Fantasmas del Pasado
Han pasado muchos
años desde los eventos de aquella fatídica noche, pero la recuerdo como si
hubiera sido ayer. ¿Quien se hubiera imaginado que algo así pudiera pasar? ¡Si
teníamos todo controlado! Pero, en cualquier momento, el destino se interpone,
como una piraña ansiosa de devorar los sueños y esperanzas. Bueno y, en nuestro
caso, nuestros planes.
Todo por un
melocotón, un simple e inofensivo fruto colocado sobre la mesa de aquella
sacristía. Quizás entramos demasiado pronto en la iglesia, deberíamos haber
esperado hasta la madrugada, pero si nos movíamos rápido podíamos colocar los
bienes esa misma noche, mientras aún estaban calientes, y alejar el rastro de
la poli de nosotros. Era un buen plan, sencillo, infalible. Nadie debía estar
allí a esas horas, y a nadie vimos de hecho mientras profanábamos aquel santo
lugar y corríamos al relicario. Si, aquel cáliz debía valer un buen pellizco en
las manos del comprador que habíamos encontrado, era una buena noche.
Y, entonces, todo
se fue a la mierda. Así de fácil. En un momento estábamos relamiéndonos
mientras comentábamos en bajo lo tirado que había estado forzar la cerradura y
entrar, y al siguiente había una monja de pie en la entrada de la sacristía,
pálida por la sorpresa. Un mar de blanco y negro, con un pequeño tono naranja
amelocotonado en su mano. Si, esa era su cena, se la había olvidado y había
regresado a por ella.
Todo el plan estaba
destrozado, ahora había una testigo. Enrique sacó la pistola de su bolsillo y
encañonó a la mujer, pero yo creo que temblaba más su mano que la propia monja.
Intenté imponer orden, ¡lo juro por lo más querido!, pero la cosa se iba de
madre rápidamente. Ella nos decía que no diría nada a nadie, que nos fuésemos,
que se callaría... pero Juan tenía miedo, lo notaba en su voz, y no dejaba de
repetir que aquello era un cabo suelto, y eso le habían enseñado que siempre
era malo. Que los cabos sueltos había que cortarlos. Enrique no tenía tantas
luces, sólo necesitaba una excusa para exorcizar su miedo.
Y lo hizo de la
única forma que sabía.
El estampido del
disparo resonó en toda la iglesia como un trueno del Juicio Final, señalando el
comienzo del fin. El chorro de rojo salpicó el negro de la túnica de la mujer
mientras, a cámara lenta, se caía hacia atrás en silencio. Tardó un siglo, un
milenio, una eternidad en desplomarse y, cuando finalmente llegó al suelo, se
hizo un silencio incómodo. Nos miramos, sorprendidos, aterrorizados,
aturdidos... ¡Pero si el plan era infalible! Un robo sencillo, entrar y salir,
nadie saldría herido, sólo la Iglesia un poco más pobre... ¿cómo había ahora un
cadáver?
El melocotón se
deslizó lentamente hasta mi lado.
El resto, como se
dice habitualmente, es historia. Salimos corriendo, colocamos los bienes en el
perista pero este nos acabó delatando a la pasma. El juicio fue rápido y,
mientras la taquígrafa tecleaba los testimonios en el ordenador, yo sabía que
mi vida había tocado fondo. De esta no salía indemne. En mi turno en el estrado
debí sonar convincente, o quizás simplemente mis compañeros sonaron más
culpables que yo. Fuera como fuese, me cayeron sólo cinco años como cómplice
involuntario de asesinato. No es mucho para lo ocurrido en aquella iglesia.
Pero
lo que la sentencia no dice es que me cayó también una vida entera de
remordimientos, de pesadillas, de locura. Cada vez que cierro los ojos, aún
puedo ver ese melocotón rodando hacia mi, de un naranja brillante... pero con
un rojo aún más vivo encima.
Este relato fue escrito entre el 4 de Noviembre de 2014 y hoy, 8 de Noviembre. Es el tercer ejercicio, que consistía en escribir un relato que usase al menos 4 de las siguientes palabras: melocotón, monja, disparo, piraña, enseñar, recuerdo, ordenador y convincente.
ResponderEliminarEl comentario de Sheila:
ResponderEliminarCos el texto está muy bien. Te mantiene en tensión, sabes llevar muy bien el ritmo y utilizas las palabras (excepto piraña), de manera que encajen con la historia y pasen a formar parte de ella siendo imprescindibles para la misma. No sólo me ha gustado, además lo ha hecho un montón. Es muy imaginativo y está realmente bien escrito.
Hubiera jugado aún más con las descripciones, ya que la usas como algo importante, las hubiese dado algo más de peso alargándolas.
Creo que lo más importante a cambiar es que tengas cuidado con las comas, ha habido un par de frases que he tenido que releer.
Y en cuanto a las palabras mal escritas casi ningún problema, el “Quién” de la pregunta del principio, y un “mí” posesivo hacia el final. Detalles que no afectan en absoluto al relato en sí.
No tengo nada más que decirte porque está realmente bien.
Enhorabuena por el relato.
El comentario de Héctor en el blog del taller:
ResponderEliminarMi más sincera enhorabuena. Un relato ingenioso, original y muy bien construido. De hecho has conseguido desmotivarme mazo (ahora pienso que mis relatos son una jodida castaña en comparación). Pero al César lo que es del César, un relato simplemente cojonudo. De hecho has conseguido que me imagine al melocotón rodando hacia mí en formato pesadilla :)
De nuevo felicidades y es un placer leer relatos como éste.
El comentario de Jose en el blog del taller:
ResponderEliminarJoder, has conseguido algo que no sé si alguien más logrará: Has creado un relato BASADO en las palabras centrales: MELOCOTÓN, MONJA y DISPARO. Cuando lo leo, veo claramente el cuadro que pintas, en el que estas palabras, simbolizadas y exprimidas con maestría, son conducidas de un lado a otro de la acción, empapando lo que sucede constantemente.
Con el tema de la PIRAÑA ya era demasiado difícil hacer lo mismo, pero la has incluido también con precisión. La única crítica para que fuera redondo sería esa: que al menos a mí la PIRAÑA en ese cuadro que has pintado no me aparece, quizá un poquito más de insistencia con la palabra (al final, por ejemplo) le habría dado más importancia. ¡Ojo que te digo esto por sacarte alguna pega! Realmente el trabajo de representación que has hecho es magnífico.
Has conseguido que quien lo lee pueda decir sin miedo: "Este relato trata de una monja, un disparo y un melocotón" sin que resulte estúpido, y eso no lo puede hacer todo el mundo. Enhorabuena.
El comentario de Juan Carlos en el blog del taller:
ResponderEliminarImpresionante