Lluvia sobre tiempos perdidos (11)
La voz profunda y grave regresó al igual que mis recuerdos navegaron
hacia atrás, de nuevo danzando entre los siglos mientras los avances
tecnológicos se perdían y los avances culturales se recuperaban. "Riders on the storm..."
-Pero no todas las guerras se han luchado a base de espionaje, tretas y engaños. Sin duda, un buen señor feudal sabe manejar esas herramientas y lo hace con cuidado y habilidad, pero llegado el momento debe saber dirigir a sus hombres en el campo de batalla de verdad. Sin duda, mi padre sabía, y mi abuelo antes que él, y así a lo largo de las distintas generaciones de Palafox que me precedieron y que me siguieron. Somos una familia de nobles guerreros, aunque los que quedan hoy en día lo hayan olvidado.-
"...There's a killer on the road..." Si, sin duda, si mis descendientes me conociesen... bueno, mejor dicho, los descendientes de mis hermanos, pues yo nunca llegué a contraer matrimonio y el único hijo bastardo que tuve murió con su madre durante el parto. Pero me desviaba, si los descendientes familiares me conociesen, sin duda me juzgarían acertadamente como un asesino de grandes proporciones, tanto en tiempos mortales como inmortales.
-Participé en mi primera batalla cuando estaba en esa franja de edad que hoy en día todavía consideran un niño pero que, en mis tiempos, ya se consideraba un adulto. Diecisiete primaveras tenía cuando me enfundé en la cota de malla, cogí mis armas y partí con mi padre en respuesta a la llamada a levas y armas del Rey Juan II. Su propio hijo, Carlos de Viana, había decidido alzarse en armas contra él para asegurarse la herencia de la corona después de que el Rey contrajera segundas nupcias, y los beamonteses habían decidido apoyarlo en su enfrentamiento con el rey. En frente, los agramonteses luchábamos por defender a nuestro monarca legítimo y luchar por lo que considerábamos justo.-
Todavía recordaba la cara apenada de mi madre al despedirnos en la entrada del castillo, temiendo que acaso pasase cualquier cosa y alguno de los miembros de la familia no regresase. Y recordaba bien a mi padre, gallardo y seguro de si mismo, despidiéndose de nuestras tierras mientras guiaba a las huestes a la batalla. Y aquella muchacha, no recordaba ya su nombre, con la que había perdido la virginidad el año anterior y que me despedía tímidamente, escondida tras su madre. "...Girl you gotta love your man..." por mucho que muchos amores fueran completamente imposibles por la diferencia de posición y estatus entre ambos. ¿Cómo se llamaba ella? ¿María? ¿Juana? No, Juana, había sido la moza de la que primero me alimenté... ¿Elisa?
-Marchamos varios días hasta reunirnos con el resto de los agramonteses, dispuestos a defender al Rey en la batalla por la Corona de Navarra. En frente, los beamonteses estaban reunidos y, en un frío octubre del Año de Nuestro Señor de 1451, ambos ejércitos se encontraron en Aibar. Es un espectáculo como pocos restan, los señores feudales en sus armaduras, los pendones ondeando gallardos, las levas listas para entrar en batalla... la presión, el nerviosismo, la tensión. No eran batallas donde el enemigo se ocultaba entre matorrales, como Vietnam, sino guerras de verdad, donde los hombres nos enfrentábamos en el campo unos contra otros, con tretas y mañas pero, sobretodo, con espadas y lanzas, arcos y ballestas, escudos y petos. Y, de pronto, llega la señal de ambos lados y los regimientos se lanzan unos contra otros... y, con ellos, se desata la locura, la demencia de la guerra, la vorágine...-
"...Into this house we're born, into this world we're thrown..." y aquella era, sin duda, mi Casa y aquel era mi mundo. Aunque con los siglos mi alianza cambiase a la Casa Ventrue y mi mundo pasase a ser el de la noche, aquellos momentos estaban grabados a fuego en mi mente, pues ellos poseían una viveza que la nomuerte raramente adquiría. Como le ocurre a los ancianos que, desvariando en sus lechos de muerte, solo recuerdan los momentos de su infancia y juventud, los hechos que entonces tuvieron lugar nos acompañan por siempre.
-Nosotros no entramos en combate inmediatamente, sino que nuestra unidad de caballería pesada se encontraba apostada a lo largo del pequeño arroyo llamado Uñezar. Esperamos a que las levas estuvieran trabadas con violencia, que la sangre y los gritos llenasen el ambiente, para lanzar a nuestras monturas a la carga, como señalaban los generales encargados de la batalla. La caballería enemiga ya había entrado en combate poco antes y la violencia de su impacto había desestabilizado la batalla a su favor, pero nuestra entrada por su flanco, con las lanzas en ristre, los caballos agitados y la sed de sangre equilibró la contienda. Tras el choque inicial, obviamente, la lanza quedó incrustada en algún cadáver destrozado, así que hube de cambiar a la espada y, aprovechando la altura y fuerza de mi montura, ir asestando espadazos a las cabezas a mi alrededor. Es el momento más peligroso para la caballería, cuando queda inmovilizada en mitad de la refriega, a merced de que la infantería decida desmontar a los jinetes y darles la paz con unas pulgadas de acero toledano incrustado bajo el sobaco pero, por fortuna, aquella mañana no ocurrió sino que, ante la virulencia de la carga, el enemigo rompió filas y huyó ante nosotros, dejando a sus muertos y heridos detrás.-
Sonreí distante, recordando las persecuciones, las celebraciones posteriores, el honor y la gloria obtenidas en el campo de batalla... las cosas que marcaban de verdad a un hombre como tal y ya no como un niño, y no la estupidez de las leyes y los sistemas educativos modernos. "...Riders on the storm."
-Pero descuida, veo que estás incómodo con este tema. Supongo que te trae recuerdos de la Guerra Civil que vivimos ambos tan de lleno y dos veces seguidas en la misma noche será mucho. No te preocupes, cambia el disco y yo buscaré recuerdos menos conflictivos para compartir contigo.-
-Pero no todas las guerras se han luchado a base de espionaje, tretas y engaños. Sin duda, un buen señor feudal sabe manejar esas herramientas y lo hace con cuidado y habilidad, pero llegado el momento debe saber dirigir a sus hombres en el campo de batalla de verdad. Sin duda, mi padre sabía, y mi abuelo antes que él, y así a lo largo de las distintas generaciones de Palafox que me precedieron y que me siguieron. Somos una familia de nobles guerreros, aunque los que quedan hoy en día lo hayan olvidado.-
"...There's a killer on the road..." Si, sin duda, si mis descendientes me conociesen... bueno, mejor dicho, los descendientes de mis hermanos, pues yo nunca llegué a contraer matrimonio y el único hijo bastardo que tuve murió con su madre durante el parto. Pero me desviaba, si los descendientes familiares me conociesen, sin duda me juzgarían acertadamente como un asesino de grandes proporciones, tanto en tiempos mortales como inmortales.
-Participé en mi primera batalla cuando estaba en esa franja de edad que hoy en día todavía consideran un niño pero que, en mis tiempos, ya se consideraba un adulto. Diecisiete primaveras tenía cuando me enfundé en la cota de malla, cogí mis armas y partí con mi padre en respuesta a la llamada a levas y armas del Rey Juan II. Su propio hijo, Carlos de Viana, había decidido alzarse en armas contra él para asegurarse la herencia de la corona después de que el Rey contrajera segundas nupcias, y los beamonteses habían decidido apoyarlo en su enfrentamiento con el rey. En frente, los agramonteses luchábamos por defender a nuestro monarca legítimo y luchar por lo que considerábamos justo.-
Todavía recordaba la cara apenada de mi madre al despedirnos en la entrada del castillo, temiendo que acaso pasase cualquier cosa y alguno de los miembros de la familia no regresase. Y recordaba bien a mi padre, gallardo y seguro de si mismo, despidiéndose de nuestras tierras mientras guiaba a las huestes a la batalla. Y aquella muchacha, no recordaba ya su nombre, con la que había perdido la virginidad el año anterior y que me despedía tímidamente, escondida tras su madre. "...Girl you gotta love your man..." por mucho que muchos amores fueran completamente imposibles por la diferencia de posición y estatus entre ambos. ¿Cómo se llamaba ella? ¿María? ¿Juana? No, Juana, había sido la moza de la que primero me alimenté... ¿Elisa?
-Marchamos varios días hasta reunirnos con el resto de los agramonteses, dispuestos a defender al Rey en la batalla por la Corona de Navarra. En frente, los beamonteses estaban reunidos y, en un frío octubre del Año de Nuestro Señor de 1451, ambos ejércitos se encontraron en Aibar. Es un espectáculo como pocos restan, los señores feudales en sus armaduras, los pendones ondeando gallardos, las levas listas para entrar en batalla... la presión, el nerviosismo, la tensión. No eran batallas donde el enemigo se ocultaba entre matorrales, como Vietnam, sino guerras de verdad, donde los hombres nos enfrentábamos en el campo unos contra otros, con tretas y mañas pero, sobretodo, con espadas y lanzas, arcos y ballestas, escudos y petos. Y, de pronto, llega la señal de ambos lados y los regimientos se lanzan unos contra otros... y, con ellos, se desata la locura, la demencia de la guerra, la vorágine...-
"...Into this house we're born, into this world we're thrown..." y aquella era, sin duda, mi Casa y aquel era mi mundo. Aunque con los siglos mi alianza cambiase a la Casa Ventrue y mi mundo pasase a ser el de la noche, aquellos momentos estaban grabados a fuego en mi mente, pues ellos poseían una viveza que la nomuerte raramente adquiría. Como le ocurre a los ancianos que, desvariando en sus lechos de muerte, solo recuerdan los momentos de su infancia y juventud, los hechos que entonces tuvieron lugar nos acompañan por siempre.
-Nosotros no entramos en combate inmediatamente, sino que nuestra unidad de caballería pesada se encontraba apostada a lo largo del pequeño arroyo llamado Uñezar. Esperamos a que las levas estuvieran trabadas con violencia, que la sangre y los gritos llenasen el ambiente, para lanzar a nuestras monturas a la carga, como señalaban los generales encargados de la batalla. La caballería enemiga ya había entrado en combate poco antes y la violencia de su impacto había desestabilizado la batalla a su favor, pero nuestra entrada por su flanco, con las lanzas en ristre, los caballos agitados y la sed de sangre equilibró la contienda. Tras el choque inicial, obviamente, la lanza quedó incrustada en algún cadáver destrozado, así que hube de cambiar a la espada y, aprovechando la altura y fuerza de mi montura, ir asestando espadazos a las cabezas a mi alrededor. Es el momento más peligroso para la caballería, cuando queda inmovilizada en mitad de la refriega, a merced de que la infantería decida desmontar a los jinetes y darles la paz con unas pulgadas de acero toledano incrustado bajo el sobaco pero, por fortuna, aquella mañana no ocurrió sino que, ante la virulencia de la carga, el enemigo rompió filas y huyó ante nosotros, dejando a sus muertos y heridos detrás.-
Sonreí distante, recordando las persecuciones, las celebraciones posteriores, el honor y la gloria obtenidas en el campo de batalla... las cosas que marcaban de verdad a un hombre como tal y ya no como un niño, y no la estupidez de las leyes y los sistemas educativos modernos. "...Riders on the storm."
-Pero descuida, veo que estás incómodo con este tema. Supongo que te trae recuerdos de la Guerra Civil que vivimos ambos tan de lleno y dos veces seguidas en la misma noche será mucho. No te preocupes, cambia el disco y yo buscaré recuerdos menos conflictivos para compartir contigo.-
Este relato fue escrito el 13 de Diciembre de 2015.
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