La despedida
Querida mía, si estás leyendo esto, es que he muerto. Antes que nada, quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado en la vida, y que nuestro breve tiempo juntos será mi más grato recuerdo cuando llegue ante las puertas de la muerte. Pero este mundo no está hecho para nuestro amor y no le importa nuestro destino.
Te tengo que pedir un último favor, sin embargo. Sobre este papel habrás visto una llave, abre un compartimento secreto en el armario. Dentro de él encontrarás un libro antiguo encuadernado en piel, ¡no lo abras! Por lo que más quieras, no lo abras, no dejes que la curiosidad te gane, pues el Necronomicon no está hecho para nuestros ojos. Necesito que lo devuelvas a donde estaba originalmente, en la biblioteca de la Universidad Miskatonic. Eres una mujer joven y decidida, seguro que nadie osará poner en duda que una mujer esté en sus aulas, por poco frecuente que sea.
El libro debe volver a la sección menos usada de la biblioteca, donde con suerte nadie encuentre sus páginas malditas nunca más. Que nadie cometa de nuevo mi error.
Ahora se cosas que no debería, cosas para las que la mente humana no está preparado. Nombres antiguos, polvorientos, primigenios... nombres que no están hechos para bocas humanas, que retuercen nuestra memoria solo con conocerlos. He estado en lugares terribles, más allá de nuestro entendimiento, donde el dolor y el sufrimiento son eternos. He oído de extraños seres que duermen bajo las aguas durante eras, esperando el momento en que despertar y destruir todo sin siquiera darse cuenta, porque somos tan poca cosa a su lado que ni siquiera notarían que estamos debajo de su pie cuando nos aplasten. Y he visto a los horrores que les sirven, sus imágenes siempre acompañarán mis pesadillas.
Los autores renacentistas se equivocaron: el hombre no está en el centro del mundo. El mundo es demasiado grande, oscuro y alienígena, no nos conoce, no le importamos, y nos destruirá con el mismo descuido con el que apartamos una mosca. No somos nada más que frágiles carcasas, atrapadas entre fuerzas cósmicas capaces de aplastarnos sin pestañear.
Solo queda una respuesta a esa situación: la locura. No hay nada más piadoso y bello en el mundo, que la capacidad de la mente humana para romperse. Ningún abrigo más reconfortante que la demencia, ni siquiera tus amorosos brazos.
Por todo ello, querida, lleva el libro a la Universidad. No lo abras. Quema este papel y olvídame a mi. Nunca he estado en tu vida, rehazla con otro y disfruta del breve tiempo que tenemos en el mundo... porque la realidad es demasiado terrible.
Y, si la escuchas, nunca, jamás, acudas a la Llamada.
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