Paraíso Perdido 4: El Diablo en mi


El hombre enmascarado se acerca al micrófono para descargar su ira sobre el mundo y el demonio que carga en su interior. Quizás él lo diga metafóricamente, o tal vez no, pero sin duda sus palabras de cadenas y sacramentos no está demasiado lejos de la realidad. Y trae la pregunta, dolorosa, de qué queda de aquellos que son poseídos, ¿cuánta humanidad queda sepultada bajo el ente trascendente, hambriento de fe, que ahora ocupa su cuerpo? ¿Cómo queda la aspiración escasa de los mortales por ser más y estar a la altura de la chispa divina que tienen, cuando todo lo que resta del Jardín es la decadencia de la realidad?

Preguntas que todos los Caídos, antes o después, deben resolver pues llaman por teléfono de modo acuciante. Es el de Matthew el que así timbra aquella tarde y, del otro lado, la distante voz de Rebecca parece alarmada por la llegada de unos extraños antes de que, entre golpes, la llamada se corte. Si pudiese, Matthew se habría teletransportado al Heaven's Lounge, pero desgraciadamente solo pudo llegar allí velozmente en su coche, a tiempo de ver alejarse unos coches. Podría haber perseguido a los atacantes dejando a Rebecca atrás, pero la parte humana que en él hay le llevó a tomar nota de las matrículas y adentrarse en el local. Este estaba destrozado y su mano derecha estaba hecha un desastre, medio muerta en un charco de su propia sangre, y las habilidades del estafador no llegaban más allá de estabilizarla. Jennifer era la respuesta que necesitaba.

La joven pandillera estaba saliendo de la comisaría cuando recibió la llamada nerviosa y acelerada de Matthew y junto a Adam pusieron rumbo al encuentro en el Heaven's Lounge. Dae-su no estaba demasiado lejos, hablando con Rodrigo de los planes de futuro, de ser un hombre y llevar su pipa para "partirle la madre" a los Gangsta 10. Y, por vueltas de la conversación, el resultado acabó siendo un plan para que se dedicase a cocinar droga, para lo cual necesitaría los aparejos y equipamientos que Adam podía proveerle. De modo que llamó a Jennifer, sabiendo que el otro estaba con ella, y es ahí cuando se entera de que van camino del local de alta sociedad y se une a su misión. 

La llegada de la caballería, con sus cornetas celestiales oxidadas por su paso infernal, marcó la diferencia entre la vida y la muerte de Rebecca, que recuperó la salud para su propia sorpresa pues ella pensaba que había muerto. Aparentemente, el ataque había sido perpetrado por los hombres de Don Corleone en represalia por lo ocurrido dos días atrás, y ahora exigía un pago de cinco millones para olvidar los malentendidos. Preocupado por su amiga, Varadiel le habló de ángeles y demonios y le mostró su celestial aspecto, formando con Rebecca un pacto que permitiría que la joven pudiese a partir de entonces protegerse en caso de que la atacasen. Con eso gestionado, Matthew fue a llevar a su amiga, amante, confidente y tantas otras cosas, a su casa en Brooklyn mientras, de camino, maquinaba el modo en que tomaría venganza contra Corleone y sus hombres. Pues antes de abandonar el local, la gerente que antes había sido modista había trazado los retratos de aquellos que la habían atacado.

Es así como llegamos a aquella primera noche en Central Park, donde entre hamburguesas del Five Guys más cercano, los involucrados en la restauración de Rebecca se reunieron con Violet para esperar a Metatron. Aquel jueves noche no había mucha gente en la rotonda del kiosko y menos a medida que fueron pasando las horas, pero los sentidos sobrenaturales de Aislynn y Cerubiel permitieron sentir que, en las profundidades peligrosas del inmenso parque, había eventos sobrenaturales teniendo lugar. Si bien debatieron intervenir, al final no lo hicieron y se quedaron discutiendo de los tiempos del Edén, de la naturaleza bondadosa o malévola de los mortales, de la decadencia de la Creación y las luces y sombras de los tiempos de la Guerra en los Cielos. Pero, en aquel momento, como señaló Violet, no tenían respuestas, solo preguntas, algo con lo que Jennifer no estaba de acuerdo pues ella creía que toda la certeza necesaria estribaba en la fe, mientras Dae-su estaba en desacuerdo con todo y consideraba que en el mundo seguía sin encontrar un hombre bueno de ninguna clase. Lo que reveló la llegada del amanecer no fue la respuesta a ninguna de esas cuestiones trascendentes, sino la necesidad más mundana y básica de los mortales por dormir, y por ángeles que una vez hubiesen sido ahora estaban encadenados a los requerimientos de la carne y el hueso. 

Descansar les dejó la siguiente tarde libertad para comenzar a buscar sus propios senderos, a la espera de la noche en que Metatron quizás se presentase en el parque y en la torre debía producirse la invocación identificada por Kayle. Matthew comenzó a tirar de teléfono durante esa tarde, informándose de los negocios de la mafia en la ciudad, avanzando sus planes de venganza por lo ocurrido el día anterior; pero, como ratas, las estrategias de la organización criminal eran cuidadosas y bien trazadas, serían complicadas de desmantelar. Jennifer mientras tanto estuvo con su gente, curando las heridas del último enfrentamiento con los Gangsta 10 y comenzando a tratar de convencerles de una senda menos violenta. Pero en su mundo, el respeto de la calle se ganaba a base de pistolas y dólares, acero y papel, no palabras bonitas. Violet salió a correr por el barrio como hacía antes de quedar parapléjica y estuvo viendo memes y bromas en sus redes sociales. Sin duda, la peor de las drogas para la juventud. También trató de conseguir el número de Damian por si necesitaban su fuerza esa noche, pero el camino para lograrlo pasaba por el Arzobispo que estaba ocupado en entrevistas en televisión por lo ocurrido durante su fallido secuestro. Adam quería descubrir qué había sido de la firma de arquitectos donde había trabajado antes del desastre, pero las llamadas que hizo no fueron devueltas y poco pudo descubrir más allá de que seguía existiendo. Su nombre seguía siendo non-grato en sus círculos aparentemente. Finalmente, Dae-su fue a la Biblioteca Pública de Nueva York más cercana y estuvo indagando entre blogs y 4chan acerca del fin del mundo. Yo, sinceramente, no entiendo cómo pudo encontrar un patrón en la llegada de demonios al mundo junto con el Efecto 2000 y esas cosas, pero él acabó decidido de que en efecto había conexión y de que debía abrir un blog. Pocas cosas más malvadas pueden hacerse que añadir otro blog de un loco a las corrientes de electrones, pero los faustianos nunca son los más angelicales de los Caídos.

Transcurrida la tarde, aquella noche de ensaladas frescas en Central Park tenía mucha más actividad y concurrencia, incluyendo un pesado vendedor de pulseras. En las profundidades del parque seguía habiendo actividad mística de modo que, estudiando los patrones desde su forma apocalíptica, Kayle pudo determinar no solo que lo que ocurría en el parque no era relevante para encontrar a Metatron o quien lo estuviese impersonando, sino que este tampoco iba a venir aquella noche. De modo que lo que quedaba era el ritual de invocación que tendría lugar en el waterfront, en una de las torres cercanas a la sede de las Naciones Unidas, entre la 403 y la 42. 

A aquellas horas de la noche no había gran cantidad de gente en el edificio de oficinas, pero algunas luces si que iluminaban allá donde los equipos de seguridad o limpieza seguían con su invisible trabajo diario. Kayle hizo que la puerta trasera se abriese para dejarles pasar y Urel usó sus poderes para encontrar una senda segura con la que alcanzar el ritual sin ser vistos. Lo cual les llevó a Adelstein, Fakenstein y Haimowitz, una oficina de abogados que Matthew recordaba vagamente que, de algún modo, habían aparecido en sus investigaciones sobre la mafia. Avanzaron por entre los cubículos y despachos vacíos hasta la sala de juntas donde el ritual tendría lugar y Aislynn hizo que la puerta de la habitación se deformase para poder ver lo que dentro ocurría. 

El panorama era oscuro, dominado por una sala de reuniones vacía presidida por el círculo de invocación con las velas y otros instrumentos necesarios para el ritual que debía tener. Un hombre bien vestido pero mayor repasaba de un antiguo grimorio los pasos que debía tomar, hablando en voz baja en un idioma incomprensible. El hombre mayor estaba ultimando los preparativos pero los sentidos de Urel le advirtieron que su camino dejaría de ser invisible en breve, de modo que rápidamente corrieron a esconderse en un despacho vacío cercano. A través de sus paredes de cristal pudieron observar la llegada de un joven con prisas, pues como las voces rápidamente dejaron claro llegaba tarde, con un cierto parecido con el hombre mayor. Con el camino de nuevo despejado, observaron el ritual de invocación sin interrumpirlo, descubriendo que invocaban a Euterpe, un Nombre Celestial y no uno Verdadero, pero uno que tanto Aislynn como Cerubiel recordaban de los tiempos anteriores a la Caída. Un demonio de la música y la belleza, triste por la pérdida de su compañero el del final de las canciones. 

El final del ritual llegó con la gran decepción de los ocultistas, pues ningún demonio se había manifestado en su círculo. Lógico, desgraciadamente es lo que ocurre cuando se usan Nombres Celestiales, pero bastante sorprendente era que hubiesen encontrado uno que poder emplear. Es entonces cuando los demonios que observaban tras la puerta se presentaron ante ellos y quedó claro que, aunque los dos invocadores sabían razonablemente lo que hacían, lo hacían por primera vez y sin saber del todo lo que implicaban las cosas. En la conversación siguiente, los poderes del mayor de los dos, Jacob Adelstein (aunque su nombre no lo sabrían hasta bastante después) demostraron ser reales pero débiles, pero su fé en Yahvé era fuerte. La violencia de Dae-su (controlada y eficaz) se unió a las palabras suaves de Jennifer para tratar de hacerle ver que explicar lo que hacía era en beneficio de todos y quizás pudiesen formar un Pacto. El anciano resultó ser un erudito que, en nombre de su fe, buscaba el acceso al Jardín del Edén para regresar a la gracia divina, y había comprado el grimorio de Isaak ibn Kishon (un nombre que Adam reconoció como perteneciente a un ocultista judío de Jerusalen, en el siglo IV). Y estaba dispuesto a pactar a cambio de que Euterpe (pues Kayle se estaba haciendo pasar por el otro demonio, cosas de ellos supongo) le llevase hasta aquel lugar idílico. Si bien eso no estaba en las manos del hijo de las estrellas concederlo, si podía darle la capacidad de ver patrones de forma limitada e identificar las cosas que pudieran ayudarle en su misión, y sobre eso se selló el pacto.

Mientras tanto, aburrida, Violet había escuchado a alguien llegar y salió al encuentro. Era una mujer, Sarah Vahn, aunque aquella violinista no era más que el anfitrión de la verdadera Euterpe que acudía a la invocación contra el más terrible de los impedimentos: el tráfico de Nueva York un viernes noche. Y si Cerubiel, como buena críptica, buscaba respuestas, Euterpe se encontraba en el opuesto fatalista de la escala, en la senda de quien confía ciegamente que todo el dolor y sufrimiento no son más que la manifestación del Plan Divino. Incluyendo la Primera Rebelión y el horror del Infierno, ¿pues acaso esto no es un valle de lágrimas, como dice ese panfleto que llaman Biblia? Si bien la demonio de la música llevaba unas semanas en la ciudad había dedicado ese tiempo a rehacer la vida de la violinista que ocupaba y esperaba un mensaje confiando en que Su Voluntad se haría de algún modo a través de todos ellos.

Juntas regresaron a la sala del ritual donde el pacto estaba ya sellado y conversaciones sobre lo ocurrido fueron intercambiadas. Pero ni los ocultistas hebreos ni la otra demonio parecían tener demasiadas respuestas, aunque Kayle esperaba encontrar algunas en el grimorio que había usado Jacob y consiguieron que este accediese a que lo fotografiasen página a página para poder estudiarlo con calma. Los teléfonos fueron intercambiados también, y los Caídos quedaron en encontrarse la noche siguiente en Central Park para ver si Metatron finalmente acudía a la cita, aunque en sus semanas en el mundo Euterpe no había visto señal alguna de la presencia de la Hueste.

Y es que aquel encuentro, que debería haber provisto algunas respuestas, no hizo más que plantear nuevas preguntas. Algunas de las cuales aún tardarían mucho en ser respondidas, si es que acaso podían ser resueltas en modo alguno. Pues lo infinito no puede tocar lo finito y, como a Euterpe le gusta decir, todos ellos no eran más que los renglones torcidos con los que Él puede escribir recto.


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