Cuatro Balas para Medianoche
Se
aproximaban ocho, pero probablemente hubiera más en la floresta. Unos cuantos
arcos, hachas y espadas, cubiertos con escudos de madera y pintura de guerra.
Un ejército primitivo y sucio para enfrentárseme, pero yo no tenía muchas
opciones. Tras la pequeña cobertura de madera, sabía que sólo me quedaban
cuatro balas en el revolver.
Una
flecha perforó con fuerza mi protección, mostrando su punta a través de los
tablones. Me asomé rápido, como un rayo, y descargué un tiro acelerado contra
los atacantes. Mientras me agachaba de nuevo, vi como uno de los arqueros caía
hacia atrás, agarrándose la pantorrilla. Podía escuchar sus gritos de dolor
desde detrás de la barrera, mientras su carrera y sus aullidos de batalla
aceleraban con el ritmo de mi corazón. Tres balas.
Asomarse
una vez más y volver a cubierto dejó a otro en el suelo, pero apenas quedaban
cinco metros entre ellos y yo y no me quedaban sitios a donde retirarme. El
primer asaltante cruzó el parapeto y le descargué un tiro a bocajarro,
sintiendo su sangre caliente y restos de su cráneo en mi cara. El siguiente
entró detrás de él antes de que el cuerpo tocase el suelo y se llevó mi última
bala como regalo en la garganta. Rodé a un lado, dejando la pistola detrás.
Todo estaba perdido.
Cogí
como pude el hacha del primero y me dispuse a enfrentarme a los cuatro que
quedaban. Con fuerza, tomé aire y me lancé a por ellos como un loco, fuera de
la cobertura y de la seguridad. Si moría, ¡que se viniesen conmigo los más
posibles! Al primero lo pillé por sorpresa, un golpe contundente y la hoja se
internaba en el lóbulo temporal. En el Spital no nos entrenaban para
esto, pero eran cosas que se aprenden en el Yermo. Paré el ataque con el escudo
del quinto enemigo, trastabillando hacia atrás por el impacto, y tropecé con
uno de los cadáveres.
Mi
equilibrio se desvaneció, mientras mi cuerpo caía lentamente hacia atrás. Sobre
mi, los salvajes aullaban victoriosos. Mi tiempo de servicio en el mundo se
acababa y más de los suyos seguían saliendo de la floresta. Uno apuntó su arco
a pocos metros de mi y en la punta afilada del asta de la flecha iba escrita la
hora de mi defunción.
Este relato corresponde al siguiente ejercicio del curso, en el cual teníamos que describir una simple escena de acción, sin necesidad de trama. Lo escribí del tirón hoy día 9 de Febrero de 2015, con el tiempo ya acabándose para la entrega, por lo que no estoy demasiado contento con el resultado. Pero no hay tiempo para más, lamentablemente.
ResponderEliminarEl comentario de Sheila:
ResponderEliminarEres de los textos que llevo leídos, uno de los que mejor ha entendido el ejercicio, a pesar de tus descripciones, estas han sido concisas sin entrar en demasiados detalles que retrasen la escena, y sobre todo has primado la acción. Has utilizado frases cortas y en general has logrado una muy buena escena de acción.
Enhorabuena Cos.
Por otro lado, y dándote un pequeño tirón de orejas, creo que como bien dices no has releído la historia, hay algunas frases que no acaban de encajar, quizá alguna coma arregle la escena. No obstante has cumplido con el ejercicio a la perfección y al menos a mí me ha gustado.
No te digo nada más porque creo que el texto que has hecho es conciso y se ajusta a lo acordado.