Cambiando el mundo
A mediados de los años cincuenta, en los comics que leía mi bisabuelo de pequeño, nos dibujaban con mallas de colores vivos, largas capas que ondeaban al viento, antifaces misteriosos. Nos daban nombres exóticos como Superman, Iron Man, Wonder Woman, Green Lantern... y nos hacían vivir complicadas vidas dobles, durante el día con vidas normales y por la noche luchando contra poderosos villanos que buscaban destruir la Tierra.
Y entonces llegamos de verdad, y el mundo dejó de vernos con esa admiración que tenían por la ficción, para tenernos miedo. Al principio fueron muy pocos los que exhumaron, como lo llamaban entonces, y conseguían poderes extraños e incomprensibles para sus familias, para sus vecinos, para sus compañeros de trabajo. Intentaron cosas y fallaron. Pero cada vez fueron más y más las personas que exhumaban, y nos cogieron miedo.
El gobierno entró para controlarnos. Nos marcaron, nos identificaron, nos quitaron los derechos y nos convirtieron en propiedades. Crearon armas e instituciones que aseguraban nuestra sumisión, nos impregnaron de miedo y vergüenza hacia lo que éramos. Y dijimos basta. Hubo una guerra, hubo una traición y perdimos...
El control fue mayor que nunca tras la guerra, pero cada vez había más de nosotros, y más fuertes. El odio de las personas hacia los exhumanos creció, pero también nuestros poderes. Y las cosas estallaron de nuevo. Un segundo conflicto, muy distinto del primero, que terminó con la llegada al espacio del Overseer, el alienígena encargado de guiar nuestra ascensión.
Y, sobre las ascuas de la batalla, bajo el polvo que se asentaba, emergimos poderosos como nunca. Cambiamos el mundo. Lo hicimos mejor. No llevamos capas coloridas, ni tenemos nombres pomposos. Somos el tendero de la esquina que cocina el pan con sus manos, el dueño de la firma de abogados capaz de analizar un caso como ningún otro, los agentes de policía que vuelan para llegar a tiempo a las emergencias, los brokers con una inteligencia capaz de planificar inversiones complejísimas... somos dioses, somos la verdadera humanidad.
¿Estamos carentes de fallos y debilidades? No, sin duda, no. Sigue habiendo crimen, sigue habiendo problemas, y la gente ha aprendido a usar sus poderes para avanzar y mejorar sus propias vidas. El egoísmo sigue siendo fuerte, como lo son los gobiernos, las mafias y las grandes corporaciones. Han aparecido nuevas religiones y nuevos fanatismos, nuevos movimientos terroristas y nuevas geopolíticas. Si, puede que sea capaz de derribar un edificio de un puñetazo, pero eso no ha cambiado la base de todo: aunque seamos High Ability Humans, seguimos siendo humanos. Y no, joder, no llevamos capa.
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