En Alas de Ángeles: Sexta parte (EF=42+)



El sol azulado se alza y se pone en el horizonte frente a la cámara en la antigua danza de estrellas y planetas. Cuando se encuentra en lo alto por segunda vez, el rosado apenas visible en el horizonte, las primeras naves de descenso parten de la GER Angel Wings y comienzan a preparar su llegada unos kilómetros al este de los habitantes nativos y la pequeña delegación de la Brave New World. Porque estos llevan esas horas con los lugareños, aprendiendo de su forma de vida tranquila y apacible, bajo la lente del grabador del gremial Elías Vaskin, una de las pocas piezas de tecnología que mantenía la expedición tras haberse desprendido de todas sus herramientas civilizadas para vivir con los locales.

Sería cerca de la tercera puesta del azulado astro, con el rosado brillando fuerte en lo alto y proyectando extrañas sombras, que la navegante Andreina Carren lo notaría por primera vez: al oeste, la antigua aguja que se alzaba desde el subsuelo al espacio emitía una suave, casi imperceptible, vibración. Corriendo por el poblado, la navegante encontró a Gian Juandaastas que lideraba la expedición para comentarle lo encontrado y junto al Oficial Ejecutivo Jonathan Hawkwood, fueron en busca del jefe de los Decans para inquirir lo ocurrido. Vaskin les siguió, grabando la conmoción, pero aquellos atentos a su figura en segundo plano verían su gesto extrañado mientras caminaba detrás de la pequeña comitiva y grababa las gesticulaciones de la Charioteer hacia la aguja.

Encontraron a Jacob, el gobernante de Eden, conversando con el sacerdote ortodoxo, el Padre Vincent, en su extraña capilla montada en el interior de la lanzadera de descenso de la White Star. Ambos discutían de las enseñanzas del Profeta animadamente, sobre las virtudes de la vida tranquila y sin tecnología de la que disfrutaban aquí. Cuando se le preguntó al respecto de la aguja estelar y sus vibraciones, Jacob sonrió con un gesto de arrobo religioso pues, como les dijo, allí es donde vivían los ángeles, y ese era el modo en que manifestaban su acción. Algo que no había ocurrido en todo su tiempo de vida, que solo se contaba en las tradiciones orales que databan de la llegada de los Decans al mundo. 

Era el Milagro. La Ascensión. La Purificación.

Tenían muchos nombres para aquel momento que estaba apenas empezando. La primera en notarlo, aunque incapaz de comentarlo, era la cámara del documentalista, que había empezado a fallar. Y por mucho que el ingeniero Volshenko intentase encontrar el problema, cada pequeño ajuste solo solucionaba temporalmente los fallos. Ese era el Don de Eden, como les contó Jacob, el sendero a la vida tranquila y sin tecnología que regalaban los ángeles. El camino del Profeta. 

Algunos quisieron acercarse a la aguja a tratar de adivinar lo que estaba ocurriendo o a tratar de encontrar a los ángeles, dirigidos por el Padre Vincent. Gian Juandaastas, en cambio, estaba más preocupado por la tripulación de la Angel Wings y su colonia altamente tecnificada, que podían tomar todo esto como un ataque. Y el noble quería organizar una misión diplomática a los Ascendidos, ya que sin armas era imposible ninguna otra aproximación. Y sin contacto con la Brave New World en órbita, era imposible saber lo que la capitana querría que hiciesen, y era hora de que tomasen una nueva decisión por si mismos. Quizás, lo mejor fuera abandonar el planeta y regresar a la órbita antes de que su propia lanzadera quedase varada...  

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