Acero para Humanos Interludio: La Soledad del Arpa
El salón estaba lleno con el suave sonido del tañir del arpa. Su propia dama de compañía, a la cual nadie menos ella había perdido el tiempo en preguntar su nombre. Zulia. Como su arpa, Podveyka se sentía sola, por mucho que estuviese sentada en el comedor con su marido y el Duque de Yspaden. Comían prácticamente en silencio, la falta de confianza llenando los huecos dejados por los silencios del arpa. Podveyka sabía que no había amor perdido entre ambos hombres, pero tampoco ella lo tenía por Derathor. En tiempos había sido Duque de su padre, el Rey de Malleore, uno de los muchos que exigieron a Niedamir que derrotase a un dragón para ser merecedor de la mano de la Princesa cuando sus padres murieron. Si el dragón hubiese matado al que ahora era su marido, otro destino les hubiese aguardado a todos. Malleore no habría sido arrasada, ella no habría sido forzada a casarse con un hombre despreciable, el Duque no habría traicionado a su reino. A menudo, ella soñaba con la vida si todo