliyah Al-Malik se unió a la conversación con su callada elegancia. Una bella mujer cuya importancia se revelaría más adelante en la noche, aunque la semilla se plantase y se regase en torno a aquella fuente. Y fue durante esa conversación que se revelaron algunas cuestiones de la participación de Astra en la misión contra el convoy, o de su colgante que revela demonios (aunque ninguno se encontrase allí).
Tras ello, Yrina había observado que Amina Al-Malik se encontraba en la fiesta, y la Hermana no veía a la poetisa desde los tiempos del I Concilio de Grail, un largo año atrás. La encontró en una pagoda llena de cojines y alfombras, donde poetas profesionales y gente inspirada, improvisaba y compartía versos amigablemente en torno a las humeantes tazas de te aromático. Pero no era solo la poesía la que llevaba a la Hermana de Batalla a buscar a la representante nobiliaria, sino un plan que anidaba en su mente. Amina era, sin embargo, una mujer que se debía a dos señores: el Duque de Istakhr por deber y familia, el Príncipe de Criticorum por corazón. Dividida, como tantos de los Al-Malik en aquellos tiempos, seguía su corazón finalmente, y eso fue lo que convenció a Yrina de que era la adecuada para lo que buscaba. Eso y sus conversaciones sobre la belleza y la paz, ambas tan esquivas en tiempos de Cruzada. La convencieron de que debían reclutarla para buscar una paz, pero para Amina la única senda para esa paz era una intervención directa de la Emperatriz, algo que ella no tenía capacidad ni acceso para conseguir. Pero Astra sí, y la gremial estuvo de acuerdo, si bien un recordatorio de Cetro 01 le trajo a la memoria las palabras de su padre en su carta de despedida, instándola a retrasar la intervención de la Emperatriz hasta que llegase el momento adecuado. Pero, el problema era, ¿cómo sabrían cuando era el momento? Pero Seth había confiado en su hija mayor y Astra a su vez confiaba en que, si se respetaban los tiempos y necesidades del Trono del Fénix, esa intervención no solo era posible sino beneficiosa para todos.
Conseguir que les acompañase dependía de que lo autorizase el Príncipe y, acaso, también el Duque de Istakhr. Y de camino a encontrarse con el primero sus pasos les llevaron a cruzarse con Wulfgar, aburrido de una fiesta sin peleas, batallas ni ingentes cantidades de alcohol. Así que se lo llevaron con los poetas a que les contase historias de su gente y su pueblo, y para sorpresa de los presentes, como si de un skald se tratase, el Vuldrok cantó las historias y hazañas de sus héroes. Y aunque lo hizo en su idioma, que pocos de los presentes comprendían, lo hizo con tal pasión y arte que conmovió los corazones de aquellos que escucharon los cánticos del guerrero, en sus leyendas de fiordos y gestas de valor.
El Príncipe Fa'adim Anuch se encontraba observando unas danzarinas y conversando con miembros de importancia de su corte, discutiendo el último movimiento político de Aurora I para quitarle tierras a la Casa Decados en la capital imperial y poner allí la futura Academia. Aaliyah se reunió con ellas entonces, sus caminos cruzándose de nuevo, mientras Yrina convencía casi sin resistencia al señor de Criticorum de que concediese permiso a Amina para que les acompañase a Byzantium Secundus al encuentro de la Emperatriz. Un plan que el noble gobernante no solo consideró adecuado, sino que además le permitía afirmar que no tenía conocimiento de la empresa si era necesario, pues irían guiadas por Astra en lugar de la Embajadora Al-Malik en Byzantium Secunuds. Fue tras esa conversación, de camino a informar a la poetisa, que Astra e Yrina conversaban y la primera se dio cuenta de que racionalmente era hora de abandonar su neutralidad. Una realización que su corazón ya había sentido cuando decidió acompañar a los Hermanos de Batalla, pero que ahora daba forma en palabras y pensamientos. Y fue también en esta conversación que Alliyah les invitó a los tres a pasar esos días como sus huéspedes, mientras esperaban la devolución de la armadura.
Hubo otros momentos esa noche, pero de especial importancia fue una conversación poco antes de retirarse, compartida con el Gran Maestre Claudius y la Maestre Theafana. En esta Yrina comenzó a ver un poco las diferencias entre los dos principales líderes de su Orden, pero sobretodo a entender aún más el peso del liderazgo que estaba tomando. Entre el pragmatismo de Claudius y el idealismo de Theafana, la Hermandad se encontraba en buena medida donde se encontraba por las palabras de ninguno de los maestres sino las de la obun,y el precio en vidas y sacrificios se cargaba por ello en parte sobre sus hombros. Y en esa conversación, el Gran Maestre dejó caer que quizás era hora de que la guerrera pasase las pruebas de fe y fortaleza necesarias para subir en el rango de la Orden.
Pero dejemos ahí las anécdotas de aquella fiesta, distendida, en la que era fácil olvidar los horrores de la guerra y la pérdida, y veamos después cuando se reúnen en la mansión de Aaliyah, ya cambiadas a ropas más acordes. En el salón de te, elegantemente decorado, la noble tiene una conversación con Astra e Yrina y la primera confirma que tiene intención de dejar su neutralidad con una carta explicando sus motivaciones al Príncipe Al-Malik. Y la noble responde que tomar partido tiene sus ventajas, pues unas ruinas antiguas habían sido descubiertas y los Talebringer podrían dirigir la expedición.
Aunque, aquella noche, los detalles quedaron en el aire, sería en el despacho durante la mañana que, sabiendo las cartas entregadas, Aaliyah les contase más. Aparentemente, los combates en otra zona del planeta habían revelado un complejo subterráneo, antiguo, y los Al-Malik preparaban una expedición para explorarlo e investigarlo. En territorio de guerra, los académicos habituales no eran los adecuados para la tarea, algo que en lo que en cambio los Talebringer destacaban. De hecho, viendo las fotos tomadas de la entrada, Astra e Yrina identificaron los antiguos emblemas de un laboratorio de biotecnología de tiempos del final de la Primera República, cuando Munir ibn Tarif, fundador de la Casa Al-Malik había creado portentos que serían imposibles de replicar incluso durante el momento álgido de la Segunda República. En laboratorios de la extinta Corporación Bashashar como aquel se habían logrado cosas imposibles, como el legendario suero que se suponía que confería visiones del futuro a los descendientes del propio Munir. El misterioso y reclusivo místico que eventualmente moriría en Istakhr tras haber huido de Criticorum, aquel que había fundado el extraño y oculto Camino de Tarif.
Organizar la expedición llevó a que Astra conversase con el encargado de los Talebringer en el planeta, que había acabado creyendo las octavillas e historias que los Voceros del Pueblo habían esparcido sobre la Piedad de Amalthea y los rituales que allí se realizaban. También se enteró de que, un mes más tarde, Vryla había convocado a todos los miembros importantes del gremio a Leagueheim para decidir un nuevo liderazgo para el mismo. Tras convencerlo de que todo aquello no era más que un plan de los Apotecarios para arruinarla por hacerles la competencia, Astra decidió que era hora de combatir con las armas de su enemigo. Una llamada después, Kamina Seashore acababa involucrada en un viaje a Criticorum desde su actual localización en Aragon, reclutando por el camino a los expertos en opinión pública del Muster. Pero la incisiva periodista se olió también el papel que Macarena había tenido en la desaparición del Príncipe Hazat y esa historia también debería ser contada.
Pero de todo ello ya habrá ocasión de hablar, más adelante, cuando sea el momento adecuado. Contaremos entonces del papel de Aaliyah, de la Emperatriz, de la paz y la guerra y la búsqueda de la verdad. Y seguiremos con los hechos que estaban teniendo lugar en Iver. Pero todo ello, temas feos y peliagudos, deberán esperar pues esta noche de belleza y paz no puede ser arruinada con el horror que aun quedaba por sufrir, la sombra de la muerte que se seguía cebando con los mundos del Imperio.
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