Paraiso Perdido 29: La marcha de Mephisto
La Corte de la Gran Manzana se encuentra reunida para discutir los recientes eventos ocurridos en Los Ángeles y en otros sitios, cuando ocho Caídos desconocidos se presentan en la misma. Dirigidos por Helga Bauer, sus pasos marcan otro punto de transición en un mundo que muta a toda velocidad: siguiendo el mandato del Primero y de Nazriel, los Luciferanos se lanzan a la conquista del mundo para unificar a las cortes bajo la llamada a las armas de Lucifer. Y aquellos que se oponen, como Clarke y Margaret son ofrecidos las mismas opciones que en la Corte Infernal: ser destruidos o abandonar la ciudad. Y, durante tensos instantes, la ira y el fervor angelical hacen que casi parezca que la muerte va a ser la resolución, hasta que Euterpe se interpone entre los dos bandos y convence al Tirano de retirarse, pues morir para nada no consigue nada. Y así es como la Corte de la Gran Manzana se une a la llamada a las armas que los Luciferanos están haciendo por todo el mundo, en preparación para la guerra final contra la Hueste.
Lejos de allí, en el Parque Nacional de las Rocosas, los demonios abandonan la caverna con sus artefactos angelicales en sus manos. Pero es al poco de descender de las montañas, que sienten el avance del Tormento en su interior, pues sus actos en el interior de la caverna habían llevado al ahogamiento de una docena de niños. ¿Pues qué son las hadas sino los sueños de los humanos pequeños que creen en cuentos? Dándose cuenta del horror que ha permitido que ocurriese, e incluso alentó al señalar erróneamente que podían hacer lo que quisiesen a las hadas pues no tenían alma, Jennifer se dio la vuelta y corrió al interior de la caverna, acompañada de George y Daniel. Los cuerpos de los menores aún estaban bajo las aguas, atrapados en las zarzas que había conjurado el Devorador, que les trae de vuelta a tierra firme y, usando el poder antiguo de sus vestimentas, que todavía reverberan con el dominio de los elohim de antaño, Jennifer devuelve a todos a la vida.
Una docena de chavales y chavalas de entre seis y ocho años, un muchacho de una docena que era el rey de los enanos, todos confundidos ante el horror de lo que acababan de experimentar. La sinceridad de Jennifer es un arma de doble filo, pues su majestad enanil quiere que se retome la excavación de oro, pero muchos de los niños presentes solo quieren volver con sus padres, en ciudades lejanas como Washington. Pero todo se descontrola aún más cuando George decide usar sus Saberes para excitar sexualmente al rey de los enanos, que con sus hormonas alteradas se lanza a besar al Caído ante el horror de los demás adultos ante aquella aberración de pedofilia inesperada. George consigue deshacerlo cuando Jennifer se lo pide, sin que hubiera pasado más que unos besos con el menor, al que intentaba alejar atado con lianas, y finalmente Jennifer les convence de que si encuentran oro deberían ir a sus casas a esconderlo para que no se lo roben. Es Daniel quien extrae el oro de la montaña, un oro que se regenera al momento, pues no es metal ordinario sino la historia de los mineros bajo la montaña la que lo crea, de modo que aunque el Artífice pensaba guardarse una parte para si, pronto se da cuenta de que fuera de allí lo más probable es que el oro desapareciese, como a menudo ocurre con las creaciones del fae. Los niños pequeños, asustados por todo lo que estaba ocurriendo a raiz de que las enredaderas rodeasen a su rey, salieron corriendo en todas las direcciones, y Jennifer encargó a su rey que les encontrase y que todos volviesen a sus casas. Y con eso, un trabajo cuestionablemente bien hecho para deshacer un mal causado innecesariamente por ellos, y se dirigieron a la salida del parque. ¿Cómo van a regresar una docena de menores, en un Parque Natural rodeados de animales y sin dinero a sus lugares? No es algo que preocupe a los demonios, supongo que esperan que lo hagan del mismo modo en que llegaron al lugar al principio, pero no todo es lo que parece con las hadas, aunque el tiempo de hablar de eso será sin duda otro.
Había cosas más importantes que hacer, y con la llegada del amanecer ya habían regresado al pueblecito cercano al Parque y cogido un autobus de vuelta a Denver. Fue durante este trayecto que Aislynn escuchó la llamada de Azazel en su cabeza, pues el Duque Infernal la convocaba para que explicase lo ocurrido con su misión de encontrar al Primero. El informe fue interesante para su Señor Oscuro, que sabía que las cosas estaban cambiando en la superficie y que descubrió entonces que con suficientes mortales muertos quizás se podían romper las fronteras del Infierno. Pero Azazel de momento no quería regresar al mundo, había demasiados enemigos asentados en el mismo que le llevaban ventaja.
No fue mucho más tarde que Urel fue contactado por su propio Señor Oscuro, Astaroth, para increparle porque su fortaleza aún no estuviese lista. Pero esta conversación, aunque dolorosa en términos literales porque el infernal castigó el fracaso del arquitecto mortificando su carne mortal, fue al mismo tiempo reveladora. Fue así como se enteraron de que agentes de Mephisto, que estaba colaborando con Astaroth, habían tomado el control de Nueva York y que la guerra se aproximaba. La Legión Escarlata llamaba a armas de nuevo y el Eden en Ruinas sería testigo de nuevo del enfrentamiento entre demonios y ángeles... si es que antes no se destruían los Caídos entre sí directamente. El resto del trayecto primero en autobús y después en avión ocurrió sin problemas ni eventos, y finalmente, tras unos pocos días que habían cambiado el mundo entero, aterrizaron de regreso en la Gran Manzana.
Atenazado por dudas internas, George alquiló un coche y se marchó sin dar explicaciones a los otros. Mientras tanto, al ir a buscar un taxi, Jennifer encontró una paloma perfectamente blanca con un mensaje de Johanna para encontrarse. Y su respuesta fue que hablasen entonces, quizás luego la pandillera se arrepintiese de haberlo hecho, pues tras preguntar si todo estaba bien y habían obtenido las respuestas que buscaban, la maga les dijo que era hora de devolver el favor. La Tecnocracia estaba desarrollando algún tipo de arma de destrucción masiva contra seres mágicos en la sede que tenían en Nueva York y era hora de destruirla y borrar los datos, por el bien de todos los presentes. Daniel se dio cuenta, cuando la hechicera mencionó que creía que casi la habían desplegado contra Los Ángeles, que quizás fuesen los extraños armamentos que los Agentes habían usado contra ellos, que sirviesen para guiar el arma. Chico listo nuestro Artífice. No era sin duda una misión sencilla, pero con sus poderes y el hecho de que Dae-suo trabajaba allí, Johanna les veía capaces de tener éxito y evitar una catástrofe. Pero dar ese paso podría poner en peligro cualquier futura cooperación con los hechiceros tecnológicos, pues no se puede esperar llevarse bien con todo el mundo, y menos cuando están divididos, enfrentados y en guerra por el alma de la humanidad, de un modo u otro.
Antes de tomar el taxi, llamaron por teléfono a Clarke, que les contó lo ocurrido. Cómo los Luciferanos se estaban intentando hacer con cortes importantes por todo el mundo para prepararse para la guerra, cómo habían triunfado en algunos sitios y fracasado en otros, como Londres. Y que tanto él como Margaret iban a tomar el camino del exilio, pero el Diablo no se rendía. Iba a buscar aliados Caídos por todo Estados Unidos para poder tomar de vuelta la Gran Manzana, pues era con alianzas y políticas cómo podían enfrentarse a Helga y sus seguidores. A él aún ahora, eones después, le dolía la Larga Marcha y trataba de buscar soluciones que no implicasen que demonios se matasen entre sí. Pobre diablo iluso, o quizás valiente diablo con esperanza, no sé qué es peor. Jennifer y Daniel permanecerían en la ciudad, un caballo de troya para intentar cambiar las cosas, pero difícil iba a ser esa empresa pues la Luciferana era la Facción más organizada y unida de todas y convencer a Faustianos, Redencionistas, Voraces y Crípticos de ayudar iba a ser, como mínimo, una tarea titánica. Y más cuando, aunque Jennifer le reveló lo que creía que era el mandato de Lucifer, Clarke le señaló que a él eso no le importaba, el Primero había tenido su tiempo de unificar a los Caídos y ahora era la hora para otras sendas, la suya a sus ojos estaba ya agotada y había acabado con todos encerrados en el Infierno.
El taxi llevó a los dos Caídos a la Corte de la Gran Manzana, donde pensaban enfrentarse y tratar de convencer a Helga Bauer de tomar otro camino, pues Lucifer había dicho otras cosas y ellos también eran sus mensajeros. Pero el museo estaba a oscuras y cerrado, sin ocupantes de ningún tipo, más allá de los guardas del turno nocturno. Habrian de esperar al día siguiente para tener respuestas de algún tipo así que marcharon al piso que la banda llevaba usando como refugio los últimos meses, pero lo encontraron igual de vacante que el museo. Serviría para pasar la noche, pero la latina se preguntó dónde estaba su gente, si acaso no los habrían vuelto a detener o algo por el estilo. Mientras tanto, con unas monedas, Daniel comenzó a fabricar un artefacto con el que devolver parte de la deuda que tenía con la Guardiana, contraída entre otras ocasiones cuando Adam había muerto y Urel había necesitado un nuevo hogar.
Por su parte, carcomido por la culpa de sus actos y las consecuencias de los mismos, George había conducido hasta la iglesia donde habían visto a los miembros de la Hueste, Rafael en particular. Allí escribió una nota explicando lo ocurrido para cuando un ángel la viese y, con una despedida a su huésped, Malakhiel le abandonó y se adentró en las profundidades, abrazando el retorno al Infierno como precio adecuado a su pecado de rebelión contra Dios. George, ahora solo un mortal de nuevo, se vio consumido por la culpa, por el horror de lo que había visto y lo que había hecho, el peso de una depresión que regresaba galopante, la incapacidad de lidiar con los cambios en su mujer y en su vida... entre lágrimas, quedó pensando en su porvenir, sentado en aquellos bancos de la pobre iglesia. Unos pocos días después subiría de nuevo a la azotea de su casa, y esta vez no habría nadie ahí para evitar que se precipitase al vacío de la calle para acabar con su sufrimiento.
Con la llegada de la mañana de ese domingo, había muchas cosas que hacer. Primero fue llamar a Jordan y fue de él de quien aprendieron que la Corte se reunía por las tardes, a partir del cierre del museo a las 17:30. Al Críptico no le importaba quien fuese el Tirano de la ciudad, aunque veía en el cambio un ejemplo más de cómo la profecía se cumplía y los demonios se volvían unos contra otros, por eso quería conseguir el libro Dies Ignem (o Imeres Pyros si ese no podía) donde esperaba tener una profecía más clara y útil, pero el libro parecía no existir y haber desaparecido más allá de su alcance. Quizás Jacob, el pacto de Dae-suo, podría ayudar, pero algo estaba pasando extraño ahí porque el Adivino no notaba ya que su pacto le estuviese aportando fe. Jennifer aprovechó para poner al día al bibliotecario sobre lo que Lucifer les había contado en la Ciudad de los Sueños Rotos, y este encontró algunas inconsistencias, especialmente con respecto a los judíos que, como comentó con Jennifer, creían en muchas de esas cosas de antes de ninguna personalización de zarzas ardientes, quizás como restos de recuerdos de haber sobrevivido a la Guerra en el Eden. Y aunque, como había hecho antes con Clarke, Aislynn le contó que Lucifer tenía planes distintos a los que Nazriel había hecho saber, y que quería una nueva Babel de conocimiento y sabiduría, Jordan no se vio muy convencido, recordando que la ciudad del Gran Experimento palidecía en esos ámbitos cuando se comparaba con la grandiosa urbe de Tabâ'et', hogar de la Legión de Plata, arrasada durante la Larga Marcha por Lucifer y sus partidarios por osar desafiar su liderazgo.
Tras esa primera llamada, la siguiente en contactar era la mujer-lobo de la que les había hablado Dae-suo, para buscar aliados que les ayudasen a tomar la sede de la Tecnocracia. Al final, aún había horas que matar antes de que la Corte se reuniese, así que se encontraron con la fiera guerrera frente al toro de Wall Street y se encontraron con una ejecutiva de inversiones muy diferente a la que habían imaginado. Heredera de la Luna les escuchó pero, pese a haber combatido juntas en el barco que estaba tirando barriles a Hell's Gate, había cierta reticencia en la soldado de Gaia. Hay que tenerlas cuando se habla con los demonios que vienen a pedir ayuda, bastante estaba haciendo escuchando en contradicción con lo que ordenaba la Letanía. Lo que le pedían era muy peligroso, pero la amenaza de un arma que pusiese en peligro a todos los espíritus de la ciudad tampoco era poca cosa, y Sophie tendría que consultar con los Ancianos de su Tribu sobre la primera bomba espiritual de la que hablaban los demonios. Pero si bien la transparencia de Jennifer era clara, la inversora se dio cuenta de que los silencios de Daniel ocultaban desacuerdos que quedaban silenciados por el parlotear de la Guardiana pero no por eso eran menos reveladores. Al final se separaron quedando en hablar de nuevo pronto, pues la mujer tenía que pensar mucho cómo manejar la situación y qué quería a cambio de la ayuda que se le solicitaba.
Con eso gestionado, pensaron en buscar a Darrel para ver qué sabía el Segador de lo ocurrido en el mundo de los muertos con las bombas mágicas de la Tecnocracia, pero finalmente decidieron dejarlo y descansar hasta que la Corte abriese. Regresar al piso ocupa les trajo la sorpresa de encontrar a gente allí trabajando y limpiando, inmigrantes mejicanos con un gran temor a hacer algo mal y que les acusasen ante ICE y les deportasen. Aparentemente les había contratado el dueño del piso para prepararlo para alquilarlo. Los dejaron tranquilos para no causar problemas y probaron suerte enfrente pero allí vivía una familia y tampoco querían importunarlos. Así que Jennifer llamó a su hermano Rodrigo y este le dijo que la banda estaba dispersa ahora tras el ataque de los federales, cada uno viviendo donde podía. Él estaba alojado en casa de su novia, Rosita, aunque ahora estaba trabajando en las calles que les habían quitado a los Gangsta 10. Para allí fueron los dos Caídos y los padres de la joven les permitieron quedarse, aunque era patente el miedo que tenían a Rodrigo y a los Red South... el beneficio, y el maleficio, de la street rep.
Y mientras todo esto ocurría, en una habitación del hospital donde Violet había recuperado el caminar, otro demonio había llegado esa noche a la ciudad. John Smith, un policía de la NYPD tenía un nuevo huésped y su experiencia al borde de la muerte durante los disturbios de la ciudad entre ICE y los ciudadanos era ahora cosa del pasado pues su nuevo ocupante tenía otros deseos e intereses. En una ciudad donde el movimiento de los Luciferinos bajo la égida de Mephisto y Astaroth acababa de dar un vuelco a la política local y mundial, un nuevo Devorador era una incógnita que pronto debería encontrar respuesta.
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