En Alas de Ángeles: Cuarta parte (EF = 38+)

La cámara muestra el final del viaje. Para una de las naves este ha llevado cerca de dos años, desde que la Brave New World abandonase la órbita de Gwynneth en busca del mundo de los doce Decans en la primera misión de exploración real que la humanidad hubiese llevado a cabo en siglos. Para la otra ha llevado más de tres milenios, desde que la Angel Wings abandonase su astillero en Earth y partiese en busca de esparcir a la humanidad por las estrellas. Dos viajes muy diferentes que llegaban a su destino parejos en el tiempo y el espacio, desde que ambas naves hubieran realizado su encuentro conjunto en el negro vacío entre las estrellas gemelas del sistema, la azul y la rosada. 

Ambas se encuentran en órbita de un mundo extraño, bello y terrible: Sundara. Las nubes dejan ver la superficie planetaria, cubierta de océanos y tierras verdes, marrones y amarillas. Y entre ellas, alzándose desde las profundidades subterráneas del planeta, algo más de una veintena de enormes, antiguas y esbeltas agujas que se elevan hacia las alturas celestiales. Para la capitana Maeve Dugall Hawkwood, parecen alfileres irregulares e intrincados, que alguien hubiese clavado de dentro hacia fuera de una naranja. Bellos, pero antinaturales, han capturado su atención durante los dos días que llevan en órbita e incluso las últimas semanas en que los oculatores ya mostraban su existencia ante sus telescopios y sensores. 

Jonathan Hawkwood, su XO, le estaba mostrando sin embargo algo urgente, acuciante y que nada tenía que ver con aquellos imposibles prodigios. Las herramientas de la nave habían captado vagas trazas de energía en una de las planicies planetarias, y aquello parecía indicar la presencia en aquel lugar de un asentamiento. El único identificado hasta el momento, quedaba en aquellos momentos en el lateral opuesto del planeta en su rotación y sería imposible obtener nueva información sobre ello de momento, como confirmaba la Charioteer Andreina, que había estado usando los sensores del observatorio para tomar aquellas medidas. 

Pero el navegante Larric, con su tono fumado y ausente, había indicado que la Angel Wings había encendido sus motores de nuevo y se preparaba para cambiar su posición e ir al encuentro del asentamiento. También ellos debían haberlo identificado y preparaban su descenso para ser los primeros en encontrar con aquel antiguo colectivo humano. Algo para lo cual la Brave New World todavía no estaba preparada, como confirmó el Ingeniero Volshenko mientras mascaba su tabaco, los preparativos no estarían concluidos en varios días si se quería proceder al encuentro con la información y el equipamiento necesario para garantizar la seguridad de la misión.

La capitana miró uno por uno a los reunidos en el puente, desde su confiado lugarteniente al callado miembro de la Casa Juandaastas, a los ingenieros y navegantes, a los expertos en el sistema de oculatores o los que deberían liderar la operación de descenso. Gian Juandaastas debería ser el encargado de liderar aquella misión y encabezar el contingente de primeros exploradores y primer contacto, pero mantenía su silencio pese a la importante decisión que tenían que tomar por delante. No, sería la capitana quien debiese escoger por todos el rumbo que ahora debían seguir...

Las cámaras del documentalista Elías recogieron el acuerdo formado en el salón de decisiones, en torno a la firme intención de adelantar a la Angel Wings en la carrera por tomar contacto con la sociedad de la que provenían los Decans. Y con esfuerzo, haciendo crujir mamparas y fallar algunos sistemas entre chorros de vapor, la Brave New World tomó impulso y dio comienzo a la carrera en la órbita de Sundara. Pese a que para los estándares imperiales la nave de exploración era una nave particularmente lenta en las distancias cortas, los chorros de sus motores eventualmente superaron a la antigua nave generacional cuya maniobrabilidad y velocidad era aún más reducida debido a su tamaño masivo y el peso de la gravedad planetaria.

De modo que, a medida que se aproximaban a la zona del asentamiento observado desde el espacio, a bordo de la nave Hawkwood comenzó un frenético trabajo no solo de mantenimiento, sino de preparación para la expedición que debía descender y tomar contacto. El noble Gian Juandaastas sería el encargado de dirigir el grupo, acompañado por destacados miembros de la tripulación para aquel primer contacto, mientras la capitana Maeve permanecía a bordo de la Brave New World supervisando la operación. 

Pero la nave de descenso a la atmósfera no era enorme, nunca fue diseñada para una carrera sino para una exploración paciente y cuidada. El espacio a bordo de sus almacenes era limitado y la expedición debió decidir si procedían a armarse contra potenciales amenazas, si en cambio descenderían con objetos para establecer comercio o con los almacenes lo más vacíos posibles para poder alojar lo que encontrasen. Si bien el XO Jonathan Hawkwood abogó apasionadamente porque la nobleza debía descender con sus armas y equipamiento de combate, fueron las palabras del Ingeniero Volshenko las que finalmente prevalecieron a la hora de llevar la bodega lo más vacía posible para poder extraer lo que encontrasen, y descender solo con el personal justo y el delegado de la Iglesia, el Padre Vincent.

 


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