Sangre y acero
Ezequiel Tovar, obispo de Málaga, se sentía muy mayor. Mucho más de lo que correspondía, pero es que el último año pesaba como un siglo. Casi doce meses antes, en la misma nave en la que ahora se encontraba, las espadas habían resonado y los caballeros se habían enfrentado, divididos entre los partidarios de ambos hermanos Medina-Sidonia. Y ahora, frente a él, se encontraba la hermana de ellos dos, preparándose para contraer nupcias con Arévalo de Yañez, Guardián del Sur. Un hombre que había demostrado más que de sobra su crueldad y brutalidad en los pocos meses que llevaba controlando el Condado y cuyas ansias de poder no iban unidas a ningún tipo de honor ni comedimiento. Pero, puesto en el cargo por el Duque de Alba, pocas voces osaban oponerse a sus movimientos, incluso cuando "invitó" a permanecer con él a los hermanos que podrían heredar el condado... y cuyas vidas, una vez las nupcias se contrajesen, probablemente no fuesen a ser tan largas como se esperaba.