La Edad de Plata 6: Emociones Desatadas

 


La ira de los dioses se despierta con facilidad. Unas palabras dichas en la orilla le valieron a Ulises una década alejado de Ítaca, y el mismo resultado casi tuvo su ayuda cuando Sofía incurrió en la ira de Poseidón. Por eso las amazonas abandonan nuestro mundo y se alejan, más allá de las nieblas, lejos de los choques entre dioses y mortales. Y por eso Kairós acepta el ostracismo al que le condena Atenas, porque su amor por su polis le lleva a sacrificarse para protegerla y tratar así de evitar que la ira de Hera caiga sobre ella. 
 
Pero la venganza también es algo muy aqueo, si bien la justicia no lo es tanto. Venganza es lo que lleva a que Thekla asesine a su marido Timo durante su noche de bodas, como venganza por haberla violado y secuestrado. Y venganza, a su manera, es lo que lleva a Elektra a buscar la misma muerte de Timo, aunque a la hija de Zeus es el hubris el que la guía, la ambición de algún día llegar a rivalizar con los mismísimos dioses.
 
También el amor es fuerte entre los helenos. Amor desenfrenado alentado por Afrodita llevo al ataque de Timo sobre Thekla, y el amor de su esposa sirvió para aplacar la ira de Poseidón contra Sofía. Porque por mucho que se guíe por la justicia, es la caricia suave pero inevitable de Cupido la que lleva de la mano a Io, camino de conseguir casarse con su amada Sofía. 
 
Todo esto, y mucho más, se escribe con la tinta de las leyendas, en los tiempos del final de la Era de Plata. Porque, iracundos o vengativos, amantes o ambiciosos, los hechos de aquellos tiempos resuenan con esa magia que solo las grandes gestas tienen, incluso ahora, tantos siglos después.

 

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