La Edad de Plata 7: la Mano que Mece la Cuna

 


Era la mano de Pausanias la que mecía la cuna. Suyos los peones que enfrentaron a aqueos y persas, suyos los planes que fueron frustrados cuando ambas facciones no fueron a la guerra. Y, con ellos, puerta abierta quedó al crecimiento de Minos para oponerse a Zeus y usurparle el trono del Olimpo... si creemos las cosas que el Rey de Rodas, hijo de Eris, dijo antes de morir. Pues su sino, como el de todos, es caer en el reino de Hades y honrar al que recibe muchas visitas con su alma, camino de los Campos Eliseos o del Tartaro. Sin embargo, su madre se presenta ahora, ¿y quien puede adivinar los designios de Eris?
 
Sin embargo, las manos de los héroes que ponen fin a la vida del hijo de Eris no se encuentran libres de sus propias dudas y conflictos. Io, atrapado entre honrar a su padre y arrasar Atenas, y defender a su amada y esa misma ciudad. Elektra, dividida entre su influencia persa y su influencia aquea, un puente entre dos reinos separados. Y Kairos, luchando por defender una ciudad de la cual ha sido expulsado.
 
Pero junto a la muerte de Pausanias, más piezas caen en su sitio, a medida que el tablero de juego de los Dioses ve la partida avanzar. ¿Qué poderosa arma secreta, capaz de derrotar a Polemos, el imparable hijo de Ares, ocultan las Moiras? ¿Qué ha ocurrido con Herakles, escondido de Hades por las artimañas de Atenea? ¿Qué otros secretos ocultan las arenas del desierto, las cimas de las montañas, el cauce de los ríos, las olas de los mares?
 
Eso siempre es imposible de saber. Pero en aquellos tiempos, al final de la Era de Plata y al comienzo de la Era de Bronce, el Destino era la voluntad de los Dioses.

 

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