Paraíso Perdido 14: Aunque sea por una noche solamente
Aquella noche del 29 de septiembre no sería como cualquier otra, sino una de portentos, preguntas y respuestas. Si bien era un lunes, víspera de elecciones, la Gran Manzana nunca duerme pero siempre sueña con esa gran leyenda de prosperidad que es el Sueño Americano. Y mientras avanzamos con la cámara por la 5ª Avenida podemos ver a la bailarina entrenando en su estudio, sudada por las horas de prácticas; o al oficinista que hasta bien entrada la noche está tratando de cuadrar las cuentas para un cliente; o los limpiadores que con la puesta del sol entran en las sedes corporativas vacías para prepararlas para el siguiente día. Y avanzando vemos a la creciente multitud de partidarios MAGA saliendo a las calles para interrumpir el tráfico en torno a la céntrica Times Square, a Elon Musk y sus sicofantes y partidarios saliendo a enaltecerlos desde la Trump Tower; pero también como desde el sur convergen con ellos otra manifestación espontánea de demócratas demandando que el billonario abandone la ciudad, dirigidos por Alexandria Ocasio-Cortez. Y como allá donde finalmente ambos grupos se encuentran, la sangre fluye al estallar la violencia pues, como dice la voz de la cantante, la única solución a veces es quedarse y luchar, aunque sea por sugerencia de fantasmas, sueños y anhelos.
Jennifer y Adam estaban abandonando la Torre Trump mientras eso ocurría, tras su fallido intento de entrevista con el billonario del hortera sombrero con forma de Empire State. Violet también regresaba al centro, dándose cuenta de que adentrarse en las profundidades del mar a solas en busca de Belial sería demasiado peligroso. Matt y George les contactaron para encontrarse, terminada la tarde de cotidianidad rutinaria tras los dolorosos y brutales eventos de la mañana en el estudio de arquitectura de Adam.
Se encontraron prácticamente a la sombra del Empire State, si el gran edificio pudiese proyectarla por la noche, en el mismo Starbucks que Violet y Clarke habían usado para vigilar la reunión en el rascacielos con los hombres de negro. Y allí estuvieron un buen rato, bebiendo sus cafes y discutiendo cómo conseguir llegar hasta Musk entre la multitud de gente reunida allí. Fue en ese tiempo que vieron que las cosas se estaban poniendo feas, al pasar un par de hombres con sus sombreros MAGA frente a la cristalera de la cafetería, uno de ellos sangrando profusamente de la frente. Jennifer salió inmediatamente a atender la herida del mortal pero este, incapaz de ver más allá de su racismo contra los inmigrantes ilegales, iba a atacarla. George, que estaba a su lado, intentó evitarlo, igual que Matt que salió a toda velocidad para intimidarles o Adam que trató de inmovilizarlos, pero al final nada de eso fue necesario porque una palabra suave de la mexicano-americana fue suficiente para convencer a los hombres de que se dejasen tratar y se tranquilizaran. Solucionado esto regresaron al interior donde Violet les esperaba, pero Matt se quedó un poco más fuera para intimidar a los mortales y meterles el miedo en el cuerpo con sus ojos llameantes, demasiado fresco el precio que se había pagado aquella misma mañana por llevarle la contraria a quienes controlaban los Nombres Verdaderos, en aquel caso el de Adam, y no deseando incurrir en la ira de Mephisto en el Infierno.
Las posibilidades de encontrarse con Musk se complicaban a medida que la situación general se deterioraba. Así que surgieron planes, como hacerse pasar por escort para lo cual buscaron ayuda en Rebecca, o infiltrarse entre la multitud, pero Jennifer temía que a ella la atacarían. Finalmente, frustrados ante la situación, Matt y Jennifer lograron idear un plan para invitar a Musk en el futuro al Heaven's Lounge que quizás les abriese esa puerta más adelante, ya que ahora era imposible lograr un encuentro privado adecuado. En esas estaban cuando todos sintieron la llamada de la campana de bronce, del artefacto que en el Museo de Historia Natural convocaba a los miembros de la Corte de la Gran Manzana. Violet primero, luego Matt y después los demás, recibieron un mensaje mental de Jordan/Thaumiel diciendo que era él quien les convocaba por cuestiones de sus averiguaciones sobre la profecía. Así que todos se pusieron en marcha hacia el museo, algunas más entusiasmadas que otras, en especial Violet para la cual todo lo de Musk se estaba transformando en problemas y en cambio la investigación le inspiraba enormemente.
Solo Clarke y Jordan estaban presentes en el museo cuando llegaron, y Euterpe se uniría algo más tarde. Consultando antiguos textos a su disposición y en conexión con lo hablado en aquel mismo lugar cuando la corte se había reunido la última vez, el críptico había desarrollado unas teorías. Creía que, como señalaba la profecía, los Archiduques del Infierno no se encontraban ya encerrados, pero sus esencias eran demasiado poderosas para estar en mortales como ellos lo estaban. Fue en el Codex Sacrae Profanitatis del loco Johannes van Burhamm donde había encontrado una posible respuesta, en la interpretación que el belga hacía de la historia de Moises, los Diez Mandamientos y el Arca de la Alianza. Tras la revelación, el príncipe había descendido para encontrarse a los judíos adorando efigies de falsos dioses y, de algún modo, Jordan creía que aquellos podían ser los canales que los Archiduques habían usado para permanecer fuera de la prisión infernal. Jennifer sugirió que acaso aquel fuera el plan de Lucifer, y Clarke coincidió en que técnicamente era posible que hubieran sido invocados antes de que las celdas se agrietasen, como él había sido traído al mundo. Pero también se habló del papel de la profecía en si, donde Violet creía en la utilidad de comprenderla y estudiarla, mientras que Jennifer era más partidaria de considerarla un ataque de falsa bandera (como Clarke) y sino como mínimo usarla para actuar. Pero el futuro estaba escrito, opinaba Jordan, visto ya por la eterna vista omnisciente del Creador, como diría Euterpe. Tanto debatir sin llegar a conclusiones desquiciaba un poco a George, que junto con Matt abogaron por continuar y dejar atrás el debate. Pero antes de que la reunión se dispersase, Jordan les dijo que si había una estatua así en la ciudad donde pudiera haber un gran demonio encadenado tenía que ser la Estatua de la Libertad y que él se acercaría a ella al día siguiente desde el muelle turístico a las 10 de la mañana. Y Euterpe les dijo que iba a abandonar la ciudad unos días pues había obtenido rumores de que una de sus compañeras de Coro se encontraba en Las Vegas y quería ver si podían recuperar parte del Canto.
Ya de camino a la salida, Violet les confió a sus amigos más cercanos que ella quizás había notado algo del Archiduque Belial aquella misma mañana en la costa. Pero que no estaba segura y por eso no lo había dicho ante los demás. Bromeaban y hablaban sobre eso, quizás yendo juntos a un viaje allí, cuando sintieron una enorme presencia sobrenatural. Y es que, cruzando el cielo nocturno e iluminando la ciudad, una estrella fugaz recorría el firmamento de este a oeste, la clase de portento que podía implicar la invocación de otro de los Caídos. O algo mucho más inesperado, más increíble e importante. Repartiéndose en los dos coches abandonaron la ciudad cruzando el río Hudson bajo el mismo por el Túnel Lincoln y avanzaron durante horas por las carreteras, dejando no solo Nueva York atrás sino muchas de las zonas más urbanizadas de las cercanías hasta llegar al pequeño pueblo de Greenfield, población 178, que de tan pequeño que era no creo ni que saliese en Google Maps. Y el rastro les llevó hasta la pequeña iglesia de madera, blanca y pobre, de la población...
El encuentro con la belleza sin rival de la inmaculada elohim llevó a George a postrarse de rodillas, le robó el corazón a Matt, y en los demás avivó ese dolor íntimo de todo lo que habían perdido. Pero la angelical figura alzó su espada, sin comprender ni dónde se encontraba ni esperar que su llegada al mundo fuera en presencia de cinco de los Caídos. Fue una conversación dura, dolorosa, con la angustia del peso del Pecado Original, la división de la Guerra en los Cielos, de la brutalidad del Tiempo de las Atrocidades, la corrupción de las mentiras y engaños. Pero también hubo belleza y verdad en aquellas palabras, pues con permiso de Rafael aquella ángel había descendido de Elaholm, la Ciudad de Plata Estrellada a atestiguar aquella noche de portentos, el estado de la humanidad pecadora de quienes habían seguido la traición del Lucero del Alba. Y lo que sin duda no sabía era que el Infierno estaba dejando escapar a sus cautivos.
Pero con todo su poder, el ángel era al mismo tiempo inocente en el sentido más puro de la palabra. No contaminada por ocupar un ser humano, no sabía las cosas más obvias como el hecho de qué era la iglesia donde se encontraba. Y cuando le hablaron de la adoración de los humanos allí a Dios ella quedó horrorizada ante la blasfemia. Pero sus sorpresas no acabarían allí, sin ir más lejos cuando les acompañó a la salida fue asaltada por la sorpresa ante el número de habitantes de aquel pueblucho, y aún más marcada quedó cuando George le dijo que había ocho mil millones de almas en el mundo, aunque como varios de ellos señalaron, no todos eran buenas personas. Como solo tenía una noche para atestiguar lo ocurrido en el mundo, los Caídos se ofrecieron a guiarla, y siendo parte del Coro de Rafael, a Jennifer se le ocurrió que Euterpe podía saber de un lugar donde mostrarle la grandeza de los humanos a través de su música, algo que tanto Aislynn como Cerubiel como Euterpe y Rafael recordarían con añoranza tras los fallidos experimentos en el Jardín.
Así que el ángel de la Segunda Casa les transportó con sus vientos hasta el oscuro parking del aeropuerto JFK, donde Euterpe estaba pues pensaba tomar el primer avión a Vegas. Dadas las horas, la demonio de la música sugirió ir a Los Ángeles donde entre todos acordaron mostrarle gospel al ángel. Volar hasta la gran ciudad de la costa oeste no resultó complicado, pero incluso en la distancia se notaba el tufo de la podredumbre y decadencia, del pecado y la monstruosidad que era aquella ciudad. Y es que si la Gran Manzana soñaba el Sueño Americano, en LA era a donde esos sueños iban a prostituirse, drogarse y morir. El local de gospel fue todo lo que se esperaba de él, pero el ángel no interpretaba nada de aquello como lo hacían los Caídos. Donde estos veían la belleza de la capacidad humana para crear, ella veía el terrible precio que el Pecado Original había supuesto al arrebatarles la inocencia a los humanos y su estado de gracia. Donde los Caídos se preocupaban por cosas como la justicia, ella solo veía las mentiras y engaños que los demonios tejían con sus historias para corromper e ignorar el mandato divino más importante: amadme sobre todas las cosas y jamás os mostréis a los mortales. Unido a amadles como me amáis a mi, conformaban la paradoja central sobre la que todo nuestro pequeño drama cósmico se cimentaba, una distancia irresoluble. Siendo que le habían mostrado la belleza de la humanidad, el siguiente paso era su sufrimiento injusto, para lo cual viajarían a un hospital de Tokyo donde aún estarían (esperaban) en horario de visitas. Euterpe se separó allí de ellos, apesadumbrada por no haber logrado que el ángel lo entendiese, pero como siempre enaltecida por la belleza de la música en el lugar.
Cruzaron los océanos a la velocidad del viento y la esperanza, a tiempo de dejar atrás la pocilga de las cortes de la ciudad que los Caídos consideran la más importante, donde se rumoreaba que se había visto el paso del propio Lucero del Alba. Y en el hospital japonés buscaron la sala donde una muchacha de ocho años sufría, yaciente, de cáncer terminal. ¿Cómo podía aquel sufrimiento ser culpa de una niña que no había vivido en tiempos del Pecado Original? ¿Por qué pagaba ella por las decisiones de sus ancestros? ¿Y acaso los ángeles podían saber cual era la voluntad divina, si la tormenta profetizada estaba aún por llegar con el Apocalipsis? Las preguntas fueron demasiado duras para el ángel, atrapada entre su inquebrantable amor al Creador pero también a la Humanidad que allí frente a ella sufría. Cuestión tras cuestión, como un bombardeo de autoconsciencia, asaltaron sus defensas e identidad, hasta que una de sus albas plumas se desprendió de sus alas, el primer paso en una Caída como no había ocurrido desde tiempos del Jardín. Fue cuando Matt la hizo enfrentarse a esto con sus burlas, acompañado de las palabras hirientes por veraces de Violet, que el ángel se tornó completamente a la defensiva y, con horror, les miró como los corruptores que eran, haciendo tambalear sus creencias y fe. Pues el camino al Infierno está lleno de buenas intenciones y palabras, y al final los demonios son mentirosos, retorcidos, corruptores, librepensadores y amantes de la humanidad disminuida/ensalzada que habían creado.
Y el ángel huyó del encuentro. Les devolvió en silencio al poblado de Jersey, donde Greenfield aun dormía ajeno a todo lo ocurrido, y marchó a continuar su recorrido de una noche a solas, acompañada solo por la semilla de la duda que habían plantado dentro de ella.
Los demonios regresaron a la ciudad, Matt a su apartamento, George a preparar un desayuno temprano para su esposa antes de que esta fuese a trabajar. Los otros tres viajaron al norte, al muelle donde el barco de Violet estaba atracado, al encuentro de Belial, la Gran Bestia, el Señor de las Profundidades, la mano derecha del Lucero del Alba, el Autarca de la Casa de las Profundidades sin Reposo. Del encuentro de un ángel, a la búsqueda de un Archiduque del Infierno. Con dos cuerpos vacíos por si acaso, animados por Jennifer, y el equipo de buceo que Adam les construyó, Violet se transformó en agua y se adentró bajo las olas junto con la otra Caída. Pero abajo, entre fuertes corrientes aquella mañana de lluvias frías, la nereida no encuentra la presencia de su Arconte, sino la corrupción de las aguas. La polución malintencionada que está destruyendo la vida del mar, arrastrada por las corrientes y mareas que ella misma había contribuido a crear, convertidas en herramientas de maldad tal y como Amber les había advertido que ocurría durante la primera corte. Y aunque Violet trató de contactar con Belial al regresar a la superficie, fue el silencio lo que obtuvo por respuesta. Quizás, como sugirió Jennifer, ya había visto lo que el Señor de las Profundidades quería que viese, quizás habría otra explicación.
Pero a medida que el sol se alzaba en el horizonte frente a los tres demonios del muelle y aquella larga y complicada noche quedaba atrás, su brillo trajo comfort pero también determinación a sus rostros. El tiempo corría y había mucho por hacer.
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