Edad del Fuego 39: El Fin será en frío y oscuridad

Algunos dicen que Bjorn Kotelo, El Loco, sacrificó su ojo derecho para ver a los espíritus. Que sus oídos se pudrieron para poder escuchar a los dioses. Que nació en el profundo vacío entre las estrellas. Que peregrinó desde el sagrado Raven a los negros desiertos de Nowhere. Que es el portavoz de los dioses olvidados o el heraldo del Ragnarok. En torno a su figura, las leyendas e historias son tantas y tan variadas como los vuldrok que las narran, pues en una sociedad de proezas y narraciones, estas cobran una vida por si mismas. Pero lo que nadie puede discutir son los profundos sacrificios de su cuerpo y su mente ni el poder que ha obtenido a cambio. Pues tal era la senda del profeta del hielo.

Pero dejemos Hargard atrás por ahora, ya habrá tiempo de regresar a sus nevados picos en el futuro, y viajemos a la capital imperial. En uno de sus salones, en el palacio imperial, Lázaro explica y debate su nueva teología con diversos prelados y autoridades eclesiásticas del planeta, hombres y mujeres poderosos e influyentes, de distintas congregaciones y órdenes. Y el pequeño concilio del joven hierofante es todo un éxito, sus ideas comenzando a ser debatidas y discutidas, ese libro que el tiempo habrá de conocer como los Pensamientos del Peregrinaje. Pero me adelanto y lo que toca contar es como, tras esa reunión, Lázaro fue a hablar con el terrible Lisandro Castillo, todavía consumido por la ira y la frustración de la muerte de su amigo Seth y la espera. No fue una conversación agradable pues padre e hijo compartían sangre, pero poco más, y sin embargo el sacerdote consiguió que el noble liberase a aquellos inquisidores cuya mente había reducido a pulpa meses atrás. Sin embargo, nada podía restaurar su humanidad, las fuerzas de Belcebu habiendo lobotomizado con precisión aspectos innecesarios de sus cerebros. Los fue a entregar a Monseñor Giolano Molari, Obispo con profundos lazos con la Inquisición aunque no hubiese tribunal en activo en Bizantium Secundus, y este agradeció el gesto. No era la primera vez que ambos hombres de fe se encontraban, y en esta ocasión sus planes y acciones dieron el último empujón necesario para iniciar la colaboración inquisitorial que llevase al esclarecimiento del asesinato de Augustus en Iver. 

Lázaro transmitió las buenas nuevas a Macarena para poder poner en marcha el plan que tanto tiempo había costado iniciar. La Hazat se encontraba, como ya os conté, en las tierras de su familia en Hira, presentando a Gumersinda a su familia y corte. Un aprendizaje que la Castenda tendría que hacer por su parte, ya que la nueva misión requería a la Guardiana del Príncipe de vuelta en Aragon. Su madre, sin embargo, conocedora del peligro que tenía su hija viajando por el Imperio, la presionó hasta conseguir un juramento de su parte de que no organizaría ninguno de sus planes locos, ni la casaría sin saberlo, ni regresaría ella misma casada. A cambio, tampoco su madre avanzaría las negociaciones de matrimonio de su hija. Con este entendimiento, Macarena pudo ponerse en contacto con Emanuel en Sutek y con ello organizar el encuentro de las fuerzas en Aragon para la misión que debería partir a Iver bajo la apariencia legítima de la Inquisición. Tierna fue la despedida del bardo guerrero, pues Gurney debería permanecer en Hira para garantizar que ni alzamientos ni nuevos planes Chauki amenazaban a la Casa y su supervivencia.

Si viajamos a Criticorum, encontraremos a Yrina ultimando los pasos del plan de atacar el convoy de suministro de los Hawkwood. Para que nadie supiese del papel de Astra en todo aquello, y pese a las reticencias de la Maestre Theafana por las connotaciones que tenía aquel acto de piratería, se fingió que Yrina subía a la Piedad de Amalthea y descendía, cuando en realidad había sido solo su armadura ocupada por Aegis y descendió con la Talebringer en su interior. Con esta argucia, y las dotes de la gremial a la hora de pilotar una nave, lograron que la Suddenhammas alcanzase la órbita y abandonase el planeta sin ser detectada por las naves de la Armada de la Casa cruzada. Solo el yate que funcionaría de cebo las acompañó en el tránsito hasta la sombra del gigante gaseoso donde esperaron la llegada de la flotilla de suministro. Pero cuando detectaron su entrada por la puerta de salto, los corazones se encogieron, pues la certeza de que aquella era una misión imposible caló en sus ánimos: quince naves de suministro, cinco naves de escolta... era demasiado para un yate-cebo y una nave de piratería vuldrok. Ni siquiera la bendición de San Finnur, patrón de los piratas espaciales, sería suficiente para completar aquella locura con éxito.

Lo que Macarena encontró al entrar al sistema de Aragon no era una nave del Príncipe sino toda una Armada Hazat lista para la guerra. Y es que el señor de la Garra, El Hazat, había estado haciendo sus propios planes para toda aquella empresa, algunos ocultos incluso ante mis ojos. Si bien no toda la flota cruzó la puerta de salto a Bizantium Secundus, si lo hicieron más de una decena de naves de guerra y encontraron allí la pequeña nave eclesiástica en la que Lázaro viajaba con Jabir. Abordaron la Ruina de los Chauki donde, tras conversaciones y reconocimientos, los votos y rituales fueron hechos por los cuales aquella fuerza pasaba a estar bajo la conscripción de la Inquisición para la misión de hacer justicia por el asesinato de Augustus y bajo la autoridad del padre Lázaro y el tribunal inquisitorial de Iver. El viaje de la armada hasta Pandemonium podría haber sido uno violento y sangriento, pero los Li Halan decidieron no combatir y los Decados les dieron la bienvenida como estaba planeado. Y dejando atrás a la mayoría de la flota, las fuerzas ahora inquisitoriales enviaron a sus elegidos a través del portal hacia el mundo de la Casa Chauki. La inquisidora Isadora Vellana les dio la bienvenida al tribunal y departió largamente con Lázaro sobre los procedimientos y pistas, dejándoles después que descansasen y revisasen la documentación que ella les aportaba sobre el caso. Fue de camino al monasterio donde se alojarían que el Príncipe Juan Jacobi les reveló no solo el papel de los agentes que llevaba infiltrando en Iver durante meses, sino que en las bodegas de la nave había traído la gárgola que se encontraba en su propio palacio, para que si los Chauki contaban con la bendición de la Oscuridad no pudiesen oponerse a ellos. El viejo zorro podía haber perdido su fuerza por la edad, pero no su astucia. Ni su sed de sangre y, como le dijo durante su visita a Gwynneth mi hermano, la sangre que entonces manchaba las manos de Lázaro no sería más que la primera y ahora, en Iver, pronto volvería a cubrir sus dedos y palmas.

En la sombra del gigante gaseoso se trazó un plan, loco, absurdo, imposible. Pero no sería el miedo o la duda los que triunfasen allí. El yate, como estaba inicialmente planeado, se adelantó fuera de la sombra y fingió problemas para, con su llamada de socorro, atraer a los Hawkwood. Y cuando estos acudieron a su canto de sirena, de detrás del gigante gaseoso surgió la Suddenhammas, acelerando locamente en una raid como tantas que había visto en sus siglos de servicio. Pilotada por Astra, como una loca recorrió la distancia desde la cobertura hacia la nave escolta que abría la flotilla, sus cañones derribando sus escudos antes de que las naves de defensa pudieran causar más que daños superficiales en el duro casco vuldrok. El abordaje, liderado por Wulfgar e Yrina, fue rápido y eficaz y la pequeña tripulación de la nave reducida sin derramamiento de sangre por las tropas de élite de los Hermanos de Batalla. El broche de éxito de aquella imposibilidad lo puso el terror, la intimidación sobrenatural de Yrina que atemorizó tanto al capitán de la nave que este ordenó a todas dar marcha atrás y regresar por la puerta de salto. Un triunfo inmaculado había sido arrancado de las manos de una derrota inevitable, de tal magnitud e improbabilidad que muchos verían en ello la mano del Pancreator. El retorno a Criticorum transcurrió sin incidentes y de nuevo el pilotaje de Astra logró eludir los sensores Hawkwood, y el grupo encontró una recepción de honor por parte de la Maestre Theafana. Pero debían rendir cuentas ante el Príncipe Al-Malik que, por maniobras de Lucius Castillo, había demandado antes de su marcha que entregaran la armadura que Astra había hecho para Yrina para poder replicarla y construir más. Así que en su corte se presentaron y encontraron una recepción de honor por su triunfo. También negociaciones con el Gran Ingeniero Ehsan Alt Alsuds para la transferencia de planos y armadura. Todo terminado con un momento de belleza entre los horrores de la Cruzada, un momento de poemas y cena para recordar la razón de aspirar a más que el barro y la sombra.

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