Paraíso Perdido 2: Diablo Conocido...

La mano femenina rasga las cuerdas de la guitarra al ritmo pesado del tempo. Sus acordes, semejantes a los de los Caídos, narran la sinfonía de pecado y perdición que es el camino de descenso de los Cielos. Y es que, una vez que alguien llega al Infierno, nadie sale intacto. Negocian, compran y venden, pues ese es el nombre del juego más antiguo, el del pacto, el de la fe. El sagrado covenant de los fieles y sus dioses, ángeles y demonios. Para salir de la prisión celestial hace falta venderse, servicios y favores a prestar a los Duques y Archiduques, a los señores en sus altos tronos de fuego y calaveras y todas esas cosas que los músicos de heavy metal tienen en sus portadas. ¡Osanna en los infiernos!


Pero os contaré de la sexta de los caídos en llegar a Nueva York aquella mañana. Pronunciar su Verdadero Nombre tiene un poder demasiado grande, de modo que no lo diré aquí, pero sentada en aquella silla de hierro, Necariel sintió el temor de su huésped. El pasado siempre nos alcanza como dicen, y a Claire Hale le había desaparecido la protección del gobierno y sus buenos amigos los terroristas islámicos se pensaban cobrar su vida en venganza por los mártires de la causa que ella había enviado a saludar personalmente a Allah durante sus operaciones encubiertas en nombre del viejo Tío Sam. Pero su cuerpo mortal, roto y maltratado por la tortura sufrida había pactado una protección sobrenatural y los dos terroristas se encontraron con que, cuando pensaban comenzar la siguiente ronda de maltrato en aquel sótano inmundo, la mujer desapareció. Al menos, a sus ojos, pues técnicamente seguía en el mismo sitio, del otro lado del Velo que separa a vivos y muertos, que en un lugar que había visto tanto horror era extremadamente tenue. Y la Casa de los Finales es la maestra en transitar por las tierras sin sol e, ignorando en buena medida al fantasma de una mujer que allí había encontrado su brutal muerte, se presentó ante los terroristas libre de sus ataduras y por sorpresa les atacó. Sin embargo, por muy señor de la Vanguardia Celestial y otros títulos que Necariel tuviese antaño, su cuerpo estaba muy maltrecho y el combate fue sucio, doloroso, barriobajero. Más Promesas del Este que una película de James Bond. Pero venció y con eso compró su primera libertad, del Infierno, de los grilletes y pudo encaminarse a la superficie y, robando las ropas de los terroristas, encaminarse a pie desde las malas calles de Hell's Kitchen en dirección a su piso en el Downtown.

Dejemos a Claire de camino al centro y regresemos al tesla de Matthew. Lejos de la mansión de la mafia, aquella tarde decidió retomar la ruta por sus distintos locales, volviendo a ver a Rebecca en su local, el Heaven's Lounge. Irónico, ¿no es eso hermoso? Como una burla de Quevedo. Entre los lugareños en aquel momento se encontraba el estirado y viejo dinero de Tommy Oswald y el dueño del local decidió aterrorizarle. Y os preguntaréis el por qué, más allá de su animosidad por quien siempre le trataba como un inferior, la respuesta se retrotrae a lo que os contaba al principio, al pacto de huida. Pues para escapar del Infierno, Varadiel había prometido extender el terror entre los mortales, como parte de la venganza de uno de los Duques contra Dios y los suyos. Tras esta pequeña prueba de sus capacidades, fue a conversar con Rebecca, aunque la conversación llegó después de disfrutar de los deliciosos pecados de la carne. La lujuria la habrá prohibido Dios con sus Mandamientos y cosas, pero está tan bien... Su colaboradora, amante ocasional, gestora del local y alguna cosa más lo encontró cambiado, pero es que acostarse con alguien de la Casa del Fuego tiene una pasión que no se encuentra en otros lugares, que apenas son pálidas imitaciones de esa antigua perfección. Matthew la sorprendió al pedirle que recopilase información sobre cosas sobrenaturales, algo en lo que Rebecca no creía, y mientras ella hacía llamadas fue a recorrer sus otros locales. En el tercero de ellos encontró que la socialite Jane Helminth-Colt tenía algo de sobrenatural, pero más allá de esa sensación no podía identificar cómo o a qué se debía y, aunque conversó con ella, no consiguió aclararse. Fue entonces que Rebecca la llamó para contarle que había encontrado un vídeo borrado por el gobierno de algo hecho en Twitter horas antes, las resurrecciones que Jennifer había llevado a cabo, y con ello su camino se cruzaría eventualmente con el de los otros Caídos. También le contó acerca de la extraña desaparición de todos los testigos de importancia en el caso contra el Obispo de la ciudad, su santísima Eminencia Jacob Addler, del Catolicísimo Templo de la Pedofilia, quien honraba así esa larga tradición de su sagrada institución romana.

George, mientras tanto, seguía decidido a rehacer su vida. O al menos el demonio en su control, el pobre mortal estaba cada vez más sobrepasado por todo lo que estaba ocurriendo. Así que se presentó en la rica clínica y retiro del Doctor Derrier a las afueras de la ciudad, donde los muy pudientes iban a tratar sus "pequeñas cosillas". La recepcionista fue más bien poco colaborativa, con toda su condescendencia hacia el psicólogo por la pobreza de sus ropas y aspecto general. Controlándose para no destruir a la mortal que así lo trataba, el Caído manejó la situación con elegancia y tranquilidad y logró triunfar. No consiguió un trabajo, aún no, pues no era tan sencillo como entrar por la puerta y hablar con el director de la institución, pero si consiguió una cita para dos días después con la encargada de las contrataciones de la clínica. Pero para conseguir el empleo, con su condescendencia habitual, la recepcionista le recomendó que vistiese adecuadamente para un lugar de la calidad que tenía aquel, y que no volviera con ese aspecto de, a sus ojos, mendigo. Que Cristo hace mucho que dijo que el Paraíso sería antes de pobres que de ricos, pero sin duda el Valle de Lágrimas es para estos últimos. Intentó conseguir también una entrevista con el director Schwartz de su propio psiquiátrico, pero tras el doloroso encuentro de aquella mañana el gestor del centro le había prohibido la entrada de nuevo al recinto del sanatorio mental. Así que, con la complicidad de uno de los celadores y su teléfono usó el número que Violet le dio durante la comida en el restaurante coreano y se citó con ella frente al puesto de perritos de Joe. Aparentemente, aquella es la mejor forma de conseguir un traje, cosas de demonios supongo.

Pero para llegar ahí primero hemos de recoger los tiempos profetizados por San Perico de los Palotes, que en el 13:13 escribió: "Y entonces Aislynn miró a su alrededor y se hizo conocedora de que sus ropajes eran inadecuados por la excesiva y cuantiosa presencia de agujeros de bala y sangre en ellos, y junto a su compañero Kayle partieron hacia la Elevada Senda de los Patinetes". O alguna cosa así escrito en bíblico y serio. La cosa es que en efecto, Jennifer y Dae-su se marcharon de Harlem hacia el centro a comprar ropas "bien chingonas" de marca Supreme. Y con todo el fajo de dinero que el cajero le había entregado se compraron sudaderas, zapatillas y demás componentes que debe llevar un buen gangsta de barrio. Al salir hablaron ellos también con Violet para verse en el puesto de Joe's, de modo que Jennifer le dijo a Aislynn como tenía que parar un taxi. La Caída sin embargo hizo el gesto de alzar la mano al primer coche que pasaba y como no se detuvo (más que para decir las clásicas y amables palabras que todo buen conductor de Nueva York aprende, a saber "fuck you shithead"); como el vehículo no se paraba, Kayle lo detuvo quitándole toda su inercia, llevando con ello a que el coche de atrás se estrellase contra el primero, y varios otros entre si. Hubo varios heridos y la médico rápidamente acudió a atenderlos, mientras una mujer protestaba por los papeles del seguro porque hasta en un accidente de tráfico en mitad de la 57th Street tiene que aparecer una karen. Son más infinitas que los años de paciencia que tiene el Creador, y que las palabras proféticas de Metatron juntas. Así que, en vez de ir volando tuvieron la idea de buscar patinetes pero no tenían tarjetas del ayuntamiento para poder cogerlos y robar estaba mal. No pasaba nada por un accidente múltiple, pero coger un patinete del ayuntamiento era inaceptable. Cosas de Caídos, supongo. Así que fueron a una tienda cercana y, con el dinero que le quedaba a Jennifer compraron los dos patinetes y, como dos retrasados, se fueron en patinete de vuelta a Harlem esperando llegar a tiempo a Joe's.

Lo cual, huelga decir, no ocurrió. No sin usar los poderes de aceleración de Kayle, y bastante fuerte estaba siendo su impronta en la ciudad y los rastros de su Nombre Verdadero que iban dejando detrás, que a saber quien podía recolectar.

De modo que, para sorpresa de nadie con dos dedos de frente, cuando Violet llegó al puesto de perritos calientes solo estaba allí George. Y, aunque ninguno de los dos Caídos lo entendiese, el cuerpo del hombre mortal estaba sufriendo un ataque de ansiedad. Su falta de medicación, las locas experiencias de esas horas, la presión y los cambios simplemente eran demasiado. No se le puede culpar, todos hemos visto a gente tener ataques de ansiedad por toda clase de first world problems, al menos el psicólogo había pasado del borde de una azotea a estar buscando a Lucifer sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar los 20$, algo es algo. La joven surfera controlada por la milenaria ángel de las mareas consiguió tranquilizar al psicólogo atacado y juntos fueron a la casa del mismo a por su medicación. Estaban allí cuando Jane, la esposa de George, llegó de vuelta del trabajo, y quedó sorprendida de que su marido no estuviese tirado como un vegetal depresivo en el sofá. No había que tener los poderes sobrenaturales de un Caído para darse cuenta de que el matrimonio entre ambos estaba al borde del divorcio y que acaso las sorpresas y cambios llegasen demasiado tarde para una relación que hacía aguas desde hacía mucho debido a la carga que Jane tenía sobre ella y la espiral de depresión, alcohol y medicinas de George. Si su esposa pudiera haber estado celosa de que su marido estuviese con la joven atleta lo habría estado, pero en su mente era completamente imposible que la universitaria pudiese tener ningún interés en su marido. Así que los dejó que se marchasen mientras se metía en su dormitorio a cambiarse después de otro complicado día de trabajo. 

Y ahí es cuando la fuerza más importante del universo hace que todos los caminos converjan, pues nada puede sustraerse a la gravitación universal de la Casualidad. Que no Causalidad, esa está demasiado sobrevalorada. De un lado, en patinete llegaban los dos heraldos del Caos, como si fueran los protagonistas de Dos Tontos Muy Tontos como bromeó Violet, sorbepasada por la situación, y también el tesla de Matthew estaba entrando en aquella calle frente al psiquiátrico viejo de Harlem, pues el estafador estaba buscando a la milagrera del barrio. Hablaron todos de como eran demonios, algo que aparentemente debe ser lo más cotidiano que uno debe hablar frente al puesto de perritos de Joe porque era la segunda vez en el mismo día, y la Dama Casualidad quiso que Claire Hale pasase por allí en aquel mismo momento y escuchase la conversación, pudiendo unirse a aquellos que habían huido del Infierno con ella. Al menos, casi todos los que lo habían hecho, pero ya volveremos sobre ese dramatis personae en un momento más apropiado. No fue una primera interacción todo lo suave que podría haber sido, pero tampoco fue el tenso cara a cara que uno esperaría de los peones de Duques y Archiduques del Infierno. Supongo que, como todo, son cosas de demonios. 

Matthew llevó a toda aquella extraña caterva de gente a la casa de Claire pues la mujer necesitaba ropa, ducharse y sus armas. Y fue allí, con el estafador ya de camino de vuelta a su propio penthouse, que entre fajitas y conversación empezaron a ponerse al día. De lo ocurrido antes de la Caída, que muchos habían olvidado, de lo que podían hacer en el futuro. Mientras la noche, con sus peligros y depredadores, llegaba del otro lado de la ventana, el deslucido brillo del recuerdo de un tiempo mejor, pero también de las pérdidas y sacrificios que entrañó, llenó aquel pequeño apartamento. 

Y dio con ello, final al primero de los días de aquellos Caídos en la incomprensible ciudad de Nueva York. Pero no sería más que el comienzo de las consecuencias de los designios puestos en marcha por aquellos que, desde sus Tronos en el Infierno, planeaban distintas cosas para aquel mundo menguado al que había quedado reducido el Jardín del Edén.

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