El Demonio Blanco
Ante mi, me observa sin dar su brazo a torcer, insondable e inalcanzable para un pobre mortal como yo al que se le acaba el tiempo. Si, en efecto, mañana a esta misma hora todo habrá terminado. Y yo apenas soy capaz de mirarlo directamente sin sentir la frustración del fracaso en la boca de mi estómago. ¡Maldita y endemoniada hoja de papel!