La Edad de Plata 13: Imposibles Posibles
Los Hijos de Tuireann han robado reliquias por la Hélade, por Persia y finalmente en Italia. Sin embargo, confrontarlos no permite recuperar las reliquias, sino acaso algo más valioso, pues Mannanan Mac Lir es capaz de recuperar los restos torturados del alma de Farideh que permiten recuperar a la reina de Persia. Y eso inicia una cadena de proporciones cósmicas cuando Ahriman mismo se presenta, para intentar evitar la futura intervención de Ahura Mazda. Luz y oscuridad en eterno conflicto, orden y caos por siempre enfrentados.
Tras restituir un posible futuro mejor a Persia, le llega el turno a Egipto. Y entre argucias, la Corona del Alto y el Bajo Egipto es recuperada para descubrir que es falsa. Descubrir la localización de la verdadera requiere la intervención de Ishtar, que lleva a los semidioses al reino de los Dioses egipcios, donde Thoth sabe donde se encuentra la corona. Pero, más relevante, Thoth tiene una hipótesis, una idea, una locura. Una forma de terminar con la enfermedad. Pero eso aun deberá esperar, pues primero hay que recuperar la Corona verdadera del usurpador: Set mismo que la mantiene con sus Dioses fieles, en su palacio de arena en el desierto.
El enfrentamiento con el Dios del Caos, el falso faraón, es brutal y sin cuartel. Engaños, golpes, muertos, arenas caídas, traiciones... una buena parte de los scions egipcios mueren en el enfrentamiento, incluida la poderosa Neferteri, que muere tratando de vengar a su marido. Pero al final, la corona es levantada por sorpresa de un Set abrumado por los ataques, y eso abre la puerta a que Horus restaure el orden pues, sin corona, Set no es Faraón. Y la Corona acaba en la cabeza de un niño, el heredero más legítimo del faraón depuesto. Y con ello, también la esperanza para un futuro mejor puede anidar en Egipto.
Pero en Grecia, los conflictos siguen y se reproducen. Mientras Kairos y Sappho se rinden y abandonan el conflicto, Elektra se enfrenta a Minos para reescribir su historia y su leyenda, un juego de engaños y argucias que acaba con muertos, susurros y mitos. Pero es en este trayecto cuando Ahura Mazda les encuentra y, con él, el mundo se detiene porque la pregunta más importante de toda la Edad de Plata se enuncia. ¿Qué quieren hacer con el mundo?
Y, tras debatirlo y discutirlo, comienza la gesta más grandiosa jamás contada. El momento en que los mortales se alzaron contra los Dioses mismos, para colocarlos en su lugar, para expulsarlos del mundo y llevarlos a los cielos y reconquistar el mundo para la gente. Pero una locura de esa escala requiere unificar a los héroes que han sobrevivido y reunirlos de nuevo, en las cercanías de Samotracia. Requiere doblegar a Minos para que Zeus devuelva la Llave de Ahura Mazda.
Y requiere el mayor de los saltos de fe: creer que se puede doblegar a los todopoderosos. Así que el Olimpo mismo se convierte en un reto, una montaña que trepar, para negociar con los Dioses mismos. Las pruebas de la montaña mueren a los pies, despeñadas por la fuerza de Kairos y Ajax. Y finalmente, Zeus mismo se encuentra con los semidioses.
Convencer al Rey del Olimpo es manipularlo, es engañar a Poseidon, es conseguir arrastrar a Hades. Requiere la aprobación de Atenea, la complicidad Hestia, la valentía de Artemisa, reanimar a Apolo, desafiar a Afrodita y Ares, rescatar a Armonía, convencer a Hera, beber con Dionisio y, finalmente, enfrentarse a Hékate, seguir a Nike a la victoria, y llevar paz a Eris.
Convencer a todo un Panteón, enfrentado entre si, dividido y debilitado, de que se lancen contra el más temible de los enemigos. La gesta que ni los Dioses mismos podrían hacer, pero sus hijos si se atreven a iniciar. Y, tras los aqueos, hay que convencer a los egipcios, los persas, los cartagineses, los romanos, los celtas, los nórdicos, los eslavos, los japoneses, los orishas, los chinos, los hindús, los mayas, los polinesios... y tantos y tantos Dioses y Panteones.
Pero esa es la verdadera tinta de las leyendas, las que hacen que aquello imposible se haga realidad, las que realmente pueden traer el final de la Edad de Plata y el comienzo de la Edad de Bronce, la edad de los mortales. El mundo que conocemos.
"And who are you, the Proud Lord said, that I must bow so low?" Y la respuesta, tan diversa como la propia mortalidad, tan variada como el futuro, es aullada como un desafío que hará temblar todos los cielos y cambiar el mundo para siempre.
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