Crónicas de las Tierras de la Bruma 26: Grandeza y Pequeñeces (segunda parte)

 

Siéntate y te hablaré del final del Ciclo de las Brujas y el comienzo del Ciclo del Fuego. Porque, como este hogar que estás usando para prepararnos la cena, en este yermo frío, el fuego puede ser creador al mismo tiempo que destructor y su tiempo se acercaba. El momento en que los pasos del Nuevo Cisne, escritos con llamas, acero y magia, sacudiesen el mundo como terremotos. Pero antes, tendrían que vencer a la última de las brujas, Valendra Nitain, y mantener a salvo a la Princesa del Fuego, Valashir Anadara.

Pero uno no se adentra, simplemente, en el País de las Maravillas de la Reina de Corazones, la Maestra del Poder. Uno accede a una antecámara, llena de pequeñas pociones y una puerta aún más minúscula, que da a un campo de inmensas flores. Una ruta que pasaba porque bebiesen los frasquitos de colores y magia caótica, y viesen su tamaño reducido a menos que una falange de mi meñique, con los bolsillos de Zarel llenos de las pociones que no se iban a usar. Menos Gnaven el Gran Ingeniero, que comenzó a construir un artilugio de espejos mientras sus compañeras se adentraban entre las flores inmensas que, debido a la invisibilidad de las aventureras, permanecieron en sus conversaciones sin percatarse de su paso. 

Los que si lo percibieron fueron dos orugas que, sentadas sobre una seta, fumaban y discutían asuntos existenciales sobre la identidad y la esencia de las cosas. Una sesuda reflexión que se interrumpió con la llegada de las aventureras, pero Aurora de los Mil Misterios consiguió jugar con sus reflexiones y hacer que los gusanos se perdiesen en las disquisiciones irresolubles sobre la esencia de un Nuevo Cisne frente al Viejo Cisne. Tras las orugas encontraron un puesto de dulces, deliciosos y variados, atendido por un viejecito que, como pago por sus delicias, solicitaba un acertijo que no pudiese resolver. No sería la hechicera la que lo plantease, sin embargo, sino Shana de los Cien Secretos, que con sus palabras dejó sin respuesta al vendedor que, gustoso, entregó sus dulces. El joven Zarel y la Princesa del Fuego fueron los primeros en comer de ellos, creciendo enormemente y sin control hasta el punto de destruir el puestecillo y a su dueño bajo una bota mal colocada. Por suerte Shana había asegurado más dulces pues serían necesarios para restituir a todos a su tamaño natural. Fue allí que Gnaven se reunió con ellos, pues había construido una serie de lentes que le permitieron ver a través de la pequeña abertura de la puerta y reunirse con sus hermanas sin haber bebido la poción de encojer.

Junto a ellas, sobre el único árbol del campo de flores, había un gato. Un gato extraño, que indicaba que ellos parecían perdidos. Sonsacarle el modo para llegar a la reina no fue sencillo, pues el gato gustaba de los enigmas y los juegos de palabras. Pero del bolsillo resonó el ladrido de Hotane de las Cien Formas, y el gato se erizó. Aterrado ante el sonido de su tradicional enemigo, conseguirle que revelase que debían seguir "el camino donde no hubiese sombras" fue sencillo, aunque encontrar ese camino no lo sería, mientras el gato desaparecía en su rama, su sonrisa colgando un tiempo después de que él se marchase. Zarel el Iluminado del Aeon, experto en traer su luz, sería quien encontrase esa ruta, cuando con sus plegarias absurdas hiciese que no quedasen sombras a su alrededor. 

¡Joder que frío hace esta noche! Menos mal que tenemos este potaje o sino no podría contarte el resto. Decía que Zarel encontró el camino sin sombras y este daba a un recinto vallado donde un conejo y un hombre celebraban su no-aniversario. El festejo, al que todas fueron invitadas, incluía te y tartas mientras todos danzaban a una estúpida y absurda tonada. ¡Todos estaban de no-cumpleaños, al fin y al cabo! Menos Zarel, que cinco minutos después estaría de sí-cumpleaños, algo intolerable para el Sombrero. Con ira él y el conejo, la tetera, la azucarera, la tarta de no-aniversario, el recipiente de la leche... ¡hasta la misma mesa se volvieron contra el Nuevo Cisne! Pero no fue una batalla equilibrada, pues las aventureras no encontraron rivales a su altura entre las tartas que volaban arrojadas por el aire por Gnaven y los golpes poco acertados de sus enemigos que fueron atravesados por el acero y los conjuros de las heroínas. 

Pero muertos los celebrantes, sin haber indicado por dónde continuar el camino, ¿por dónde debían avanzar? La respuesta la tomaron ellas mismas: por donde ellas quisiesen. Después de que el augurio de Aurora respondiese "rojo" a una pregunta que sólo podía ser respondida como "sí" o "no". Una locura más de aquel demente País de las Maravillas. Y en esa ruta que ellas mismas se marcaron, bajo la mirada invisible del gato, llegaron a unas murallas. Sobre ellas descansaba un huevo bien vestido, pero nunca sabremos su historia pues Shana dio buena cuenta de él, arrojándolo hasta que se rompió al chocar con el suelo. 

Cruzaron las puertas del castillo hasta dar con un enorme tablero de ajedrez, lleno de figuras de su tamaño pero también otras titánicas y otras minúsculas. Le tocaba mover a las blancas y, observando el tablero, fue Gnaven quien diseñó la estrategia que habría de dar jaque mate al rey negro. Pero ello requería mover una titánica torre blanca, para lo cual Shana comió otro de los dulces que llevaba con ella, convirtiéndose en un gigante. Y había que mover un caballo diminuto, que por mucho que Aurora lo desplazase con su magia, no contaba aparentemente pues no tenía el tamaño necesario para hacer su labor. Zarel encogió hasta el tamaño del caballo y, tomando una poción para agrandarse después, lo restauró hasta el tamaño completo. Pero, dado el movimiento de jaque mate con el último movimiento de la reina blanca, empujada por Gnaven, el enano fue convertido en el rey blanco cuando las figuras negras se convirtieron en enemigos. 

Podría contarte como jugaron con astucia para dar jaque mate al rey negro y acabar el combate, pero no fue así como ocurrió aunque así sea como a menudo se cuente. Fue con acero y magia, con el titánico tamaño de Shana y los diminutos ayudantes de papel de Aurora, que ficha a ficha fueron cayendo. Hasta que, aislado, diminuto y arrinconado, el rey negro se cayó por si mismo, solo en un tablero que desaparecía en el instante. 

Pues, finalmente, habían llegado a la sala de tronos, o la sala de juicios, de la Reina de Corazones, la Maestra del Poder. Pero ella no perdió el tiempo con palabras suaves ni dulces, sino que con fiereza gritó que les cortasen la cabeza, y la batalla final de las brujas dio comienzo. Valendra Nitain era astuta, no te engañes, pero no tenía el poder para triunfar donde las demás habían ya caído. Si bien se transformó en un ser diminuto, luchando escondida en el interior de las ropas de Shana, sus intentos de volverse un extraño dragón sin alas resultaron frustrados por los conjuros de Aurora. Mientras Gnaven asaeteaba a sus guardianes, las enormes avispas que hacían de sus caballeros, Zarel convocó la luz del Aeon para debilitar a la bruja y a la reina avispa que tenía esclavizada. Y, en el medio de todo ello, Shana agarró a la Maestra del Poder y terminó su vida, aplastando su diminuto cuerpo con su mano. 

Y con eso, igual que se termina nuestra cena, llegó a su fin el País de las Maravillas. El Ciclo de las Brujas había sido completado, la Princesa del Fuego había perdido el miedo a ser quien era y, restaurada, se preparaba para poder desempeñar su papel en los hechos por venir. Pues su madurez le había enseñado que el Nuevo Cisne eran unas heroínas dignas de seguir. 

Pero el final de esta historia tendría un sabor amargo, cuando a la vuelta a Nueva Catan confrontasen al Pontífice Alcides, cada vez más debilitado. Le argumentaron, mostraron y rebatieron la necesidad de cambios en la ciudad, que se hiciese a un lado y convocase elecciones, pues sino el malestar y las sombras seguirían extendiéndose por la tierra sagrada. Pero Alcides solo estuvo dispuesto a escuchar, mas no a decidir, pues había sido un día muy emotivo con el funeral de Victalove y las palabras de Ragnarr y no era momento de dirimir esas cuestiones, habiendo tantas por resolver. 

Y es que, ahora que comenzaba el Ciclo de Fuego, pronto se volvería innegable una verdad dolorosa. Que a veces, es más peligrosa la Grandeza de un hombre bueno y virtuoso, que las pequeñas mezquindades de los malvados, pues podía costar muchas más vidas y sufrimientos. Y que la luz y las enseñanzas del Aeon tenían, como todo, un precio terrible asociado. Lamentablemente, ahora que es hora de descansar, tengo que decirte que no sabemos exactamente lo que ocurrió a partir de entonces. Los textos que narraban esos tiempos hace mucho que se perdieron, por mucho que nos joda, y solo quedan pequeñas y repartidas referencias. Era el comienzo del Ciclo del Fuego, pero no conocemos los detalles. Por eso, estas próximas noches, caminaremos en silencio y sin recordar historias, pues honramos así el silencio del desconocimiento sobre lo que ocurrió durante esos tiempos. Cuando lleguemos a la Faz de Piedra, solo entonces, retomaremos el relato.

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